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Viernes, 10 de enero de 2003

ARQUETIPAS › ARQUETIPAS

las vacaciones

–¿Qué tal las vacaciones?
–Un bocado del infierno.
–¿Un qué?
–Una cagada.
–¿Por qué? ¡Con las ganas que tenían de ir!
–Tenías: yo tenía. Ellos parece que no.
–¿Quiénes son ellos?
–Esos. Mi hijo y mi marido.
–¿Mala onda?
–Mi hijo se pasó una semana mirándose las ojotas, sin levantar la vista ni hablar con nadie, y a mi marido le dio por aprovechar las vacaciones para hacerme planteos profundos sobre nuestra vida conyugal.
–¡Oh, no!
–Oh, sí. Como te digo.
–¿Y a tu hijo qué le pasaba? ¿No me dijiste que el hotel tenía entretenedor de chicos?
–Sí, tenía. Pero Julito ya tiene trece. ¿Te lo imaginás haciendo caminatas por la playa con los de cinco años? Se lo propuse y me escupió.
–¿Y no había chicos de su edad?
–¡Montones! Pero a esa edad no se hablan. Rumian odio cada uno en su carpa y con sus propios padres.
–¿Y tu marido? ¿Qué planteos te hizo?
–Me dijo que hace años que viene observando que yo me como la pechuga del pollo, que mi hijo se come las patas y que a él le queda el muslo. Dice que así no quiere vivir más.
–Pero el pollo viene con dos pechugas.
–¡Eso mismo le dije yo! ¡Yo las dos nunca me como!
–¿Y él qué dice?
–Está con el viejazo. Recorrimos Valeria, Ostende, Cariló y Pinamar buscando un short de baño para él, pero unos le parecen de pendejo y los otros le parecen de jubilado.
–¿Y qué otros planteos te hizo?
–Dice que yo ya no lo mimo como antes, y que cada vez me parezco más a mi mamá.
–¡Eso es una agresión tremenda!
–Qué te parece. Y dice que viene observando que en los restaurantes yo pido más comida de la necesaria porque me gusta que algo sobre.
–¿Y es cierto?
–Claro que no es cierto. Nos pasamos la semana entera verificando lo que sobraba, y no sobraba nada porque como yo me encargaba de comerme lo que nadie quería. Engordé como dos kilos.
–¿Se puso amarrete?
–Dice que no, pero que viene observando que yo tengo un costado muy superficial. Dice que soy consumista y que soy pasatista... ¡Y todo porque me gustan las palabras cruzadas! ¿Es obligatorio leer a Tolstoi en la playa? ¿Vos qué leés en la playa?
–Yo, Caras.
–¿No te digo?

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