“Los curas me corren por la Iglesia”, contaba Hilda “Chiche” Duhalde, la misma mujer que hoy cuestiona que las mujeres hagan política. Es que “los curas”la cuestionaban por empujar –no ella, pero también ella– la ley de salud sexual y procreación responsable –bah, la anticoncepción gratuita–, que a ella la habían empujado a aceptar las manzaneras.

Ella era –hoy se revela que sigue siendo– una señora de su casa. Pero haber montado esa red siguiendo la experiencia cubana le trajo algunas sorpresas. Ellas le pedían anticonceptivos para tener los hijos que deseaban y no los que venían. Esas mujeres empujaron a Chiche Duhalde a tener ese mínimo enfrentamiento con la Iglesia, que sin dudas le costó lo suyo –así se lo contó a esta periodista– a una mujer de su casa y de su Iglesia.

Pero cuando las mujeres funcionan en red, son solidarias. Y cuando ven a la otra, la famosa “otra” como enemiga, pueden ser lapidarias. Chiche Duhalde expresó que las mujeres no están para la política. Pero no mostró sólo que atrasa una mujer que supo hacer política, que supo funcionar en red, que pudo enfrentar –mínimamente, ya que nunca se atrevió a pasar a mayores o, más vale, se manifestó en contra de la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario– a algún poder. No fue una heroína. Tampoco es una tonta ni una novata.

Tiene una ideología y un vicio asumidos: el machismo de las mujeres. Además de las disputas políticas –legítimas– contra el kirchnerismo, hay otra pelea que es desleal, porque es contra todas y tiene que ver con el odio hacia una mujer con poder. Ese odio no proviene sólo de los varones. No es un odio ignorante. Lo cometen incluso las que han mordido la manzana del poder. Algunas parecen haberse quedado con las ganas, tanto que son capaces de hacer trastabillar a quien llegó antes al mayor puesto.

Funcionar en red –podemos volver a aprender de las manzaneras o de las mujeres que lograron sacar la ley de salud sexual y reproductiva– es otra cosa. Porque no se trata de defender a una sino a muchas que, por ejemplo, ganan menos que los varones. ¿No es éste un gran desafío pendiente para cortar la manzana con equidad?