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Viernes, 20 de julio de 2007

VISTO Y LEíDO

El vacío como fuente de poder

 Por Liliana Viola


El amor al nombre
Martine Broda

Losada
244 páginas

Trazar el cuadro del circuito de la comunicación con sus correspondientes funciones del lenguaje es ejercicio obligado en casi todos los años de la escuela primaria y secundaria, como antes fue el análisis sintáctico. Así es que en este momento niños y niñas repiten a coro que el ejemplo más perfecto de la función emotiva del lenguaje es la poesía, expresión del sujeto, de la emoción del yo. Luego aprenderán a refrenar o a encubrir esas cosas. ¿Y si la poesía no fuera eso?

La poesía no es eso, sino la expresión de un deseo, culminación del placer o de la insatisfacción, pero nunca expresión de lo que se es o se posee; los poemas de amor no se dirigen casi nunca a un destinatario real o físico sino a su imposibilidad, afirma en este ensayo erudito y apasionado la poeta francesa Martine Broda. Y agrega: este lugar común que identifica lirismo con desborde ha aportado nefastas consecuencias a la poesía, sobre todo luego de que la última mitad del siglo XX presenciara la crisis del sujeto, la muerte del autor y el consecuente desprecio por todo atisbo de lirismo.

Lo interesante de este libro reside en las lecturas que la autora emprende con el objetivo de demostrar su hipótesis. Con el aval de una cita de Roberto Juarroz, “la poesía estará siempre cerca del amor, la poesía amorosa es el sector más amplio de la historia de la poesía”, analiza textos de trovadores y trovadoras, repasa las definiciones de lo poético desde Aristóteles, Hölderlin, Nietzsche hasta Genette. Entre los poetas, rastrea el amor imposible, vidente, capaz de nombrar y de perder en Dante, Petrarca, Maurice Scève, Nerval, Aragón, Baudelaire, Pierre Jean Jouve, Rainer Maria Rilke. Entre las poetas se destaca su trabajo sobre Marina Tsvetaieva, poeta rusa que en 1923 le escribía a un enamorado: “Yendo por el bosque, pensaba: ¿de dónde surge en el amor ese eterno lamento del alma que me hace tanto daño, ese deseo de dolor? ¡Oh! Dios verdaderamente quiere hacer de mí una gran poeta, de otro modo no me lo quitaría todo”. Broda confiesa su remordimiento por no haber estudiado profundamente aún el lirismo femenino mientras dedica una digresión a Tsvetaieva, la poeta que consiguió romper con el estereotipo de la amada inmóvil construyendo una voz andrógina, turbulenta y potente. Las mujeres en su lirismo siempre le cantan al amor que no está, al amor que abandona, pero a la vez, destaca Martine Broda, hay que observar que siempre que hablan del amor se sienten impulsadas a declararlo y en ese movimiento avanzan, toman la iniciativa, un lugar de poder.

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