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Viernes, 17 de junio de 2005

INUTILíSIMO

Al teatro, comme il faut

Qué bueno que un experto como Antonio Armenteras nos recuerde las normas del buen tono al asistir a una representación teatral porque en nuestros días, hay que reconocerlo, se han ido perdiendo gestos de elemental cortesía, imprescindibles para que este tipo de salidas resulten satisfactorias en todo sentido.

En su Enciclopedia de la Educación y Mundología (Gassó Editores, Barcelona, 1959) nos señala don Antonio que, como primera medida, al teatro hay que llegar por los menos cinco minutos antes de comenzar la función, para evitar los pisotones y otras molestias de los que ingresan una vez comenzada la representación: “Esos mismos retrasados suelen ser los que una vez que la damita y el galán se estrechan anunciando el final, se precipitan hacia la salida, sin dignarse a aplaudir y fastidiando de nuevo a todo el mundo”.

Según el autor de la Enciclopedia, “existe la creencia, por parte de algunas personas que se las dan de elegantes, de que el aplaudir no resulta distinguido. ¡Error mayúsculo! El aplauso debe tributarse a quien se lo merezca, sin reservas, aunque no de una forma descompuesta. Tampoco debe aplaudirse con los guantes puestos, ni golpeando una palma de una mano contra el dorso de la otra”. Por cierto, el silbido y la protesta de palabra no deben tener cabida en locales de categoría. Tampoco durante la representación se pueden comer golosinas que hagan ruido: galletas, almendras, avellanas: “Sólo en silencio está permitido saborear pastillas, caramelos o bombones”.

A continuación, don Antonio nos despeja una cuestión capital, que siempre nos conflictúa en el teatro: ¿qué brazo del asiento nos corresponde? “En las butacas situadas a la izquierda del pasillo central les corresponde el brazo derecho, y en las del otro lado, el izquierdo. Por consiguiente, si alguien pretende apoyar sus codos en ambos brazos, se le podrá llamar la atención por incorrecto.”

Aclarado este dilema fundamental, pasemos directamente al ámbito musical de la mano de Leticia Vigil (Buenas maneras, Vergara Editor, 1991) para recordar que a “la ópera, el ballet y los conciertos, salvo que se trate de una función de gala –a la que puede asistir con un atuendo de tul de ilusión, como el de la ilustración–, se concurre con traje de tarde, por ejemplo, tailleur oscuro y blusa paqueta o vestido de seda. Mientras que los hombres deben usar traje oscuro y corbata. En estas oportunidades, “las manifestaciones de entusiasmo, los bravos o los pifias, sólo desde la galería”. Lugar al que obviamente no va la gente como una.

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