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Lunes, 29 de noviembre de 2004

FúTBOL

Pitazo final en Avenida La Plata

Cuando el 2 de diciembre de 1979 se enfrentaron San Lorenzo y Boca, nadie sabía que se estaba disputando el último partido en aquel mítico estadio de Boedo, aunque algunos sospechaban un desagradable desenlance. En su libro Memorias del Viejo Gasómetro, Enrique Escande rescata aquel encuentro sin goles, del cual se cumplen 25 años este jueves.

Por Enrique Escande

Nadie lo anunció, pero el 2 de diciembre de 1979 se produjo la última cita futbolística en el viejo estadio de Avenida La Plata. Si los hinchas lo hubiesen sabido, seguramente habrían demostrado resistencia con su asistencia masiva y con manifestaciones de todo tipo.
Es posible imaginar las mansas y resignadas posturas y también rebeldes y violentas reacciones contra un hecho que produjo una profunda herida en el espíritu sanlorencista.
El partido lo jugaron San Lorenzo y Boca Juniors, y correspondía a la 14ª jornada del torneo Nacional. Terminó con un empate sin goles, como no podía ser de otra manera. Incluso Hugo Gatti le atajó un penal a Hugo Coscia cuando estaba a punto de cumplirse el primer cuarto de hora de juego. La recaudación no se dio a conocer. El árbitro fue Teodoro Nitti. Ninguno de los dos equipos pudo clasificarse para la fase decisiva del campeonato.
“Lucharon los dos, jugaron solamente Gatti y (Hugo) Pena, y por momentos Rocha. Un balance muy pobre que le da fuerza definitiva al juicio: el fútbol de San Lorenzo y Boca no podía clasificarse... San Lorenzo, aun con diez hombres (Collavini había sido expulsado a los 47 minutos), estuvo en el área (lo que no significa que haya sabido atacar) más veces que su rival, pero en el resumen final mostró la misma impotencia que Boca para llegar al gol”, comentó la revista El Gráfico.
El popular semanario deportivo ni siquiera publicó una fotografía del encuentro, y la que ilustraba el pequeño comentario en la página dedicada a la síntesis de la jornada era una de archivo con una imagen de Gatti en la Bombonera.
A San Lorenzo lo dirigía un hombre formado en el club y en ese estadio, el narigón Carlos Salvador Bilardo, y el equipo formó con Walter Corbo; Orlando Pellegrino Ruiz, Hugo Pena, Miguel Gette, Carlos Daniel Schamberger; Ricardo Collavini, Osvaldo Rinaldi (luego Víctor Mancinelli), Rubén Insúa (Oscar Rodas), Hugo Coscia, Víctor Marchetti y Mario Rizzi.
El destino quiso que en la despedida del estadio al equipo rival lo dirigiera Juan Carlos “Toto” Lorenzo. Formó con Hugo Gatti, Vicente Pernía, Pancho Sá, Roberto Mouzo, Miguel Bordón; Juan Ramón Rocha, Abel Alves, Carlos Damián Randazzo, Ernesto Mastrángelo, Carlos Salguero y Orlando Carrazana (Sergio Apolo Robles).
Terminó el partido, las tribunas se desalojaron rápidamente y varios hinchas se concentraron en los alrededores de los vestuarios. Medio perdido entre ellos estaba el actor italiano Lando Buzzanca, a quien unos amigos lo habían invitado a pasar una tarde futbolera de domingo en Buenos Aires, donde estaba promocionando una de sus películas.
Existía la sensación de que ésa había sido una tarde rara. Que algo se rompía, que una historia entrañable llegaba a su fin, y los que nada sabían de lo que había ocurrido en los últimos días en las reuniones de la Comisión Directiva, temían lo peor y se fueron a sus casas con una gran angustia.
Carlos Ferreira fue el periodista de El Gráfico que estuvo aquella vez en la cancha. “Hubiera sido una noticia importante anunciar esa semana que le habían bajado la cortina al Gasómetro, pero no era así. Estábamos enterados de muy buena fuente que la decisión no se había tomado”, nos dijo el entrañable colega y amigo. “Si la noticia era que el Gasómetro se había cerrado para siempre, imaginate, iba en la tapa de la revista, pero había algo que nos impedía presentarlo así. En San Lorenzo nadie lo confirmaba y sabíamos que existía una gran resistencia por parte de varios dirigentes. Nosotros tampoco queríamos que una cosa así sucediera, aunque eran pocas las dudas sobre la irreversible clausura que se produjo un tiempo después”, añadió Ferreira.
“No pasa nada todavía. Son todos rumores. Todos creen saber más que los directivos sobre lo que va a pasar aquí. Aún queda la alternativa de que no nos movamos del Gasómetro. Hablan del levantamiento del estadio ytodavía no está todo dicho”, dijo el entonces vicepresidente Juan José Passo en aquella misma jornada.
En diciembre, el sol se esconde muy tarde, y esa nochecita se hacía interminable. Los que no se conformaban con lo escuchado hasta ahí cruzaron la calle y continuaron hablando del asunto dentro y en las veredas de los bares que estaban enfrente, en las esquinas de la Avenida La Plata con las calles Avelino Díaz y Santander.
Se hizo de noche y seguían firmes en esos lugares. Temían irse, sentían que alguien se iba a llevar todo cuando el antiguo estadio de hierro y madera quedara vacío y sin custodia.
Una versión periodística no publicada al día siguiente del partido sino un buen tiempo después indicó que numerosos hinchas, supuestamente enterados del cierre del Gasómetro, se llevaron de todo aquella tarde: maderas, ladrillos, chapas, bulones...
Pero no es cierto, según afirmaciones coincidentes de periodistas, dirigentes y empleados del club presentes en el estadio en esa aplastante jornada. Los “recuerdos” que muchos simpatizantes fueron a buscar al club los obtuvieron entre 1980 y 1982, cuando el viejo Gasómetro ya no se utilizaba, y el desguace y la demolición eran inevitables.
Durante esos dos años, tenues esperanzas de recuperación se renovaron de vez en cuando, pero nada las sustentaba. Una muestra de que la lucha de los que querían conservar el patrimonio histórico del club en la Avenida La Plata era desigual frente a quienes consideraban que el Gasómetro se había convertido en un obstáculo para su progreso es la desproporcionada mención, por lo ínfima, que se hizo del asunto en la Memoria y Balance 1978-79 de San Lorenzo, publicada y distribuida en 1980.
En un informe de 80 páginas con detalles de todo tipo sobre la administración del club, de activos y pasivos, ingresos y egresos, estado de las obras y resultados deportivos y financieros, aparece entre una empalagosa andanada de elogios a gestiones individuales y grupales de la Directiva y de numerosas subcomisiones, un párrafo, sólo uno, que bien puede interpretarse como un decreto que no otorgaba margen a apelación alguna sobre el cierre del estadio.
Bajo el título de “Memoria”, el presidente Moisés Annan y el secretario Rafael Gurfinkel señalaban en el penúltimo párrafo del texto que el cierre y la “desaparición” del Gasómetro es cosa juzgada. Junto a la firma de ambos dirigentes hay una fecha: 21 de febrero de 1980.
“Quedan muchos objetivos a cumplir. Tiene prioridad número uno la construcción de nuestro polideportivo, obra para la comunidad toda, tanto para los socios y simpatizantes de San Lorenzo, que justicieramente se lo merecen. En esa mira ha fijado la Comisión Directiva su objetivo máximo, ya que nuestro glorioso Gasómetro está próximo a desaparecer llamado por el paso inexorable del progreso, ese progreso que se lleva tablones y gramillas, mudos testigos de la historia de San Lorenzo que quedarán con vivencia propia en el corazón y en la sensibilidad de todos los sanlorencistas.”
Nada más que eso. Una referencia insignificante para un asunto que, en aquellos tiempos, tuvo en vilo a los socios e hinchas y al ambiente futbolístico argentino en general. Algunos veteranos allegados al club recuerdan una frase del entonces protesorero Oscar Benedetti, dicha en momentos en que se intentaba desde el grupo que encabezaba Annan de hablar lo menos posible de esta cuestión: “No hagan olas”.
Nunca hubo un anuncio oficial sobre el cierre del estadio. Nadie quiso asumir esa responsabilidad y la frase que indica que el estadio estaba “próximo a desaparecer” se publicó seis meses después de jugado el último partido allí entre San Lorenzo y Boca, que tampoco fue señalado oficialmente, en tiempo y forma, como el último acto futbolístico montado en aquel histórico escenario.

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