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Viernes, 9 de enero de 2004

SOCIEDAD

Mujer policía

Leyla Perazzo es la primera mujer en Latinoamérica que asume la jefatura de una fuerza policial –la de Santa Fe– y camina con cuidado sobre la débil línea que divide las demandas sociales de cambios profundos y la defensa de la corporación a la que pertenece.

Por Sonia Tessa, desde Rosario

Leyla Perazzo es policía desde hace cuarenta años. Y está orgullosa de serlo. Por eso aceptó ser jefa de la Policía de Santa Fe, y se convirtió en la primera en llegar a ese puesto en América latina. Es también abogada y, por lo tanto, sabe argumentar. Su discurso es una tensión permanente entre las demandas de una sociedad que reclama un profundo cambio en la fuerza y su necesidad de defender la corporación. La contradicción está potenciada porque durante seis años fue la titular de Asuntos Internos, la dirección encargada de investigar la actividad policial. Pero, además, es mujer, y después de cuatro décadas en una institución hostil, sabe que debe demostrar lo que vale a cada momento. Que su valía sea percibida en forma diferente por la sociedad civil y por la policía es una de las tantas cornisas que transita día a día.
Cuando se conoció su designación, se dijo que Perazzo había estado a cargo de la Policía de Menores durante la última dictadura militar. Por ese lugar pasaron niños que habían sido secuestrados por los grupos de tareas integrados por la policía rosarina, conocidos como la patota de (Agustín) Feced. Sin embargo, Perazzo no era jefa del instituto, sino una celadora, y había llegado allí producto de una especie de castigo. Como abogada, y oficial, había sido jefa de Despacho de la Secretaría General antes de que su marido defendiera a dos amigos presos políticos en la cárcel de Devoto. “En esa época se decía que me habían trasladado a Menores porque hablaba mucho, no me quedaba callada”, deslizó luego de un rato de ceñirse a una sola explicación: “Con los chicos hacíamos lo mismo que se hace con cualquier chico que llega sin identificación, se comunica al juez de menores de turno, si se conoce quién es la familia, se la llama, si no se conoce, se libran los pedidos. Si se encuentra a la familia, el juez da la orden y se entrega”.
Que esos chicos eran hijos de personas secuestradas o muertas en procedimientos del terrorismo de Estado era una callada certeza. “Sabíamos, o nos lo imaginábamos”, afirmó para decir luego: “No quiero hacerme la víctima, pero creo que hicimos un trabajo positivo”. Los límites de lo positivo en aquel borramiento de cualquier legalidad eran muy lábiles, pero algunos testimonios hablan de un interés específico en encontrar a los familiares de esos niños, devolverlos a sus familias originales. Una persona de irreprochable trayectoria en la búsqueda de justicia por las violaciones a derechos humanos le preguntó sobre ella a la esposa de Jaime Dri –sobreviviente de la Quinta de Funes– cuyos dos hijos pasaron en el verano de 1977 por ese instituto. Obtuvo una respuesta: “No puedo poner las manos en el fuego por nadie, pero se trataba de una simple celadora, que se ocupó de los chicos. Además, el día que mi hermana los fue a buscar, los invitó a la casa”, relató Olimpia Díaz Rodríguez, que vive en Panamá. Durante esa visita, Perazzo le dijo a Virginia Elizabeth Díaz de López, la tía que trasladó a Vanesa y Fernando a Panamá, que ya no quedaban hijos de militantes políticos desaparecidos o muertos en ese lugar y que su preocupación era que los fueran a buscar los familiares. De hecho, aseguró que a esos dos niños, si su tía no hubierallegado a retirarlos, ella se los pensaba llevar a su casa, por temor a lo que pudiera ocurrirles.
En verdad, todo este asunto es un dolor de cabeza para Perazzo, que llegó al lugar en el que está como una exponente de la línea que pretende reformar a la policía, desde la perspectiva de los derechos humanos.
Prevención, seguridad comunitaria, policía de proximidad, son los conceptos que Perazzo desglosa para hablar de los cambios que pretende. “El trabajo de la policía en materia de represión de asaltos es el normal. Tenemos 1049 presos en comisarías y debe haber 4000 en el Servicio Penitenciario. Pero la pregunta es hasta dónde vamos a llegar. Si las cadenas de violencia y síntomas de descomposición social no se detienen, cuál va a ser el límite”, dice como prólogo de su intervención. “Tenemos que prevenir, establecer una presencia policial disuasiva. Lo que mejora la situación son políticas claras como las que han generado países desarrollados, como la policía de proximidad en Francia, o la seguridad comunitaria”, concluye.
El gobernador Jorge Obeid considera que la renovación de la política está relacionada con impulsar a mujeres en lugares de decisión inesperados. Por Perazzo siente una confianza que lo llevó a ponerla al frente del organismo creado para investigar a la policía durante su anterior gestión. Aunque ella se sigue reconociendo como policía, llegó a su cargo como civil, ya que renunció en 1998, para hacerse cargo de Asuntos Internos.
Durante los seis años de su gestión, se produjeron investigaciones que concluyeron en 420 autos de procesamiento, en su mayoría por casos de corrupción. La funcionaria también se jacta de la disminución de las denuncias por apremios ilegales, de 1000 a 200 anuales. Y niega que la disminución de las denuncias se deba al miedo.
Como directora de Asuntos Internos, tuvo una intervención polémica en el caso de una triple violación a una adolescente de 16 años en una comisaría céntrica de Rosario, por parte de tres efectivos. Hasta que la denuncia no se hizo pública, los sumarios no habían prosperado, y los violadores continuaban en sus cargos. Una vez que se difundió, el entonces ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, separó del cargo al personal de la seccional. “A Asuntos Internos se le comunicó tarde, pero el procedimiento inicial, que lo hizo la Comisaría de la Mujer, se hizo correctamente. Cuando empezamos a trabajar, el caso lo teníamos resuelto rápidamente. Pero hay cosas que no se pueden dar a publicidad porque arruinan la investigación, aunque vos sepas quién fue, hasta que el juez no lo indaga y no se reúnan todas las pruebas, si hablás antes de tiempo perdés todo”, afirma ahora a modo de defensa de su actuación, sin reconocer que hubo un exceso de celo en la presunción de inocencia de los policías.
La corrupción no es el tema que la desvela. “A mí lo que me preocupa en este momento es cómo generamos una inyección de confianza, aunque sea lentamente, cómo vamos desarrollando una política de prevención, cómo recuperamos credibilidad con actitudes concretas. Porque cómo se combate la corrupción y cómo se combate un delito lo sabe todo el mundo”, concluyó.

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