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Viernes, 22 de mayo de 2015

EL MEGáFONO

El abuso sexual siempre es doloroso

 Por Patricia Gordon *

Los abusos sexuales siempre son abusos de poder y el terreno de la construcción de la sexualidad durante la infancia es el sitio en el que ese poder se ejerce de la peor manera.

En el reciente fallo en el que los jueces (Horacio) Piombo y (Benjamín) Sal Llargués reducen la pena a un abusador con el argumento de que el niño de seis años tenía “una orientación sexual homosexual y estaba habituado a que lo abusen” y que “Es gay, ya tiene su sexualidad definida. El abuso pasó pero no fue tan ultrajante” condensan todos los justificativos en torno a la negación de la infancia, al avasallamiento de los derechos de los/as niños/as y en una grosera conducta discriminatoria se deja clara la posición homofóbica asociando la homosexualidad con el abuso sexual.

Con anterioridad a este fallo ya se habían pronunciado por la reducción de la pena de un pastor argumentando que las niñas que habían sido violadas formaban parte de una cultura en la que se aceptaban las relaciones sexuales tempranas. En este caso no eran gay, eran pobres.

No es cierto que exista un determinismo en torno a las elecciones sexuales. Y por otra parte, resulta por demás cuestionable definir la posición sexuada desde una supuesta genitalidad activa en un niño de seis años. No es verdad que un niño o una niña no padezcan la intromisión de la sexualidad del adulto en el cuerpo infantil.

Es de una enorme gravedad institucional que dos jueces fundamenten la levedad de una condena afirmando que un abuso es una iniciación sexual que prepararía para que en un futuro el abuso duela menos al alma.

Un niño no desea, bajo ningún punto de vista, que los adultos tomen su cuerpo como objeto. Ni una vez, ni dos, ni tres. Siempre es tan doloroso como la primera vez.

Estamos, indefectiblemente, ante la misma inversión de sentido que impera cuando se confunden intencionalmente las responsabilidades. El niño agredido sexualmente termina siendo responsable del delito que se ha cometido sobre él.

No sólo Mario Tolosa, que abusó de su confianza desde el lugar de poder que portaba porque estaba ejerciendo funciones como entrenador es su abusador, tampoco el padre del nene que abusó con anterioridad resultan sus únicos victimarios.

Ahora, un niño sabe que hay representantes de la Justicia que, basados en la ley, le dicen que su dolor no es tan grave porque a esta altura de los acontecimientos ya le debe gustar que lo abusen.

¿De qué lado del placer nos encontramos al pensar la niñez? Una hamaca en una tarde soleada en la plaza, la caricia de quien cuida, el juego de la pelota, la ternura de saberse acompañado a la escuela, el descubrimiento del propio cuerpo como expresión de aquellas primeras preguntas sobre la sexualidad. ¿O acaso habrá quienes nos quieran transmitir que el placer y el deseo son parte de una maquinaria infernal que aplasta los sueños vomitando impunidad?

* Licenciada en Psicología, presidenta de En Red (Red Solidaria de Capacitación y Tratamiento en violencias, abuso sexual y trata de personas) en Mar del Plata.

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