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Viernes, 28 de octubre de 2005

CONSEJITOS DE MARU BON BON

De cómo hacer de la necesidad un placer, o al menos un entretenimiento

¡Ay, quién pudiera, comer de tan bonito plato como el que os ofrezco arriba! ¿Y por qué no?, me pregunto de inmediato; ¿qué me impide buscar en este valle de lágrimas quien quiera donar sus posaderas no para hacer honor al nombre sino al contrario, para volcarlas al cielo y mecharlas de sabores diversos? La alegría no es sólo brasileña, amiguete/ta/s, y la vida está coolísima (léase culísima) en esta época del año en la que todo se abre, incluso el apetito. Eso sí, es fundamental el intercambio de roles y/o lugares donde una/o va a situarse, porque hacer de caperucita está bien, pero NO todas las veces. Así que ahora, clap, clap, quien comía será el plato y el plato será lo que deba ser o si no no será nada.

1. Caramelos van, salivas vienen: Inofensivo/a, bonito/a, muestra de amable generosidad y de entrega sin restricciones ni muequitas de asco que tan mal les hacen a las relaciones personales. Juego sencillo y entretenido, que por otra parte servirá para no ingerir calorías adicionales, consiste en pasar de boca a boca lo que se está consumiendo antes del final de la cosa (comestible). Pavada a la que se dedica la niñez desde antes de figurar en la historia, se recomienda vivamente limitar el intercambio a caramelos ácidos, ya que la materia se va deteriorando y hacia el final se convierte en un pastiche que es necesario buscar por los rincones (de la boca).

2. Hay un lugar correcto para cada bocado, aunque no es esta servidora la que dirá cuál es, ya que lo correcto está viviendo en la misma celda que lo seguro. Sin embargo cientos de miles de películas de poca monta nos han enseñado a lamber cremas de unas partes y a morder embutidos emergiendo de otras. Se sabe también de la ingesta de hongos naturales siguiendo el camino de las extremidades y de excelentes caldos estivales cultivados en la nuca, más precisamente detrás de las orejas. Ojazo: no se recomienda abusar de productos de higiene que puedan contaminar el sabor natural de las especies.

3. Lo que se chupa, lo que se mastica y lo que se traga: fundamental, amiguete/ta/s, reconocer la diferencia, ya que hay mordiscos de los que no se vuelve o gente que ha sido mordida y no tiene siquiera intenciones de volver a lado alguno. Masticar, masticar, Ud. puede casi en cualquier parte, situando el casi en el fiel del consentimiento sobre todo en relación a la fuerza con que los dientes propios darán comienzo al ejercicio sostenido de la presión. En cuanto a chupar, vamos, estimadísima/mo/s, no me hagan hablar obviedades. Y en cuanto a tragar, pues cualquier cosa que pase la garganta y no sea tóxico, desde zumo de partes hasta bronceador, aceites esenciales, base de maquillaje y otras zonceras que uno/a suele ponerse sobre la piel. Ojito: los productos hipoalergénicos pueden empalagar a personas demasiado viciosas.

4. Lo que uno/a mastica y otro/a traga: aun cuando abundamos en la chance de dar lo que se desgasta en la boca para que otro/tra haga también el trabajo de llegar al meollo del asunto (el momento de la mordida); en este caso reflexionemos juntos/tas sobre las bellezas de tragar lo que otro/a ya masticó (tal vez ayer), y/o de masticar lo que otro/a llevará a su molino como una experiencia religiosa. Ojezno: se trata de masticar lo que ya ha sido desprendido y no desprender lo que está destinado a permanecer unido/da.

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¡Poned en capilla a quien coma de este plato! (sobre todo cuando el mismo ha sido servido tantas veces, desde 1914 a la fecha
 
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