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Viernes, 22 de julio de 2005

¡ZAPPING! › ¡ZAPPING!

Y todo por un bisturí

 Por Marta Dillon


El caso Ferriols renació de sus cenizas. Cuál ave fénix el entuerto del cirujano y sus placeres queer volvieron a la pantalla de la mano de Su Giménez que lo invitó a que expusiera su "responsabilidad más no su culpa", según las palabras del galeno que lucía como siempre compungido y atormentado, aunque no menos que su señora ex esposa quien desde las hermosas montañas de Bariloche volvió a acusarlo de arruinar su vida, su familia y a sus hijas a quienes evitó mencionar, justamente, mencionándolas, para, acto seguido, decir que si bien ella podía estar ahora haciendo teatro en (un lugar que no mencionaremos) y "ya que estoy aprovecho y te mando el chivo", en el fondo estaba "destruida", igual que las niñas de ambos. Muy oportuna la Salomón, muy resistente la señora que supo hacer de la desgracia una oportunidad. Aunque, si vamos a cortar fino el salamín --como parece que de eso se trata todo este affaire-- la desgracia no es más que la comprobación frente a varios miles de televidentes de que su marido le era infiel. Porque no nos vamos a detener ahora en el detalle de con quién, mucho menos de qué tendría entre las piernas la señorita que se avino a los requirimientos del cirujano. Será travesti, ok, pero no menos travesti es la propia Salomón: tetas bien puestas, cara reconstruída, vientre lipoaspirado, piernas lipoesculpidas y la lista podría seguir. En la calle y con bombacha dudo mucho de que alguien pueda distinguir entre una y otra. Y en cuanto al badajo, amigas y amigos, simple detalle de color, tal vez condimento, pero no es para andar asustándose por eso. En cuanto a la visibilidad que tuvo el caso, pues es patética. Esta muy mal que el señor cobre en favores sexuales sus servicios como galeno, pero por lo que yo vi tampoco es que se negó a intervención alguna si se le negaban los favores. Será patético lo que se vio, pero sólo porque se vio. Y si no, pregunten a los vecinos sensibles de Palermo que ahora que no ven lo que hacen los clientes de la prostitución callejera dando vueltas y vueltas por el Rosedal hasta altas horas de la noche están locos de contentos. Salvo, claro, cuando llegan tarde a casa y no hay quien los proteja de los robos que antes campeaban en otras esquinas. Qué vamos a hacer, todo es según cómo se mire, mientras se mire.

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