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Viernes, 23 de junio de 2006

TALK SHOW

Perfume de Jazmin

 Por Moira Soto

Aunque el título –La mujer que al amor no se asoma– está tomado de la primera línea de un bolero bastante reaccionario –dentro de un género que se distingue por su paridad a la hora de la pasión, donde los roles masculino y femenino suelen ser intercambiables–, es decir, una canción que baja línea acerca de cómo debe ser una mujer para llamarse mujer, antes de que comience el espectáculo se escucha el perfecto antídoto: Paquita la del Barrio, esa mexicana aguerrida que en un país tan machista como el suyo empezó hace años a mandarse, entre el bolero y la ranchera, entre el enojo y el humor, una catarsis revanchista hacia los hombres ingratos y maltratadores.

Paquita entona temas como “Tres veces”, dedicado a un marido indiferente (“Tres veces te engañé:/ la primera por coraje,/ la segunda por capricho,/ la tercera por placer./ Y después de esas tres veces,/ no quiero volverte a ver”) o ya furibunda habla por todas las ofendidas llamando al culpable “animal rastrero,/ escoria de la vida,/ cuánto daño me has hecho./ Maldita sanguijuela,/ maldita cucaracha/ que infectas donde picas,/ que hieres y que matas...”. En el otro extremo, el bolero “Una mujer” (cuya autoría se adjudican cuatro varones) con eso de la flor que no esparce su aroma, de vivir entre sombras hasta el día que (un tipo, naturalmente) te llama querida y esa voz tu letargo quiebra, está más cerca de la pobre solterona te has quedado del tango, puesta de sol es hoy tu vida trunca porque no llegó el príncipe soñado a dar sentido a tu vida...

Por cierto, Jazmín Stuart, creadora y también intérprete de la trilogía teatral La mujer... no se toma este clásico de la canción popular al pie de la letra, sino apenas como referente que relee en clave satírica para despacharse a piacere sobre conductas –de las mujeres, y también de los hombres, aunque en el programa de mano se lee “una autocrítica a la neurosis femenina”– que precisamente responden a estereotipos culturales que todavía se aplican a unas y a otros: ellas histeriquean en diversos registros, ellos cubren el rol del picaflor, el contenedor paternal, de canchero proveedor, según los casos.

Sin alardeos mediáticos, la preciosa Jazmín Stuart –valiosa actriz de conocida trayectoria televisiva– empezó a escribir La mujer... hace un par de años, momento en que tomó la decisión de irse apartando de la tira diaria y profundizar su actividad en otras direcciones. De hecho, Stuart ya había hecho la carrera de dirección cinematográfica (se recibió en el ‘97) y siguió formándose (actuación con Julio Chávez, dramaturgia con Mauricio Kartún). Hasta que resolvió que era hora de salir a la cancha con su pieza casi lista (en los ensayos, se fue reescribiendo, a medida que la puesta tomaba forma). Con infrecuente modestia comenta la actriz, dramaturga, etcétera: “Por tratarse de mi primera obra, quise que fuera un proyecto simple, accesible a todo tipo de público. Me preocupó especialmente no caer en ese error típico de algunos operaprimistas: querer mostrar de entrada una marca personal, impresionar a los críticos, decirlo todo...”. Sin dejar de disfrutar del actual éxito escénico, con amplia mayoría de público femenino, trabaja en dos guiones fílmicos y en otra pieza, y en julio estará en una película de Gustavo Postiglione, junto a Darío Grandinetti y Norman Briski, sin abandonar las funciones de La mujer...

Dividido en tres comedias breves de situaciones –La rechazada, La temerosa, La gata Flora–, el espectáculo de JS, muy bien actuado por todo el elenco y con una puesta dinámica y eficaz, es algo más que un simple divertimento. El ingenio y la calidad de escritura descuellan sobre todo en el primer sketch, con esa mendiga de amor fetichista que ni en los sueños se resigna al rechazo de un seductor de cuarta. Stuart explota con mucha gracia esa idea de que el tipo se le aparezca de improviso y le avise que está soñando, haciéndola pisar el palito (“bueno, sí, a veces te llamo para oírte decir hola, y corto”) pero también siendo puesto en evidencia por la llorona que, al pasar, devela pequeñas miserias de él. En la segunda parte, con gran lucimiento de Stuart como comediante, tenemos a Nadia, una hipocondríaca inconformable y demasiado previsora que desespera a un novio santo y medio (en parte, como buena paranoica, ella tiene razón cuando lo acusa de demasiado perfecto, aunque el cierre quizá desmienta esta suposición). Menos consistente en cuanto a dramaturgia, La gata Flora (título más apropiado acaso para la segunda pieza) desarrolla escenas entre una alta chica petulante y un galancete corto de estatura y de reflejos (ambos sufrirán una radical transformación) y se sostiene sobre todo por la coreografía y el impecable rendimiento de Victoria Hladilo y Walter Cornas.

La mujer que al amor no se asoma, viernes y sábados a las 20.30 en el Teatro del Nudo, Corrientes 1551, 4373-9899.

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