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Viernes, 20 de octubre de 2006

VISTO Y LEíDO

Cuando la forma altera el producto

 Por Liliana Viola

Diario de una mujer gorda
Hernán Casciari
Plaza & Janés
Págs. 270
Precio: $ 21

“Tengo 52 años. Antes era dependiente de una casa de ropa y cuando me echaron mi hijo el Nacho me dijo que hiciera esto en Internet. Acá estamos.” El “acá” donde comenzó la historia de Mirta Bertotti es un blog donde diariamente esta señora argentina oriunda de Mercedes, casada con un gruñón de buena entraña y madre de tres zánganos, desde el año 2003 comenzó a “postear” todo lo que pasaba en su familia de locos y por su cabeza. Los navegantes consumidores de este formato, acostumbrados a repasar las reflexiones íntimas de adolescentes, pornógrafos, las grandes verdades de los bloggers, se toparon con una extraña. Una impostora o una enajenada; la autora de este diario descarga los prejuicios de toda una generación incluidos los embates de su menopausia, con el mismo candor y respeto de los códigos que el más hábil y sobre todo joven internauta. Enarbola un discurso perimido, juega con el costumbrismo y el humor negro desde un lenguaje plagado de lunfardo, gustoso de darle las espaldas, o el traste, a la globalización. Bajo el titulo de Diario de una mujer gorda, su autor, el blogger Hernán Casciari, que nació en Mercedes en 1971 y que vive en España desde hace varios años, jugó con la ambigüedad de la existencia de Mirta Bertotti subiendo fotos de ella y su familia, armando sin pausa más de 200 pequeños relatos pormenorizados de su vida privada. El blog que comenzó como lectura entre amigos al rato recibió el respaldo de sus pares —condición sine qua non para el triunfo de este formato—, en el 2005 fue elegido como el mejor entre 2500 postulantes en el concurso internacional más prestigioso del medio, y este año alcanzó el formato libro, editado primero en España y ahora distribuido en la Argentina. ¿Por qué un excelente blog puede convertirse en un libro olvidable? Seguramente porque las leyes de cada soporte no deberían ser pasadas por alto, ni transcriptas sin más. No se pasa de película a libro copiando fotogramas y diálogos. El blog tienen sus leyes y la mujer gorda, el mérito de haber sabido aprovecharlas. La pantalla de la computadora rinde culto a lo efímero, invita y obliga a entrar por cualquier lado, elegir las escenas arbitrariamente o a merced de los dibujos más logrados de Erlich, el dibujante y diseñador tucumano que retrata escenas de la vida de los Bertotti. Se podría comenzar leyendo los comentarios –hay posts que tienen más de cien intervenciones de lectores– o consultar la sección de las escenas más leídas, el árbol genealógico, los títulos más sugerentes. El libro impone una linealidad que las curvas de esta señora, en términos de literatura, no resisten. Para todos los que temieron la muerte del libro en manos de la computadora, se impone la evidencia de que una gran distancia los separa. Para quienes crean que el libro siempre es mejor que la película o que el blog, va este ejemplo. Para conocer a Mirta, la cita sigue siendo en www.mujergorda.blogspot.com. Quienes deseen recordarla y releerla estando unplugged, bueno es el libro que acaba de editarse. Pero no le hace honor a su gracia, encontrársela por vez primera, ordenada y almidonada entre las páginas.

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