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Viernes, 28 de octubre de 2011

ESCENAS

Las revueltas

Otros gritos, de María Rosa Pfeiffer, Patricia Suárez y Laura Coton, aborda el hito de El Grito de Alcorta –1912–, un episodio iniciático del movimiento obrero, desde la voz de aquellas que van a la par en la lucha aunque no estén en huelga.

 Por Sonia Jaroslavsky

El espectáculo dirigido por Paula Etchebehere retoma, como Batir de alas, Querida Marta o Elevé (actualmente también en cartel en No Avestruz) una partitura corporal dramatúrgica que se fusiona en el transcurrir de los seis monólogos de esta obra textocéntrica. Otros gritos precipita la pregunta de cuál es el grito central para que se nomine el otro. Lo que gritan pero también lo que callan las mujeres (campesinas, inmigrantes, indígenas) responderá a esos otros: los gritos de las que quedan mientras más allá están los muchachos de la huelga y posterior rebelión. La directora se interesó en este material porque la situación de lucha social y femenina le produce admiración y la sensibiliza especialmente. Ya hace tiempo trabajó sobre un libro, Mi guerra de España, que escribió su tía Mika Etchebehere, primera jefa de guerrillas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista): “Las mujeres en Argentina estuvieron a la par de sus hombres en el campo, también criando a sus hijos y realizando tareas del hogar. En la obra las vemos alejadas de ellos, que están en la revuelta, pero ocuparon un lugar primordial, desplegando su fortaleza física y anímica, sin perder sus sueños particulares”.

Con un elenco integrado por Maia Francia, Raquel Albéniz, María Forni, Silvia Trawier, Romina Michelizzi y la misma María Rosa Pfeiffer, las actrices encarnan sus personajes y en cada escena siempre hay una que hace la segunda a la otra, agregando lo no dicho, aportando opiniones, entramando los cuerpos, acercando un objeto (cartel o fusil). Emilia es la que se quería ir de allí; Margareth, la que mató a un indio; La Roja quería un caballo; La Baldía es la que no podía concebir; a Serafina se le murió una muchacha y Julia es la que está muerta. Etchebehere agrega que los personajes muestran a la inmigración y con sus matices desnudan la verdadera conflictiva: “La alemana que habla de los indios como ‘esos salvajes’; la Roja, que habla de los muertos en la revuelta, sin dramatismo: ‘No sé qué tanto alboroto hacen. ¿Han hecho la huelga? Bien. ¿Han ido presos? No esperarían que les dieran chocolate. ¿Han vuelto todos vivos? Entonces no ha sido tanto, vamos. Más mueren allá, y todos niños, por la falta de pan’. Esta forma de mirar la diferencia hace que veamos la complejidad de la historia, de la convivencia. Por eso cada personaje se mueve con gran particularidad; eso hace que hayamos encontrado con las actrices el cuerpo común: en el plano de los cuerpos reales, el desnudarlas (aunque en paños menores) fue una manera de exponer esa diferencia, porque en el común de tener pechos, piernas, panzas, caras, manos, fue que se encontraron más como género y en el plano de la construcción de esos personajes, la realidad de venir de distintas formaciones o formas de trabajar nos juntó en una necesidad de luchar por un corpus común e incluyente”.

La escenografía, diseño espacial y luces a cargo de un exquisito trabajo de Magali Acha, propone remarcar lo simbólico que ingresará para el espectador hacia el final de la obra. El caballo, el alambrado, los troncos. En escala pequeña un caballo de juguete en el cuadrado de un campito. Como dice la directora: “la Roja no va a ningún lado si no tiene el contrato del campo firmado, ya que en esa época se lograron avances muy importantes, pero que pan a pan (de pasto) se sigue reivindicando. También los troncos fueron una manera de ‘el aquí y ahora’ (nos cuesta ‘ver’ el campo, a nosotros en la ciudad) vemos pedazos cortados de troncos, no vemos extensión. Vemos panes de pasto de jardín... y de esos pedazos reconstruimos la totalidad, como cuando uno trae un caracol de la playa. El alambre apareció también cuando pensamos en qué acciones podrían hacer estas mujeres, cuáles eran posibles de producir y no tanto reproducir en escena que nos permitiera hacer referencia al hecho de alambrar pero en un juego real, auténtico, de enredar los cuerpos, atar las mujeres a su lugar y entre ellas, delimitar un espacio que quieren poseer, armar un ‘paisaje’ o ‘mapa’.”

Otros gritos. Jueves, 20.30 he. Teatro del Pueblo. Roque Sáenz Peña 943.

Reservas: 4326-3606. $ 50; $25 (estudiantes y jubilados)

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