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Viernes, 14 de diciembre de 2007

TALK SHOW

La rareza ya no es lo que era

 Por Moira Soto

Algunas producciones, particularmente los documentales, a veces no figuran en la revista del cable y entonces se vuelve cuestión de puro azar atraparlas en el momento justo, generalmente gracias al zapping. Tal fue el caso de Fabulous! The History of Queer Cinema, pasada por HBO. Producida y dirigida por Lisa Ades y Lesli Klainberg, se trata de un repaso inevitablemente incompleto y un tanto arbitrario, puntuado por efemérides alusivas, que relata el devenir de las representaciones de la homosexualidad en el cine y también en la TV, desde los ‘70 hasta el 2004, año en que ya estaba incorporado en toda su amplitud el concepto de queer.

Aunque se pasen por alto las formas encubiertas con que se infiltraba esta temática en producciones de Hollywood antes de los ‘70 (Laurel y Hardy en The Purple Moment, 1928, en la foto), la verdad es que Fabulous! ofrece imágenes tan valiosas y sorprendentes para la época como la escena de sexo entre dos mujeres desnudas en Je, tu, il, elle (1974), de Chantal Ackerman (una de las pocas referencias europeas en el doc), con comentario de la directora norteamericana Jennie Livingston. O un impactante flash de Fireworks (1947), de Kenneth Anger, quien a los 17 se lanzó, en forma casera e intuitiva, a darle forma a sus fantasías (un hombre musculoso de uniforme cuya bragueta se enciende). Años antes, en 1930, el Código de Producción de Hollywood había prohibido específicamente la homosexualidad en las películas.

Entre los testimonios de guionistas, directores/as, críticos/as y hasta algún rapero gay, la queja de los mayores de 50 (salvo John Waters, que siempre prefiere ser camorrero e insolente) es unánime sobre la ausencia de imágenes e historias con las cuales identificarse cuando ellos/as eran jóvenes, la intolerancia acentuada y a ningún/a famoso/a se le ocurría salir del armario. Así y todo, en 1955 un puñado de valientes había fundado la primera organización lesbiana, y en 1961, el estado de Illinois despenalizó la homosexualidad: primeros y aislados pasos de la visibilidad y la igualdad de derechos. Pero queda claro en Fabulous! que, salvo algunos films europeos, contadas realizaciones al margen de Hollywood y las producciones clandestinas porno, “no había modo de sentirte reflejado en la pantalla”, al decir de unos de los entrevistados. “Además, si se trataba de un film sospechoso de haber burlado la censura, la policía caía en el cine y salías en patrullero, también se llevaban al proyectorista y al boletero”, memora maliciosamente Waters. Por ese entonces, alguna gente peregrinaba a ciudades del interior para ver, por ejemplo, en una galería de arte una obra de Andy Warhol como Blow Job (en el doc se ve el primer plano del rostro extático de un hombre joven y hermoso mientras alguien fuera de campo le hace una fellatio). “Era artístico, era gay, era erótico”, dice John Cameron Mitchell, y las imágenes le dan la razón.

Una efeméride determinante es la invasión policial en Stonewall, un suceso que incentivó el activismo del movimiento, cuya evolución fue registrada por Barbara Hammer en Superdyke (1975). En la segunda mitad de los ‘70 empezaron a realizarse otros documentales sobre la comunidad gay y lesbiana, con personas que declaraban a cámara afirmativamente, negros y negras empiezan a manifestarse, se suman otras etnias, surge la idea, el sentimiento del orgullo.

La historiadora Jenni Olson remarca la diferencia entre la producción de temática homosexual y la de simple explotación, “con chicas lindas haciéndose mimos en escenas dedicadas al público masculino hetero, pero que a pesar de todo daban cierta visibilidad a las lesbianas”. Waters, siempre tirando de la cuerda, dice que puso en Female Trouble (1974) a una madre que incita a su hijo a ser gay (“Es mucho mejor, estarías orgulloso, el mundo hetero tiene una vida enferma y aburrida”, pontifica la mujer) para dar vuelta los clichés de la cultura straight, pero también para burlarse “en el buen sentido” del proselitismo gay. Por su lado, el actor Alan Cumming exalta la aparición —gracias a Waters— de Divine en el cine: “No es sólo la peluca, el maquillaje, sino una declaración política, un desafío”.

En los ‘80, y ya dentro del circuito comercial, se hacen películas como Personal Best de Robert Towne y Desert Hearts de Donna Deitch, historias de amor entre mujeres con actrices conocidas. “Quería emociones verdaderas, erotismo, que llegara a todos los públicos”, declara Deitch.

El doc de Ades y Klainberg recupera otras imágenes de los ‘80, entre las cuales un juvenil Steve Buscemo en Parting Glances, despidiéndose de la vida en los tiempos inclementes del sida, celebra el encuentro de los cines queer e independiente en Sundance, 1990; el surgimiento de Todd Haynes, Jennie Livingston, John Kalin, Rose Troche, Don Roos, Lisa Chodolenko; el estreno de Watermelon Women, ya en los ‘90, primer film lésbico afronorteamericano; el Oscar a Tom Hanks por Filadelfia. Desde entonces, muchas estrellas se desviven por interpretar a gays, travestis, transexuales. Al respecto, ironiza Waters: “Creo que merece un premio el gay que haga a un gay, eso sí que es coraje. Porque ahora todos los heteros quieren actuar a gays, y las actrices a lesbianas...”

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