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Viernes, 19 de enero de 2007

LA VENTA EN LOS OJOS

Con la luz prendida

 Por Luciana Peker

Eran otros tiempos cuando en la costa las playas se llamaban Las Gaviotas, Bucanero o Cocodrilo, cuando los nombres remitían a piratas o animales marinos. Ahora cuando la gente se va de la publicidad (deja sus sillones con vista a la tele), la publicidad va hasta la gente (con sus sombrillas con vista al mar) y sella su nombre a las reposeras en donde la nuca puede descansar del ir y venir del 39 o los pasillos de Tribunales pero nunca –nunca– del marketing. Este año, Schering también llevó su estampa a Pinamar y convirtió al balneario Soleil en el Parador “Cuidarte es quererte”, el lema de la campaña de difusión que desde hace 15 años realiza el laboratorio. Pero, este verano 2007, en Avenida del Mar y Jilguero, también hay oferta de clases de salsa, sector spa, masajes, chill out con camastros, deportes, tatuadores y hasta un “Cuidarte es quererte Kids” (para las que no se cuidaron queriendo).

“El objetivo de la campaña ‘Cuidarte es quererte’ es concientizar a las adolescentes sobre el conocimiento de los métodos anticonceptivos que existen en el país y la importancia de una sexualidad responsable”, dicen en Schering. Y muestran a su chica de la foto en posición de brincar –y con motivos–, ya que naturalizar las charlas entre amigas, entre parejas, entre hermanos, entre padres o madres, entre quienes sea, sobre disfrutar del sexo sin padecer es, más que un paso, un salto en la historia de la autonomía de la sexualidad femenina que se revolucionó, justamente, con la invención de la píldora hace –ni siquiera– medio siglo. Ahora, poder decidir disfrutar del cuerpo sin planificar la maternidad es tan posible como ir al mar o descruzarse de brazos al sol. También marca un cambio que la playa ofrezca rugby, voley o fútbol (porque habla de un interés porque los varones también vean, frente a sus ojos, que cuidarse no es cosa exclusivamente de chicas) y que las mujeres con hijos no sientan que las únicas vulnerables son las adolescentes.

Sin embargo, tampoco hay dudas de que este marketing muestra la otra cara del progreso: la diferencia. En Pinamar están las que pueden pagar los adelantos en anticonceptivos –que ya hay los que no engordan y hasta hacen brillar el pelo como la línea Yazmin– y, en cambio, la brecha abrocha a las que –cuando ellas llegan hasta los anticonceptivos– pueden acceder a los insumos que compra el Estado –que son más baratos, más antiguos y menos inocuos que las pastillas de última generación–.

De todas maneras, la publicidad dice mucho más de lo que la publicidad es. Y es un avance justo y necesario que los anticonceptivos pongan sus luces de neón sobre la arena para recordarles a las chicas que se cuiden –o cuiden sus deseos– cuando se apagan las luces. O se prenden.

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