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Viernes, 8 de mayo de 2015

MEDIOS

A juntarse con la chusma

Hace unas semanas, un hombre lloró en cámara porque descubrió que el niño que creía su hijo no tenía vínculo biológico con él. El juicio sobre la madre de ese niño fue lapidario, los ires y venires de ese entuerto alimentaron la cadena nacional de programas de chimentos mañana, tarde y noche. Pero ¿qué discursos se abren cuando una mujer reclama para sí el derecho a tener una pareja abierta en un programa de la tarde? ¿Qué imaginarios habilita que se mencione el aborto como posibilidad para hacer invisible una infidelidad? ¿Cómo se instala el debate sobre la ley de identidad de género en cualquier casa a partir de una discusión televisiva, aun cuando en esa discusión se esté claramente discriminando? En esta entrevista tres investigadoras de la UBA analizan el fenómeno de las televidentes de programas de espectáculos, se corren de los prejuicios sobre la caja boba y analizan eso que desborda los discursos moralizantes hegemónicos.

 Por Luciana Peker

Una mujer trans va a un programa de televisión y en seguida se abre el debate: ¿es o no es?, ¿quién es? Aunque ella, justamente, quiera visibilizarse y no ser parte de una fauna no identificada. Un hombre se indigna porque la chica con la que tenía sexo a espaldas de su esposa parió un hijo que no es su hijo. Un conductor que revela intimidades le dice zorra a la ex participante del programa que conducía, con la que tenía chats eróticos, porque revela sus intimidades. Un señor (que no es cantante, ni bailarín, ni conductor consagrado pero que es mediático por ser rico y famoso) fallece y su desenlace es noticia en programas informativos que despiden a un nuevo rico y abren la categoría de noticias fúnebres de personajes con más cámara que currículum. Un ex fiscal muerto se iba de vacaciones con modelos –que ahora hacen tapas de revistas de moda– pero no se pedía licencia en Tribunales y ahora su ex esposa reclama el pago de los descansos adeudados por el Poder Judicial. Un funcionario se casa con una ex modelo (con la que salía antes de divorciarse) y es elegido candidato porque las encuestas lo prefieren a él que a su ex esposa porque ella quiere saber quién cuida a sus hijos cuando él tuitea que está en el teatro y no con los chicos. Un economista es fotografiado junto a una actriz en un auto mientras ella está embarazada de otro hombre y ahora es candidato a la Jefatura de Gobierno en una gran ciudad mientras su esposa actriz dice que se tienen admiración mutua en un diario conservador. Un cantante apodado Matador reaparece tras múltiples internaciones y dice que ahora quiere vivir cada minuto.

El pantallazo puede multiplicarse tanto como los programas de la tarde que, ahora, no se agotan con el five o’ clock y se extienden a la mañana, el mediodía, la tarde, la noche y la trasnoche (y por si alguien se perdió algo se repiten en programas que repiten y debaten sobre programas de repeticiones). Las revistas de peluquería ya no esperan turno en el secador sino que se acomodan a la cabeza de la información en magazines, programas de humor, debate, información general y noticieros. El intercambio de figuritas es recíproco. Los y las candidatas piden espacio en los programas radiales y televisivos conducidos por figuras que antes eran consideradas frívolas –Mirtha Legrand, Alejandro Fantino, Santiago del Moro y Jorge Rial– y ahora son los caballitos de batalla de la instalación en la alfombra roja de las elecciones 2015.

La chusma era una forma despectiva de escupir sobre la cultura baja de las clases populares que, desde la Edad Media, hablaban lenguas vulgares en vez del estribo culto del latín. “Vamos, tesorito, no te juntes con esta chusma”, lo llevaba de los cachetes Doña Florinda a Quico para que se alejara del pibe hundido en su barril (El Chavo) que tuvo su hit “Chusma, Chusma” (la-la-la) en 1976 acompañado por un escupitajo con lengua y sonido prrrrrrr bajo el lema “mi traje de marinero no se me puede ensuciar”. Pero la chusma se entronó –no como una clase social o un sector social– sino como (¿cómo si no?) una mujer. La chusma. La que no trabaja y por eso tiene tiempo para perder. La que no tiene vida y entonces se ocupa de la vida de los demás. La que habla de más y por eso no se le puede confiar. La que hurga, revisa, espía y siempre anda corre-ve-y-dile sobre el pulso íntimo de un barrio. La chusma pasó de reposar en su ventana o en la silla de la vereda o en el trono de escoba de la puerta a quedarse el sillón de su casa para ver los programas de chimentos. Sin embargo, la patria chimentera ya no es subestimada, sino que reina y gobierna en todos los segmentos informativos y conjuga pasiones amorosas con estrategias electorales en un mismo tono altisonante de información imperdible o de susurro caído del catre.

Frente a todos los reparos, críticas y objeciones de la pantalla íntima permanente tres investigadoras de la UBA abordan, desde distintos puntos de vista y temáticas –y con una mirada despojada de prejuicios– el nuevo culto de la cultura del chisme e interpelan sobre la forma de mirar cómo miramos televisión. Proponen una nueva forma de chusma activa que no se escandalice bajo el ropaje conservador frente a los cambios e interpelan al feminismo a poder comunicar, también, no sólo contra la televisión sino con los códigos de la televisión.

“En Estados Unidos el feminismo hizo alianzas ultraconservadoras en los ochenta y eso sucede, ahora, también acá. Es un riesgo que el feminismo no se debería permitir en un movimiento cuyo objetivo es la emancipación de las mujeres”, dispara la doctora en Ciencias Sociales y licenciada en Comunicación Carolina Justo von Lurzer, investigadora asistente del Conicet, docente y autora del libro, de próxima aparición, Mamá mala, crónicas de una maternidad inesperada. Ella tiene 38 años y ya investigó sobre las representaciones televisivas de la prostitución en programas periodísticos de televisión y ficciones y ahora indaga sobre la construcción de moral sexual en programas de entretenimiento y espectáculo.

A Mayra Luz Alvarado, de 27 años, la encandiló la tentación de mezclarse entre las televidentes activas que hacen puerta en América para conocer a las chimenteras. Le cuestionaron que hablar de chimenteras era negativo y ella retrucó que ver como negativa la palabra “chimentera” es puro prejuicio. Así, durante tres meses del 2014 se sentó en el sillón de veinte chimenteras a mucha honra con el control remoto –también para la honra de ellas– en sus manos para averiguar sobre la construcción de identidades de las mujeres que consumen programas de chimentos. Ellas le indicaron su rutina: levantarse a la mañana con Desayuno Americano, tomar el segundo café con AM y sentarse a almorzar con el plato principal: Intrusos. Alvarado es licenciada en Ciencias de la Comunicación y cursa el seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva en la maestría en Comunicación y Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ahora puso la lupa en cómo circula el discurso político en programas de chimentos, farándula y entretenimientos.

Pero la chusma ya no es sólo femenina. “Ya no son consumos que están reducidos a las mujeres y a los sectores populares. En otros momentos eran a la mañana o después del mediodía y ahora ocupan todos los horarios y todos los canales y el que no ve el programa de la tarde lo puede ver en las repeticiones de la noche”, enmarca Marina Sánchez de Bustamante, de 39 años, licenciada en Ciencias de la Comunicación y también maestranda en el seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva que dirige Pablo Alabarces. Ella puso el foco en las representaciones de la maternidad en revistas maternales y ahora está ahondando en las narrativas biográficas sobre las maternidades de mujeres del mundo del espectáculo en programas y revistas.

¿Por qué creció tanto la industria del chimento?

Carolina: Los programas de chimentos o como Showmatch y sus satélites son, en promedio, los que más audiencias tienen. Hay una cantidad enorme de horas de programación por lo barato que son esos formatos. La televisión de los noventa empieza a laburar con la intimidad y la vida cotidiana de las personas, desde los talkshows, los reality shows y los programas de chimentos que son sobre la intimidad de las personas comunes o celebridades.

Marina: Ahora no solamente se narra la intimidad de la vida de los famosos desde una perspectiva de contar la primicia o develar secretos, sino que también los famosos aportan y narran su intimidad a partir de la intervención directa en las redes sociales. El caso de (Gisela) Bernal y (Ariel) Diwan muestra cómo aparecen el WhatsApp y las redes. Se va construyendo la intimidad en vivo.

Antes el lugar asignado para chusmear era la peluquería y ahora el teléfono, la tablet, la computadora, la televisión y en todo momento y lugar. ¿Qué pasa con esa expansión del escenario?

Mayra: La peluquería era el espacio permitido para hacerlo, pero eso no impedía que en el ámbito privado eso también ocurriera, pero era algo más tapado y no dicho.

¿Cómo intervienen la cuestión de clase y de género?

Carolina: Consumir chimentos está ligado al género y la clase. Las mujeres y los sectores populares históricamente han expresado con menos vergüenza ese tipo de consumos que los varones de clase media para arriba. Pero en los comentarios de las páginas web no se puede identificar una distinción de género o de clase.

¿Es un prejuicio pensar que sólo las mujeres pobres son chismosas?

Carolina: Sí, totalmente.

¿Ahora todos somos la chusma?

Carolina: La idea de la chusma parte de ese prejuicio en donde hay una separación entre lo público y lo privado que se fue desarmando socialmente y en los medios de comunicación. Antes las clases altas conservaban las distinciones más claras entre lo que puede estar en la casa y lo que puede estar afuera y ese corrimiento se traduce en lo que pasa en los medios.

¿Las chimenteras están cooptadas a vivir la vida de otras?

Mayra: Cuando me empiezan a contar su vida aparece que son mujeres que no laburan y que, con orgullo, controlan el control remoto.

¿Es cierto que el poder de la casa pasa por el control remoto?

Mayra: Sí, a veces son muy criticadas por los hombres de la familia (hijos y esposos), pero ellos después van y les consultaban: “¿Qué paso?” Y para ellas es importante ser esas personas de la casa que tienen el saber y cierto poder. Se revierten vínculos jerárquicos de las familias y se construyen ciertos vínculos nuevos, aunque seguramente efímeros.

¿Pero no hay un disciplinamiento en el deber ser femenino?

Mayra: No lo sé, me parece más interesante pensar, más allá de que si la intención es el disciplinamiento, qué se puede hacer desde las audiencias con eso y encontrar ciertos espacios de fuga.

¿Qué límites se cruzan entre la ficción y la no ficción?

Mayra: Hay un ida y vuelta entre lo que es ficción y no ficción. Se dan el realismo de lo ficcional como en Maltratadas y, a la inversa, la ficcionalización de la realidad en la espectacularización de los noticieros o en los reality semiguionados.

¿Genera alivio en algunas televidentes, por ejemplo, pensar que si una famosa se pelea con la suegra porque los ravioles del domingo no llenaban el plato los conflictos que sufren en sus familias tampoco son una pavada?

Carolina: Hay un reconocimiento en esas historias. Por eso, la organización de la vida gira en torno de eso, como pasó con el melodrama o la novela.

¿Qué pasa con la sexualidad de las mujeres desde el calificativo de “zorra” a Marianela Mirra, por parte de Jorge Rial, hasta la confesión de Luis Ventura, que le pidió a su amante que aborte?

Carolina: En el equipo de Pablo Alabarces nos interesa qué cuestiones se pueden pensar sobre estos programas más allá de las primeras afirmaciones de sentido común que indican que sólo se consume entretenimiento banal y se hurga en la vida de otros y que quienes producen estos programas sólo habilitan la reproducción de sexismo y la violencia de género o los aspectos más conservadores de la moral sexual. Por supuesto que hay una construcción de pedagogía moral sexual y de género. Pero también son espacios donde se pueden ver los excesos de esa moral. Por ejemplo, es cierto que había una posición violenta en el modo en el que Luis Ventura relató el episodio del aborto, pero también se estaba hablando sobre aborto en ese espacio y aborto se dijo durante semanas en distintos medios. Creer que porque Ventura menciona el aborto en una estructura conservadora y sexista todos y todas quienes escuchan a Ventura sobre aborto van a pensar lo mismo sobre aborto es creer, como diría Carolina Spataro, que hay tontos culturales. Nosotros no creemos que la gente se sienta y se come el discurso de la televisión, sino que accede a un montón de discusiones sobre cuestiones como aborto. También Sofía Gala y Victoria Vanucci discutieron en el debate de Gran Hermano, a partir de la participante trans Valeria, sobre si la sociedad es capaz de nombrar a las personas por su identidad de género o no. Vanucci dice que todavía se siente incómoda y Sofía Gala le tira la ley por la cabeza y que hay una responsabilidad en los medios de comunicación. Marina Calabró también tuvo una posición muy clara. La discusión sobre el pene siempre va a aparecer, pero en un contexto donde aparecen otras cosas. Y en los momentos de discusión de derechos, tanto en matrimonio igualitario como identidad de género, esos espacios fueron súper enriquecedores y valiosos.

¿Cuál fue el valor de Pepito Cibrián declamando “Marica” en el living de Susana Giménez o de Florencia Trinidad con programa propio?

Carolina: No hay que desestimar el espacio de programas de espectáculos y el lugar de legitimidad de celebridades con esas cuestiones.

Marina: Flor de la V eligió el programa de Susana para presentar a sus mellizos. Susana se hacía la boluda y Florencia hacía bromas como cuando un bebé lloraba y ella decía “ay, le tengo que dar la teta” o “mira qué divina que estoy y hace un mes que fui madre” en donde aludía a la corporalidad y al derecho de las parejas no heterosexuales a ser padres o madres.

¿La alianza con celebridades por el matrimonio igualitario fue más efectiva que la del movimiento de mujeres por la legalización del aborto?

Carolina: La estrategia del movimiento de la diversidad es muy superior a la de un sector del movimiento de mujeres en la medida en que las organizaciones LGTB han sabido aprovechar esos espacios, tal vez porque no tienen los mismos prejuicios de pensar que en los medios de comunicación lo único que vas a encontrar es la reproducción del patriarcado. En el movimiento de mujeres hay incapacidad en articular con los programas populares. El movimiento LGTB es más inteligente porque articula con esos modos de decir.

¿Por qué no se aprovechan casos como el de Alejandro Rubio o Mónica Farro, en donde la violencia de género queda revelada en programas de espectáculos?

Mayra: No se puede pasar esa barrera. Desde ciertos sectores del feminismo lo único que ve en esas figuras son pobres tontas que están siendo usadas o que son víctimas y no se dan cuenta.

Carolina: El sexismo, la reproducción del patriarcado y la estereotipación son obvios y hay que pensar esos espacios estratégicamente en la medida que se ponen en discusión cosas sobre género y sexualidades con más frecuencia que en otros formatos televisivos. No es eliminando el Bailando o Intrusos como se va a incidir.

¿Y por qué la experiencia de Florencia Peña queriendo hablar de violencia de género en Bailando por un sueño tampoco fue exitosa?

Carolina: No, tampoco todo es más amable y progresista de lo que pensamos. Pero en una disputa política se puede interactuar si se deja de lado la resistencia al código del espectáculo y de las celebridades. A Flor Peña no le fue tan bien. Pero ocupó un montón de horas en su programa Dale a la tarde con su problema con (Atilio) Veronelli por una denuncia por violencia de género.

¿Cómo se vuelven políticos programas que eran de espectáculos?

Mayra: Eso es lo que logró Intratables. Se convirtió en un programa ciento por ciento político pero mantiene la lógica del programa de chimentos.

Marina: Y eso coincide con que los periodistas de chimentos tenían un lugar más deslegitimado y con la consolidación de una industria de chimentos ocupan otros espacios. Jorge Rial tiene su programa Ciudad Gótica en la radio que no es de chimentos y fue uno de los pocos periodistas que entrevistó a Cristina (Kirchner). Y Santiago del Moro conduce Intratables.

¿Los conductores farandulescos consiguen más notas con políticos porque son menos incisivos para preguntar?

Carolina: Interpelaría a ese sentido común. Esto no es nuevo. (Carlos) Menem bailó con Fairuz en lo de Mirtha Legrand hace veinte años.

¿Cuáles son los periodistas políticos que hacen otras preguntas en televisión en niveles de profundidad y desde dimensiones distintas y repreguntando?

Mayra: En los ochenta los políticos iban a A la cama con Moria y a lo de Mirtha Legrand. No creo que los políticos elijan Intratables por el rating, porque mantiene tres puntos, sino porque tiene un rebote que no tienen otros espacios políticos y no es porque no les hagan otras preguntas. Es un programa que ha sacado del aire a los dos minutos a (Ricardo) Alfonsín.

¿No es un riesgo que lo saquen a Alfonsín porque da mal el minuto a minuto y aburre y no le pregunten a Horacio Rodríguez Larreta por la suba de la mortalidad infantil en la Ciudad de Buenos Aires?

Carolina: En Intratables no se van a informar sobre las plataformas o acciones del gobierno, pero surgen otras discusiones.

¿Cómo hacer para incidir en la televisión cuando la televisión bloquea la entrada a mujeres que no cumplen con la barrera estética televisiva?

Carolina: No es que a la televisión haya que dejarla ser como es. Está clarísimo que hay desigualdad de género en la profesión periodística y en el acceso a los puestos de decisión en los medios y que las mujeres son tratadas como decorado. No hay una trans en la televisión, salvo Marlene Wayar haciendo un programa en Encuentro o Flor de la V y Lizzy Tagliani como fenómeno. Pero es la misma disputa que hay para dar en el resto de los mercados laborales. ¿Qué otros espacios no periodísticos se pueden hacer como construcción de ciudadanía? Tal vez haya que hacer más televisión en clave televisiva y no pensar sólo en la televisión de aire. Y tal vez no sean sólo espacios periodísticos sino ficcionales.

Marina: También hay cosas interesantes: se empieza a ver un abordaje de la vida sexual activa en la vida cotidiana de las mujeres que son madres.

–Jorge Rial se quejó de la persecución de la Afsca por las críticas a la exposición de un menor de edad en la pelea entre Gisela Bernal y Ariel Diwan. ¿El Estado tiene que persuadir, capacitar o aplicar penas a los programas que transgreden derechos?

Carolina: No estoy de acuerdo con que el Estado tenga que sancionar más duramente. Sí creo en un Estado que dialogue y que no forme profesionales de medios, sino audiencias. Yo creo que todas las experiencias de diálogo desde el Estado han sido mucho más exitosas que las de apercibimiento o amenazas de sanción. Es mucho más productivo el laburo de formación que el de sanción.

Mayra: Las intervenciones de la Afsca o de la Defensoría del Público son espacios relevantes donde circulan un montón de debates.

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MARINA SANCHEZ DE BUSTAMANTE, CAROLINA JUSTO VON LURZER Y MAYRA ALVARADO
 
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