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Lunes, 31 de enero de 2005

FúTBOL › PAOLO MALDINI

Mucho más que un futbolista

A los 36 años, el sensacional defensor italiano acaba de cumplir 20 como profesional, siempre con la camiseta de Milan, y sigue siendo uno de los mejores del mundo en su puesto. Como homenaje, el club rossonero anunció que retirará su histórica casaca número tres y ya se presentó un video con toda su trayectoria. La historia de un jugador modelo, que se autodefine como “sólo un futbolista”.

Por Enric Gonzalez *
desde Roma

El fútbol es rico en superlativos. Hay fenómenos, extraterrestres, profetas, kaisers, reyes... Y luego está Maldini, al que de joven llamaban “el bello Paolo” y al que hoy le basta sólo con el apellido porque no hay exageración ni adjetivo apropiados para un caso único: 20 años como titular en el potentísimo Milan y 20 años de juego excelso, discreción y caballerosidad. A sus 36 años, sigue siendo uno de los mejores defensores del mundo, si no el mejor.
Hijo de una vieja gloria milanista, Cesare Maldini, Paolo era un jovencito larguirucho de 16 años y formaba parte de los juveniles del club, cuando el entrenador del Milan, Nils Liedholm, le anunció que sería convocado para un desplazamiento a Udine. “Si jugaras, ¿en qué puesto te gustaría hacerlo?”, le preguntó el técnico. “En el lateral derecho, mi sitio natural”, respondió. Días después, el 20 de enero de 1985, Maldini comenzó en el banco de suplentes. A mediados de la primera parte, se lesionó Battistini y Liedholm le hizo una seña: “Colócate en la derecha”. Y debutó con un empate 1-1 en un Milan mediocre, que tiempo después sería eliminado por el Waregem belga de la Copa de la UEFA y que terminaría el séptimo en su Liga.
Maldini no sabía que estaba a punto de llegar al Milan un nuevo presidente-propietario, Silvio Berlusconi, ni que el club estaba a punto de iniciar un ciclo sensacional, ni que él, diestro pero hábil con las dos piernas, iba a quedar asignado de por vida a su lado “antinatural”, el izquierdo. Tampoco, que su carrera superaría cualquier sueño. En 1987 se hizo cargo de la dirección su antiguo entrenador como juvenil, Fabio Capello, quien hoy mantiene inalterable su opinión: “El mejor defensa”. La de Maldini tampoco ha cambiado: “Capello fue mi maestro”.
En 1988 ganó su primera Liga. En 1989, su primera Copa de Europa (4-0 al Steaeaua Bucarest) y su primera Intercontinental (1-0 al Atlético Nacional de Medellín). Conoció entonces a un nuevo técnico, Arrigo Sacchi, que les hacía entrenarse con camisetas de cuatro o cinco colores distintos “para mejorar la concentración y afinar las posiciones tácticas”. “Me enseñó a pensar en el equipo”, asegura.
Maldini creció a la sombra de Baresi, su “modelo”, y se convirtió en el faro del Milan cuando el fantástico líbero se fue. Hoy no es sólo el capitán. Es quien, con un curriculum abrumador (siete ligas de Italia, cuatro Copas de Europa, una de Italia, tres Supercopas europeas y dos Intercontinentales, así como Mejor Jugador Mundial de 1994) y con una autoridad natural que le convierte en intocable, se prepara más duro que nadie y se limita a mandar con la mirada y con alguna sonrisa.
El recuerdo que guarda de sus grandes rivales le define. Para él, Maradona no sólo fue “el más grande” sino también “el más leal”: “Era un modelo de comportamiento, respetaba a todos y recibía las patadas sin una queja”. Por razones similares menciona a Rummenigge: “un caballero”. Y a Van Basten, “un genio con muy mala suerte”.
Siempre jugó atrás y eso le privó de reconocimientos merecidos como el Balón de Oro. Pero no lamenta no haber sido delantero. “Quizás hubiese sido uno mediano, de mucha presión y poco gol”, comenta. Y, pese a ser defensor y basar su filosofía en la regularidad, la seguridad, el trabajo y la adaptación al colectivo, sigue considerando que el talento y la genialidad son los máximos valores: “El mejor, hoy, es Cassano.”
No quiere ser entrenador. Por el momento, piensa en prolongar un año más su contrato, que expira en 2006: “Me asusta llegar a los 40 en actividad, pero también sé que el día que lo deje añoraré la rutina diaria y los entrenamientos más que las grandes jornadas de triunfo”. No le disgustaría ejercer como directivo. Giorgio Armani mantiene abierta su oferta para contratarle como modelo, pero él, 1,86 metro, 83 kilos, ojos verdes, casado y padre de un niño, no piensa aceptar: “Sólo soy un futbolista”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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