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Viernes, 7 de junio de 2002

TALK SHOW › TALK SHOW

una chica tan linda como yo

 Por Moira Soto

Tal parece que las que creímos en la emoción desbordante de Halle Berry cuando recibió su Oscar y se lo dedicó a todas las actrices negras que la precedieron, no estábamos tan equivocadas... Después de leer varios reportajes a la intérprete, bella mezcla de inglesa y afronorteamericana (sí: también de diosa y pantera) y sobre todo de verla en Cambio de vida (Monster’s Ball), estrenada esta semana, queda confirmado que Berry no sobreactuaba al decir que lo que le estaba sucediendo era más de lo que podía caber en ella, al tender su mano temblorosa hacia su madre en la platea, incluso al decir que una puerta se había abierto esa noche, refiriéndose al premio de la Academia, entregado por primera vez a una protagonista negra.
Halle Berry –asimismo primera finalista de origen afronorteamericano en el certamen de Miss Universo, de 1986– ganó la estatuilla enchapada en oro por su impresionante labor en una película profundamente conmovedora sobre la problemática racista, que pervive en el sur de los Estados Unidos. Una película que se empecinó en hacer después de leer el guión, pese a que Marc Forster, el futuro director, la rechazó en principio por demasiado linda. Pero Halle no sólo se afeó –mal peinada, con un maquillaje opaco– sino que aceptó cobrar lo que correspondiese al magro presupuesto de Cambio de vida, es decir, apenas 100 mil dólares. Ella, que por Operación Swordfish había percibido dos palos y medio (se dijo que le pagaron 500 mil más por mostrar sus opulentas tetas, pero la actriz lo negó), y seguramente recibió mucho más por hacerse cargo recientemente de Jinx, la ultravillana del último James Bond (en donde se la verá con un bikini idéntico al de Ursula Andress en El satánico Dr. No, de 1962, portando también un puñal sobre la cadera izquierda).
“Conecté inmediatamente con Leticia al recordar la lucha de mi madre por sacar adelante a dos niños, luego de ser abandonada por un marido violento y alcohólico”, ha declarado Berry a propósito de su golpeado personaje, la esposa de un negro condenado a muerte que es ejecutado después de diez años en prisión. “Fui con mi hermano a un colegio de blancos en los suburbios de Cleveland. Todo resultó muy difícil para nosotros, pero también nos sirvió de entrenamiento para no bajar la guardia. Esas pruebas me prepararon para lidiar como una mujer afronorteamericana en una industria dominada por hombres blancos. Sé lo que es luchar para sacar algo bueno de la vida. Leticia, como yo, es alguien que ha pasado por mucho dolor.”
De manera que HB, antes de cosechar varios premios importantes –además del consabido Oscar–, peleó y se ganó el personaje de la camarera desolada que lo va perdiendo todo y encuentra la posibilidad del amor en la persona aparentemente menos indicada: el carcelero de su marido, cuya madre y cuya esposa se han suicidado por las razones imaginables, hijo de un racista empedernido, ya jubilado como encargado del corredor de la muerte, y padre de un chico que podría romper ese círculo de odio y soledad.
Por esos azares de la distribución y la exhibición, en la misma semana se han estrenado dos films que se enfrentan con el racismo en diferentes épocas, y que brindan sendas actuaciones memorables de sus principales intérpretes: Will Smith es la piel de Ali, que no logró el Oscar, pero se lo merecía, y Halle Berry como la Leticia de Cambio de vida, que sí se lo ganó, y bien ganado. Y que fieramente no permitió que interrumpieran su discurso al recibirlo: era su tiempo y el de sus hermanas negras discriminadas durante 74 años por la Academia, y ella no estaba dispuesta a cederlo.

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