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Viernes, 28 de marzo de 2008

INUTILíSIMO

Le dernier cri parisien

Es de damas elegantes y con sentido de la oportunidad saber que hay una forma de vestirse apropiada para cada ámbito y horario. Martine Renier, redactora en jefe de la revista de moda Femina, anota con toda razón en el diario La Nación del 25 de diciembre de 1930 que, por ejemplo, “los trajes de jardín deben ser, ante todo de una gran simplicidad”. La especialista aclara que acaba de volver de París, donde no dejó pasar ocasión de observar los últimos detalles de la moda que merecen ser adoptados por las argentinas, como el tapado corto, que permite refrescar —subiéndole el ruedo— un tapado usado, “lo que no es de desdeñar en esta época que se anuncia como la era de la economía”. En el Ritz, esta periodista vio encantadoras casacas de manga ajustada con puños de piel, ideales para los primeros fríos. Asimismo, sombreros haciendo juego con cuellos drapeados bicolores y unas sentadoras corbatas de castor, loutre o astracán, que se anudan adelante, “prácticas, nada incómodas, infinitamente más fáciles de llevar que el clásico gorro de piel que se resbala tanto”.

Para la noche nos recomienda trajes de encaje o de mousseline broché de oro y zapatos en crêpe de Chine del color del vestido. Para el automóvil, en cambio, saquitos en pieles claras, tales como astracán gris o agneau rasé beige. Por otra parte, se nos anuncia que tienen mucho éxito en París los grandes pañuelos, particularmente los de Worth, que llevan la marca impresa en el pochoir. Otra opción muy refinada: las echarpes flexibles en terciopelo acompañando trajes en tonos contrastados. A este respecto, mademoiselle Renier dictamina que “inútil es señalar que ésa es una de las formas de llevarlas, porque la moda está hecha de gestos tanto como de formas”. Tanto es así que “cualquier cosa muy en boga puede resultar antigua y sin gracia si se la lleva mal”.

¿Llevaremos guantes este otoño? Pues claro que sí, aunque Martine Renier desdeña los complicados ensayos que se han hecho con guantes pailletés, incrustados con bordes de encaje o de strass: “Jamás una parisiense digna de este nombre consentiría en adornarse con fruslerías alambicadas a ese punto, y seguramente preferiría los pointillés de Worth”. Sin embargo, la articulista se lamenta de no haber encontrado más guantes en las soirées estivales de Biarritz, quizá debido “a ese pequeño desgano que provoca el calor”. Entre los vestidos apropiados para llevar en el jardín antes de que el frío apriete se sugieren diseños de Lanvin, Regny y Chantal, en piqué, batista, linón, hilo y shantung. Sencillos y discretos para departir entre amigas bajo una glorieta tomando un refresco, o para juntar flores en una canastilla.

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