Esta obra va más allá del texto, los actores y actrices, el escenario: el llamado rompimiento de la cuarta pared y más se cumplen por completo. El agotamiento llega después de más de una hora de teatro, pero no se trata del tiempo, se trata del estallido de una máquina teatral frente a los ojos y en el cuerpo, ser con ellos. Ese es sólo uno de los motivos por los que vale la pena asistir al reestreno de Muñeca, escrita en 1924 por Armando Discépolo, creador del grotesco criollo, bajo la versión del actor, dramaturgo y director Pompeyo Audivert, quien la dirige a su vez junto a Andrés Mangone, dándole un giro a la puesta original: emerge la voz de la protagonista de un modo potente, a través de textos de la poetisa uruguaya Marosa Di Giorgio.

Anselmo, quien sufre por su fealdad, no encuentra nada que lo conforme, ni sus riquezas ni sus amistades –de las cuales pocas valen–, sólo el amor de Muñeca parecería calmar tanta angustia. Pero la trama va más allá, y nos remonta a los inicios de las dictaduras en Argentina, a una aristocracia que se siente amenazada por la burguesía en ascenso, y el reloj parece avanzar como la vejez, amenazando toda belleza posible, cobrando vigencia en un tiempo sin tiempo, en una eternidad que parece quebrarse como el espejo. “Si bien es una obra que me gustó desde que comencé a estudiar teatro, recién me siento con la edad suficiente y puedo valorar otras cuestiones. Hoy me atrae lo que creo que es la temática de fondo: la máscara como frontera entre la identidad histórica y la identidad sagrada. Anselmo se siente víctima de ese cuerpo que le ha tocado y que no reconoce como suyo, el cuerpo que habrá que actuar a riesgo de morir”, aclara Audivert y profundiza: “Lo mismo pasa con la sospecha de estar formando parte de una realidad que ha sido construida como fachada teatral de otra que no alcanzamos a enfocar pero que presentimos nos detenta como simples actores para unos fines inenarrables.”

Son 10 los actorxs en escena, entre los que se destacan el irreverente Mosquito Sancineto, Gustavo Durán –parte de los personajes que se travisten en apariencia y lenguaje– e Ivana Zacharsrki, quien interpreta y ha construido a una Muñeca que bordea la sensualidad, el sometimiento y la lucha a la vez: “Marosa fue fundamental con su original lengua de fuego. La busqué a través del cuerpo, del baile también. Se me hizo muy presente Laura Carlotto (coincidió con la restitución de la identidad a Guido), como representante de esas miles de voces de mujeres víctimas de lo peor de nuestra cultura. Así fui sellando una serie de máscaras: para la denuncia, para el simulacro, para el sacrificio, para el amor”, destaca. Y en esta línea, Audivert, quien a su vez se prepara para la vuelta de Edipo en Ezeiza y ensaya como director la obra Ceremonia nocturna, en base a textos de Olga Orozco que adaptó Ivana, agrega: “Quise que Muñeca tuviera una voz propia, poner en palabras su naturaleza maquínica y femenina a la vez, una lengua que le permita dar cuenta de su encrucijada teatral, por encima del mundo que la detenta como un objeto de placer”. A la fuerza que adquieren los textos en las excelentes interpretaciones se suma la música en vivo –de Claudio Peña en chelo– las notas que caen acompañan la debacle. Se pasa de Yrigoyen a Perón, de Ramón Falcón a Uriburu y el eco resuena atravesando el siglo XX. En medio del desborde, del juego de espejos, de muecas, de máscaras, el baile parece cederle lugar a la tragedia anunciada. Es entonces que vuelve con más fuerza Marosa: “Esparcía una fragancia a ovario, a clítoris recio, leve leche, azúcar y granos de sal rodaron por mis pezones hacia afuera”. En palabras de la actriz: “Muñeca vuelve con el propósito de destruirlos de adentro hacia afuera”.

Funciones: viernes y sábados a las 22.15 en C. C. de la Cooperación, Corrientes 1543. Entradas: $ 140.