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Viernes, 10 de marzo de 2006

TALK SHOW

Esa bella pareja

 Por Moira Soto

Tanto les remacharon la diferencia de edad (12 años: casi una perversión si la mujer se los lleva al marido, aunque ellos nunca se casaron legalmente) que con el correr de los años –dieciocho juntos– han conseguido parecer más o menos en el mismo punto de madurez, y no porque ella se haya botoxeado o colagenado. Pero al menos él ya no tiene aquel aire de adolescente pura frente que pegó el estirón y no sabe qué hacer con su nuevo cuerpo.

Ahora están en Mar del Plata y no es difícil imaginar los comentarios politizados que harán Susan Sarandon y Tim Robbins en la misma ciudad que recibió con tantos recaudos a Bush hace unos meses, y donde también se realizó una anticumbre lamentablemente trucha. Porque así como uno y otra han preservado, sistemáticamente, celosamente su vida privada familiar y nunca nadie logró arrancarles una palabra sobre el secreto (a voces, en realidad) de la feliz supervivencia de la pareja, en cambio no han callado sus opiniones en la vida pública. Sarandon y Robbins han asumido posiciones inequívocamente críticas frente a la guerra del Golfo, el racismo, el sexismo, el maltrato a los refugiados, la corrupción de los políticos, la erosión de las libertades civiles, la guerra de Irak, las agresiones a la ecología, la censura a la información... Defensores de la causa gay desde antes de que se pusiera de moda, en 1993 reclamaron, en la entrega de los Oscars, por la marginación que sufrían los enfermos de sida (no por azar, en su número de 25 aniversario, la publicación Lesbian News eligió a Sarandon como chica de tapa).

En los tempranos ’90, entonces, SS y TR, convencidos de que la fama implicaba una responsabilidad moral de la que no querían escabullirse, predicaron con la palabra y el ejemplo, hablaron crudamente cuando creyeron que había que hablar, e hicieron juntos películas tan comprometidas, pero no panfletarias, como Bob Roberts (1992), Dead Man Walking (1995) o Craddle Hill Rock (1999). También tuvieron dos hijos cuando ella había pasado los cuarenta, y los mandaron a un colegio en Manhattan que de noche se convertía en refugio para gente sin techo.

Sí, ya sabemos: hay gente superada que piensa que Susan y Tim son dos progres de pacotilla, que se han esmerado en componer esos papeles porque les generan la simpatía de buena parte del público, contribuyendo así a promocionar las películas que hacen, las piezas de teatro que él escribe y dirige para la Actors Gang, la compañía que fundó hace más de veinte años. Sin embargo, en un país donde actrices y actores con algún grado de compromiso social y político se caracterizan (salvo nuestro Sean Penn) por la tibieza de sus declaraciones –piensen en George Clooney en la reciente distribución salomónica de Oscars–, resulta alentador encontrar a dos figuras de la coherencia pública, diáfana y sin duda arriesgada, de Sarandon y Robbins.

Más aun: sus proclamas y protestas de cualquier fecha de los ’90 en general se asemejan bastante a las que han hecho en los últimos años: “Nos quieren presentar la guerra del Golfo como una operación de hamburguesería, sin sangre, sin niños huérfanos, sin gente sepultada viva mientras se produce una destrucción salvaje de toda infraestructura”, dijo Robbins luego de manifestar en Washington contra esa intervención, un párrafo que se podría aplicar a la actual guerra de Irak, que la pareja ha censurado en todos los tonos.

Desde que cumplió los 50 (en octubre llega a los 60), Susan Sarandon, la sexy pelirroja de cuello de cisne y ojos saltones, ha recibido más ofertas de trabajo y mejores papeles que actrices con la mitad de años. Si no hizo más películas, fue porque decidió elegir un proyecto por año para estar más tiempo con sus tres hijos y dedicarse a otras actividades como la campaña para que se mantenga el derecho al aborto. Es cierto que la Academia vetó temporariamente a la pareja luego de su discurso en la entrega del ’93, pero en ’96 se rindió ante Dead Man Walking y bendijo al film con cuatro nominaciones importantes (ganó ella por su interpretación a cara lavada de Helen Prevean, la monja de la vida real que acompaña a condenados a muerte). También es verdad que en abril de 2003 se suspendió el festejo del 15 aniversario de Bull Durhan –en cuyo rodaje se conoció la pareja contestataria– por causa de la actitud francamente antibelicista y anti Bush de Susan y Tim. También por esas fechas, la asociación benéfica United Ways canceló la presencia de la actriz en uno de sus actos. Sarandon, entretanto seguía participando en manifestaciones contra la guerra, donde en más de una oportunidad tuvo la satisfacción de encontrarse con su hija mayor, entonces de 18, “la misma edad que tenía yo cuando iba a actos públicos contra la guerra de Vietnam”.

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