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Viernes, 26 de diciembre de 2003

TALK SHOW

Beber de la propia medicina

(O una película para contrarrestar la felicidad impostada)

 Por Moira Soto

En estas fiestas de celebración compulsiva, iconografía rojiverdeblanca omnipresente, consumismo anhelante y reuniones familiares, amistosas o laborales forzadas, qué mejor para salirse del clima general de alborozo inmotivado que una película austera, tirando a pesimista, sin final feliz, acerca de una mujer que está más sola que una en el peor trance de su estructurada vida: cuando acepta someterse a un brutal tratamiento de drogas y quimio, después de que le diagnostican un cáncer de ovarios con metástasis.
Efectivamente, la vida no es bella para la profesora Vivian Bearing, y la muerte –la orgullosa, poderosa muerte recriminada por el poeta John Donne, especialidad de la enferma– la está asediando obstinadamente, ya ha ganado suficiente terreno como para que el doctor Kelekian y sus acólitos apenas puedan hacer la aparatosa puesta en escena del nuevo tratamiento, que sólo alargará e intensificará los padecimientos físicos de Bearing, desentendiéndose de sus pesares morales y de su páramo afectivo.
La película de marras es Wit (que se puede traducir: ingenio, agudeza, gracia, sutileza y así por el estilo), una exacta realización de Mike Nichols, formidablemente interpretada por Emma Thompson. Ambos son a la vez autores del guión que adapta la exitosa pieza teatral de Margaret Edson, que ganara el Pulitzer 1999, entre otros premios. El reparto lo completan cabalmente Christopher Lloyd (el monolítico Kelekian), Eileen Atkins (una antigua maestra de Vivian que reaparece a último momento, quizás una fantasía de la agonizante), Audra McDonald (la única persona del hospital con rasgos compasivos), Jonathan Woodward (un ex alumno de Vivian, que siguió su curso sobre John Donne para ser un médico culto) y Harold Pinter (el padre ya muerto de la protagonista, que cobra forma en su recuerdo del momento en que eligió amar las palabras, cuando él le lee el cuento de los Conejos dormilones de Beatrix Potter, donde aparece el adjetivo “soporífero”).
Si acaso les pareció demasiado deprimente la línea argumental de Wit, traten de no achicarse porque se perderían un extraño film sobre la enfermedad –lo único que no puede controlar Vivian Bearing– y la muerte, exento de sentimentalismo, de demagogia, de golpes bajos o altos. Y que desde su distancia cáustica –impuesta por la mirada, el monólogo interior de la protagonista– y su ausencia de concesiones a favor de catarsis o situaciones lacrimógenas, logra un paradojal efecto reanimante. Es que provoca el texto de Edson, en la fiel versión cinematográfica de Nichols y Thompson, un saludable sentimiento de rebelión frente a los abusos de poder del saber académico, frente a la soberbia despiadada de los que disponen de vidas ajenas desde algún sitial de prestigio. Y que en verdad se merecen algunos de los versos que John Donne le dirige a la muerte.
Wit es la primera pieza de una maestra de escuela primaria que trabajó en una unidad de cáncer y sida de un hospital de investigación.
La autora dice que era una empleada de bajo nivel en el propio centro de la acción, de modo que podía observar sin ser observada las conductas de médicos, enfermeras, pacientes. Y que buscó que el personaje principal fuese alguien con poder que pasara a un estado de total dependencia de otros poderosos. “Después de Sonetos sagrados, de Donne, sé todo sobre la vida y la muerte”, dice la orgullosa Vivian, pero se van sumando las molestias, la decadencia física, las humillaciones, los tiempos muertos, y el humor punzante de esa mujer rígida y solitaria va perdiendo filo.
Empieza a encontrar paralelos entre los académicos de literatura y el personal médico (“todo es rivalidad y jerarquías, inútiles representaciones...”), ve cómo se da vuelta su situación (“antes enseñaba, ahora soy enseñada, pronto me convertiré en un artículo científico”). Susie, la enfermera que la convida con un helado y le avisa sobre su derecho a no ser resucitada, canalizada y “conectada a mil aparatos” si se detiene su corazón, es su única aliada hasta el final. Porque en Wit, entre los maltratos embozados que practican habitualmente muchos médicos, figura el del encarnizamiento terapéutico, es decir, no dejar morir en paz y acompañada a la gente cuando está claro que le llegó su hora.

Wit se pasa el sábado 27, a las 18.15, por HBO.

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