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Viernes, 24 de febrero de 2006

DICCIONARIO DE GRANDES MUJERES QUE LA HISTORIA OLVIDó

Esther Bolis (auténtica descubridora del fenómeno OVNI)

El libro que aporta la respuesta justa para aquella clásica pregunta: “Y, a ver, decime vos, ¿las mujeres lo qué inventaron?”

Consignan los Archivos de Indias que la pionera Esther Bolis (Todos los Toldos, 1500-1600) nacida un día lunes, a grito pelado preguntó apenas vio la luz: “¿Hay vida en Martes?” Nadie le respondió, pero todos admiraron su don para conectar con el más allá y aturdir en público. Bolis fue una nativa comechingona avasallada por la potencia de los (hermanos) conquistadores instalados a perpetuidad en la zona de la actual San Luis.

A pesar de su platinado natural y su afán de llamar “mis grasitas” a todos sus vecinos, los parroquianos la consideraban una reverenda puntana. Hasta pasados los cuarenta, todos los Adelantados la habían pasado por alto; tuvo que ser un Atrasado quien se jugara a cautivarla: ése fue el magnánimo Don Beto Rodríguez. “¡Záas!”, exclamó Bolis dejándose llevar por la estampa de quien se le antojaba un auténtico cacique. Sin embargo, lo que comenzó como un nidito de amor a las pocas horas se convirtió en un nido de ratas y fue Beto quien, a instancias de su amada, conoció el impacto en la frente de los primeros platos voladores.

Cuenta la leyenda que, para calmar los nervios tras las peleas, Bolis iba de visita a los paisajes mostazas de Merlo, donde tuvo los primeros contactos con naves espaciales. “¡Quiero ser abducida y luego embalsamada!”, clamó para sorpresa de los hombrecitos verdes quienes, tras breves conciliábulos, optaron por no responder. Ignorada, dolida, solita y sola en medio de esos parajes dignos de película, Bolis intentó despertar la compasión alienígena emitiendo suspiros en su lengua materna: “¡Ufo! ¡Ufo!”. (Turistas norteamericanos –hombres, por supuesto– que pasaban por allí escucharon los lamentos, importaron la expresión para su beneficio personal y nacional: desde entonces, en Norteamérica a los OVNI se les dice “ufo”). Aturdida de dolor, recluida por la envidia machista en una clínica destinada a tontas y a locas, Bolis garabateó en un cuadernito forrado en pelo de quincho, vida, obra y funcionamiento quinquenal de las comunidades extraterrestres. El manuscrito quedó olvidado en la institución hasta que, cuatro siglos después, otro internado, Fabio Zerpa, a pesar de su chaleco de fuerza, pudo manotear el texto y atribuirse su autoría. Paradojas de la historia, lo que a ella le valió el encierro, a él le valdría prestigio y un localcito a la calle. “¡Fabio Zerpa tiene razón!”, dijo –perdiendo su puesto pero ganando un hit– el director de la clínica, y le abrió personalmente las puertas. La abanderada de los extraterrestres tuvo que renunciar a los honores. Siendo las 20.25, este diccionario, firme junto al pueblo femenino, la devuelve a la posteridad.

El presente texto es un adelanto exclusivo del Diccionario de pronta aparición en español.
Traducción y gesticulación del alemán musicalizado: Nené Vazziola.

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Innegable. Así de contundente es la documentación de la existencia de Bolis: arriba, recién cautivada, paseando por San Luis Jolibu con el cacique
Beto; abajo, durante el segundo cumpleaños de su marcianito favorito.
 
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