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Viernes, 11 de mayo de 2007

LA VENTA EN LOS OJOS

Bancate ese defecto

 Por Luciana Peker

“Prefiero hacer de la mamá de Luisina Brando que terminar con las expresiones duras y la cara clonada de Amira Yoma”, reafirmó sobre la decisión de cerrar los ojos y abrir un abanico de pliegues –condenados por no ser firmes, pero iluminados por la textura de la piel– la actriz Claudia Fontán. “El otro día me regalaron unas bolas de chocolate. Le dije a mi novio que no me las iba a comer y las tiré a la basura. Pero a la noche me puse a revisar el tacho hasta encontrarlas. ¡Y me las comí!”, confesó el crimen de cartonera chocolatada la conductora Maju Lozano. “Hace mucho tiempo que me resigné a no lucir mis manos ni a lidiar con las dificultades de las uñas esculpidas y sus services”, confesó la actriz Patricia Etchegoyen. Y no es que no ir a la manicura sea un delito confesable sino que comerse las uñas (con esmalte, cutícula y todo) no es la terminación que se espera de una mujer de la que se espera que esté bien (y sus manos también).

En realidad, las tres mujeres no estaban en tren de confesiones sino en la presentación de la publicidad Sentirse bien es una elección de H2oh! de 7Up. Aunque, en realidad, ni comerse las uñas, ni delirar por el chocolate, ni resistirse a las cirugías son –o deberían ser– confesiones. Sin embargo, en épocas donde en el confesionario televisivo se ve pasar la psicosis por las cremas anti-estrías, las extensiones para el pelo o los kilos de más, la confusión es tan grande que el deber ser estético (no te arrugarás, no engordarás, no te descuidarás) tiene tanta presencia que sólo un soplido en común, de furia o de humor, puede frenarlo.

En la publicidad televisiva de la nueva bebida citrus se ven hombres y mujeres con narices prominentes, dientes desparejos, mínima altura o alergia al sol que alardean de no ser perfectos. Incluso de no ser perfectos más allá de su cuerpo. Hay una mujer que ronca, un varón que no delega (bueno, hay pocos que lo vivan, realmente, como una falencia) y un novio que baila pésimo. El chico se banca un defecto asociado –azarosamente– al mal sexo y la chica, una falla en la respiración que es supuesto privilegio de los hombrazos de pelo (y bufido) en el pecho. Hacerse cargo saca carga.

Aunque, por otro lado, también es verdad que la publicidad verdad (con La belleza real de Dove o Las cosas como son de Sprite) ya es una tendencia y una estrategia. Sin embargo, también hay que decirlo, no vivimos en una sociedad que esté de vuelta de la imposición de los modelos de perfección (si sos flaca, que sea sin estrías; si tenés tetas, por favor sin rollos; si sos estilizada, faltan lolas; y así) y, por eso, el operativo “Soy como soy” causa placer. El placer del alivio.

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