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Viernes, 19 de mayo de 2006

URBANIDADES

El refugio de la cofradía

 Por Marta Dillon

–Por favor, dame tu opinión profesional –dice con un guiño el cronista de CQC, el tradicional programa de Mario Pergolini y sus amigos.

–¿Qué quiere decir una opinión profesional? No puedo, soy el padre... –esquiva con timidez Lito Vitale, pero con evidente entendimiento sobre lo que significa “profesional”.

–Estuvimos preguntándoles a otros padres qué harían si su hija saliera así en una revista, y la mayoría usaría la fuerza para evitarlo, ¿vos cómo te la bancaste?

–Eh, no, no, ella...., no sé, qué querés que te diga...

Mientras los muchachos hablaban, la revista Playboy pasaba de uno a otro, la hojeaban junto con la cámara, cabeceaban como diciendo... vaya a saber qué estaban diciendo. Es que en el clásico dossier de la chica en bolas de la no menos tradicional revista de conejitas, la señorita que se hace llamar Eme mostraba su cuerpo finamente decorado con orejitas de conejo, incluyendo una depilación con la misma forma modelando el vello púbico. Y como el señor Lito Vitale es el padre de la desnudista de 22, los muchachos de CQC quisieron preguntarle cómo se sentía.

–Esta es un poco zarpada –dice Lito en un momento, mostrando a cámara a su hija desnuda tirándose sobre las tetas un chorro de líquido blanco símil leche.

La espectadora sensible, a esa altura, difícilmente podría volver a ubicar su mandíbula en una posición aceptable como para decir algo. Porque la incomodidad crecía, al principio informe, después encontrando sus bordes más precisos. ¿Era necesario que el padre de la señorita conteste sobre las fotos de su hija en cueros? Se ve que así lo consideró el músico de las trasnoches, porque a pesar del tono subido de su piel siguió con la entrevista, tal vez haciendo tiempo hasta decidir si entraba en el chiste subrayado de codazos y exclamaciones a lo Beavis & Butthead –¿se acuerdan?, esos adolescentes granudos que se tiraban pedos y se excitaban con las chicas lindas– u ocupaba un lugar por fuera de la cofradía del deber ser macho, gracioso y calentón. Finalmente se decidió. Después de escuchar testimonios de otros padres que cagarían a piñas a sus hijas, que miraban para otro lado o se quedaban prendados de la depilación con forma de conejito, Lito Vitale metió su bocadillo, hizo su propio chiste, quiso ser más vivo que el cronista:

–Pero decime la verdad. No da trola barata, ¿no?

El cronista cabecea, piensa:

–Y no, barata, no.

Muy gracioso.

Como la espectadora sensible no pudo recuperar la mandíbula, que a esta altura barre del piso la tierra del día, sigue mirando el mismo programa incluso durante las propagandas, incluso en el momento antes de ir al corte, justo cuando los muchachos de CQC hacen sus publicidades propias. Qué loco, ¿no? Si nos dejáramos guiar por ellas creeríamos que el éxito les augura mujeres –una para dos, en el peor de los casos–, alta tecnología en celulares, plasmas, autos, Internet, champagne o cerveza. ¡Qué bien que la pasan estos pibes! Y eso que no son muy agraciados que digamos, pero –es cierto– tienen el poder o lo aparentan. En su mundo estrictamente masculino –¿o acaso alguna vez se coló alguna chica en el staff o incluso entre las entrevistadas más que para mostrar lo estúpida que es?– todos parecen tenerla tan larga como su auto.

Lo grave es que vamos a la tanda auténticamente dicha y, ahí sí, aparecen las chicas: para invitarlas a usar desodorante vaginal –”y estar siempre fresca”– y no tener vergüenza a la hora de prometer sexo, a tomar yogurt para ir al baño tupido, a caminar en medias por una estación de tren, a comprar feliz y contenta en un supermercado que te había abandonado y por suerte volvió, o a usar un champú especial para que no se te caiga el pelo. En fin, nosotras nos desodorizamos, nos limpiamos y compramos comida, ¿para quién será?

Cualquiera podría decirle a la espectadora sensible que se abstenga de ciertos horarios, de ciertos programas, de la tele en general. Y tendría razón. Pasa que a veces la e.s. se confunde, tal vez quedó prendada de épocas pasadas, cuando estos muchachos de los anteojos negros parecían progres, perseguían represores en lugares públicos o dejaban en ridículo a quienes merecían quedar en ridículo. Lo loco es que después de todos estos años –en los que dejaron de perseguir represores y etc.–, la mayoría se sienta obligada a contestarles so pena de parecer amargados y hasta la propia primera ciudadana resista un chiste sobre el tamaño de su culo. Total las mujeres estamos para la cachetada –que tan bien grafican en ese programa y suelen darles a las modelos tontas–. Y los muchachos, se ve, para la alta tecnología.

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