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Viernes, 29 de agosto de 2008

TALK SHOW

FUNNY GIRL

 Por Moira Soto

“Me gusta cuando callan”, dice Ellen DeGeneres en el show que lleva su nombre y que se puede ver de lunes a viernes a las 17 por la señal de cable Warner. Pero no está aludiendo al afamado poema de Pablo Neruda sino al silencio que se produce después de los aplausos y los gritos entusiastas con que es recibida en el estudio televisivo, mayormente poblado por mujeres de toda edad. En verdad, esta rubia acuariana que cumplió los 50 en enero pasado está pidiendo que le presten atención. Y ahí nomás, con ese estilo humorístico que nunca es del todo zarpado ni abiertamente cáustico, desde el propio medio que le dio celebridad (con altibajos), empieza a protestar sin perder la sonrisa: “Le echo la culpa a la TV de haber arruinado nuestra atención. Antes había un solo corte cada media hora y ahora hay cuatro. Encima, antes de pasar los avisos, te dicen qué va a suceder en el próximo bloque. Para mí, hoy la televisión es un ataque visual. Pasan muchas cosas a la vez y yo quiero ver una sola”. Y prosigue enumerando las maniobras para dispersar la concentración: tomas rebuscadas desde distintos ángulos, “como si una cámara predadora te quisiera atrapar”. Ellen aclara que ella podría usar siete cámaras si le diera la gana, y lo demuestra probándolas: le habla a una, a otra, camina hacia la tercera antes de continuar con sus quejas: “Te pasan noticias al pie de la pantalla” (abajo se lee: “Ellen está hablando ahora sobre...”). “A veces durante la información al pie te ponen un cuadro al costado de la pantalla avisándote que lo que estás viendo es un talk show que ganó premios, en qué film trabajó la conductora” (aparece el mentado cuadro que alude a la propia ED). “Y, ya que estamos, ponen una foto del otro lado, quizá de la película que se citó en el cuadro” (efectivamente, en la ya atestada pantalla irrumpe una foto de Mr. Wrong, película donde actuó ED).

Todo lo que va diciendo la actriz, guionista y animadora es muy cierto, aquí y allá, la contaminación visual afecta al público televidente desde muchos programas. Pero el efecto de estas críticas se diluye un tanto en el transcurrir del show, cuando se apela reiteradamente a esos recursos previamente señalados. Porque ésa es la modalidad a veces ambivalente de DeGeneres: mandarse una acotada diatriba, quizás ayudar un cachito a tomar conciencia sobre alguna cuestión, pero no pasar de ahí. Un mordisquito en la mano que le da de comer puede pasar, pero tampoco es cuestión de perder el terreno recuperado con creces después del bajón que le representó su promocionado coming out de 1998, primeramente en el programa de Oprah Winfrey y luego en su sitcom, Ellen (1994-1998). Mucho centimetraje en los medios, tapas de tabloides y de Time (“Yep, I’m Gay”) no evitaron la retirada de avisadores y el abandono del público. El intento de regreso por la CBS en 2001 con The Ellen Show, haciendo su personaje de siempre, naufragó en el bajo rating, aunque recibió buenas críticas. Desde 2003, después de cortar con Helen Heche en 2000, de un intermedio con Alexandra Hedison y haber encontrado, por ahora, a la mujer de su vida, Portia de Rossi, la comediante sureña logró aquerenciarse en The Ellen DeGeneres Show, donde hace sus monólogos, entrevista a una gran variedad de personajes de diferentes ámbitos, dirige juegos para sus auspiciantes y, desde luego, se zangolotea con el público. En ocasiones, como ocurrió la semana pasada (en el programa visto por Warner, que llega con unos pocos meses de retraso) con el encantador Chris Matthews, lo hace con un invitado.

En su show, la ex vendedora de tienda, ex camarera, ex pintora de paredes, juega a competir con las habilidades de sus huéspedes, ya se trate de lanzar la pelota a la par de Tiger Woods o de jugar al poker con Cheryl Hines. También sobreactúa el narcisismo, el deseo de ser la más querida, los celos cuando se siente postergada, aunque más no sea por Paris Hilton. Cada tanto cita a mamá Betty, su fan más fervorosa después de superar aquel shock al enterarse de que su hija era lesbiana. Ahora, Betty, entre otras actividades, es vocera del proyecto HRC Coming Out.

De pantalones, camisa, corbatón, zapatillas, ED podrá ablandarse en sus críticas a la TV, pero hay un tema en el que no afloja desde que lo blanqueó: la reivindicación de los derechos de la comunidad gay (y en general, de las minorías discriminadas). Presentadora de los premios Emmy en 2001, poco después de la caída de las Torres, le zampó a la platea: “¿Qué otra cosa fastidiaría más a los talibán que una lesbiana en esmoquin frente a una sala llena de judíos?”. Más famosa aún es su frase al conducir la entrega de los Oscar 2007 (ella fue la primera persona declaradamente gay en cumplir ese rol): “Quiero decir esto bien alto y bien fuerte: si no hubiera negros, ni judíos, ni gays, no habría Oscar; ni siquiera alguien llamado Oscar, si lo piensan un poco”. Y cuando John McCain se animó a ir a su programa (en pos de publicidad, claro) y manifestó su “desacuerdo respetuoso” con el casamiento entre gays, ella le retrucó: “Voy a casarme legalmente, para mí es algo justo y natural. Somos semejantes, usted no es diferente a mí como persona. Sentimos el mismo amor”. “Tenemos un desacuerdo, pero le deseo mucha felicidad”, concedió él. Y ella, seguidora como perro ‘e sulky: “¿Me acompañará entonces hasta el altar?”.

The Ellen DeGeneres Show, Warner Channel, todos los días a las 17.

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