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Viernes, 3 de julio de 2015

La picadora de carne

INTOXICADA A un mes de la histórica plaza del 3 de junio, sus ecos se siguen oyendo y reclaman, entre muchas cosas, tratamientos mediáticos con perspectiva de género. Sin embargo, los insultos y agresiones de un jugador de Gran Hermano hacia su novia dentro de la casa, el affaire Xipolitakis y la aparición de nuevos programas que proclaman a la mujer al frente de la cocina dejan en claro que todavía falta mucho para entrenar a la sociedad en una que inhiba las acciones violentas contra las mujeres, instale la necesidad de intervenir frente a casos de violencia y los saque del ámbito privado, y que además obligue a sus políticxs a poner en la agenda las urgencias que aquella plaza gritó a viva voz.

 Por Flor Monfort

“Creo que Victoria ha vivido situaciones que ninguna mujer tiene que vivir. No tienen ningún tipo de objeto aquellos hombres que se pasan un poco más de la raya por considerar que una modelo o una vedette... esto a veces hay que vivirlo en carne propia para entenderlo. Ojalá no le toque vivirlo a nadie”, dice un hombre enfundado en una musculosa negra agujerada y calzas al tono que le sobredimensionan la zona de la bragueta. Es el abogado Fernando Burlando, que en una escalada de apariciones mediáticas desde sus comienzos con el caso Candela a hoy, terminó bailando en el concurso de Tinelli como una celebridad más. Allí va bajando línea sobre sus clientes famosxs, entre ellxs la más buscada de la semana que pasó, Vicky Xipolitakis. Al escándalo de Aerolíneas, la aparición de su novio sospechado de narco y la posibilidad de una demanda millonaria por parte de los pasajeros del vuelo, se sumaron estos dichos de Burlando, imbuido en un espíritu colectivo que puso el foco en la violencia machista y que lo hacen deslizar que demandaría a los aeronáuticos por acoso sexual, dando a entender algo que dentro del colectivo de mujeres se viene expresando para aplicar a otros casos y situaciones, de peligro real, de acoso y también de abuso: no por ser mujer tengo que querer la aprobación masculina, no por tener la pollera corta tengo que tolerar el piropo, necesitar su mirada o agradecer su deseo.

Es esa la ensalada que muchas veces hace la tele de los temas que se instalan desde las militancias sostenidas en el tiempo cuando llegan a la masividad. Que el abuso sexual, el acoso callejero, el femicidio y el aborto sean naturalizados en el vocabulario mediático parece una buena noticia, pero que se pongan en una coctelera y se mezclen rabiosamente con otra fauna de situaciones pone en evidencia la necesidad de una insistencia que no deje caer el espíritu del 3 de junio o que olvide sus consignas (ver contratapa). Así parece ser el popurrí que protagoniza Burlando y lo insólito de que se calce los brillos y ensaye street dance mientras hace una declaración feminista.

Lo cierto es que los medios están contemplados en la ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, sancionada en marzo de 2009. El artículo III dice que se considera violencia mediática “aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipadas a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, así como también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.

Si es para hablar de imágenes estereotipadas, el show de Tinelli cumple a rajatabla la letra de la ley, el tratamiento del caso Xipolitakis redunda en la Barbie hueca que sólo sirve para calentar pavas (y subraya su carácter de puta cuando “traiciona” a los varones dando a conocer el video, como si ellos no supieran que estaban siendo filmados) y el vaso se termina de llenar con una escena que Gran Hermano fue variando a través de sus ediciones pero que siempre se repite: la del macho de la casa que se pone violento. Si Cristian U humillaba a sus compañeras y Nino Dolce se pegaba la cabeza contra la pared, ahora Brian amenaza a su novia con mandarla a la concha de la hermana si le sigue pidiendo que deje de tomar. A ella se la escucha decir “no puedo creer que me estés pegando”, gritos y portazos. La novedad es el título de la noticia “¿Violencia de género en Gran Hermano?” se preguntó Clarín y el debate replicó el interrogante, apropiándose de la identificación de una escena que, se supone, merece ser denunciada (por algo se la señala con nombre propio y no, como podría haberse rotulado en otra época no muy lejana, “los novios en un ataque de pasión se dijeron de todo”). Lástima que el asunto terminó en una bruma porque el chico no fue captado por las cámaras y a la mañana siguiente “los hermanitos” ya estaban cumpliendo su prueba semanal y del episodio no se dijo más nada. Mientras tanto, Telefé debutó el lunes con un programa que manda literalmente a las mujeres a hacer la comida llamado Morfi, todos a la mesa. Para prueba bastan cinco minutos de pantalla sin volumen: este miércoles se la pudo ver a Carina Zampini exhibiendo cómo se come la punta de un churro bañado en chocolate a pedido de Gerardo Rozín, no una vez sino dos. El comentario masculino “más sexy que comerse un churro es verla a Carina comérselo” en una escenografía plantada en una cocina donde ella vende las recetas “para cuando los chicos vuelven de la escuela”, una consigna digna de 1965.

Si fueran sólo los medios los que atrasan, algo del impulso que dejó plantada la movilización podría verse reflejado en los discursos de los candidatos a jefe de Gobierno. Sin embargo, en el debate que encontró a los tres principales, ninguno dedicó ni siquiera un punto a esta agenda que ya parece tener su propio pulso. La creación de un registro único de víctimas, garantizar el cumplimiento de la ley de educación sexual (más respetada en territorios como Salta que en la propia capital del país), la capacitación del personal policial y judicial en violencias, el patrocinio gratuito de las denunciantes podrían haber sido algunos de los pivotes de campaña, mientras la marcha replicada en 120 puntos del país aún flota en el aire.

A la violencia simbólica todavía la vemos por tevé, esa picadora que más bien gusta de la carne de las mujeres.

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