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Viernes, 19 de marzo de 2004

INUTILíSIMO

Vistiendo al personal doméstico

Si algo le estaba faltando a esta discreta y servicial sección es recurrir al Libro de Etiqueta de Rosalinda (Novísimo Código Social), escrito por Jacobita Echaniz y publicado por Editorial Bell en sus varias ediciones (la consultada es de 1951), reconocido manual sobre “las fórmulas existentes, útiles y cómodas, que rigen en los altos círculos sociales”. La ceremoniosa autora nos recomienda en el prólogo, luego de explicar las incontables ventajas de la etiqueta bien entendida, que cuando hayamos adquirido la costumbre de conducirnos “con absoluta elegancia y corrección, debemos hacer lo posible por olvidar nuestra propia perfección”, es decir, no alardear. De todos modos, como para conseguir este altísimo punto chic se necesita estudio y práctica a lo largo de mucho tiempo, hoy nos remitiremos exclusivamente a un tema básico y esencial, que seguramente quita el sueño a muchas lectoras, cual es “el vestir de los sirvientes” (Jacobita tiene la extrema bondad de tranquilizarnos al aclarar que, si la situación lo exige, con un solo doméstico cama adentro, debidamente enseñado, “se puede lograr la elegancia necesaria”).
El caso es que hay que elegir para este tipo de personal distintos uniformes según la hora y el trabajo que desempeñan: “Así, no es necesario que la sirvienta use un batón de limpieza. Mucho más práctico es el guardapolvo azul de poplín con cuellito y puños de piqué blanco que se cambia a diario. Por la tarde, llevará traje azul oscuro, de sarga o seda con mangas largas. Además, medias oscuras, zapatos negros de taco bajo, delantal blanco con bordado”. Este uniforme es apropiado para servir el almuerzo y la comida de la noche (evitar la palabra cena, s’il vous plait). Eso sí, en caso de haber invitados, por más informal que sea el piscolabis, la mucama calzará guantes blancos para servir.
Si el único sirviente de la casa es varón, por la mañana, para la limpieza, portará pantalones negros o grises, chaleco a rayas y gran delantal de tela gruesa azul marino, o bien pantalón negro y saco de brin blanco. Para servir la mesa, el infaltable pantalón negro, zapatos de igual color con suela de goma (para no molestar con sus pisadas), camisa blanca, corbata negra, saco negro de lustrina o paño, guantes blancos. Para situaciones de etiqueta, desde luego, smoking o frac.
Si hay niñera, puede vestir traje gris con detalles de piqué blancos, zapatos al tono lo mismo que las medias (se permiten las grises) y en algunos casos, cofia de piqué. El abrigo de las niñeras es azul marino tipo sport que se lleva con un sombrero cloche azul o gris. Nos quedaría por mencionar en esta primera pero sustanciosa entrega, el vestir de la cocinera –ese punto débil de muchos hogares–, que –más sencillo imposible– debe llevar el clásico blanco de pies a cabeza.
Ultimo (por hoy) y vital consejo de doña Jacobita: la señora de la casa puede, llegado el caso, colaborar en las tareas domésticas, lo cual “no debe constituir un obstáculo para que la servidumbre la trate con toda la etiqueta del mundo, y que ella a su vez conserve las distancias esenciales”.

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