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Lunes, 29 de junio de 2009

FúTBOL › A UN AñO DEL MUNDIAL

Pasión y problemas

 Por Sebastián Fest

Desde Johannesburgo

La pasión y los problemas de Sudáfrica se reflejarán dentro de menos de un año en el Mundial de 2010, uno de los más riesgosos y atractivos de toda la historia del fútbol. ¿Puede Sudáfrica organizar el Mundial? Sí. ¿Será un Mundial perfecto? No. Sudáfrica 2010 será un Mundial distinto, muy distinto a los anteriores. Aquellos hinchas que hayan estado en Alemania 2006 deberán olvidarse de trenes puntuales –de trenes, más bien–, ciudades bien equipadas, taxis confortables y amplia oferta de hoteles.

Deberán ir pensando, en cambio, en viajes por carretera en coche u ómnibus, ciudades a veces escasas de restaurantes, taxis y colectivos inseguros y hoteles escasos.

También deberán olvidarse del verano, porque el de Sudáfrica 2010 será el primer Mundial invernal desde el que Argentina celebrara en 1978. Y en junio y julio puede hacer mucho, mucho frío en el extremo sur de un continente que por primera vez albergará la máxima fiesta del fútbol. Sin embargo, la Copa de las Confederaciones que terminó ayer con el triunfo de Brasil demostró que ciertos temores eran infundados, en parte porque la FIFA sometió a Sudáfrica a controles y a monitoreos sobre el terreno que ninguna otra sede reciente sufrió y en parte porque la pasión de los sudafricanos, su amor por el fútbol y sus sonoras “vuvuzelas” compensarán algunas de las incomodidades.

“El Mundial podría comenzar mañana”, exageró esta semana el ministro de la Policía, Nathi Mthethwa. “Aún hay cosas que mejorar”, admitió en cambio el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, de cara al desafío que afrontará Sudáfrica del 11 de junio al 11 de julio de 2010.

Entre esas cosas por mejorar figura la asistencia a los estadios. Pese a que la FIFA regaló 70 mil entradas durante la Copa Confederaciones, varios partidos se jugaron en escenarios a la mitad de su capacidad.

Que las entradas más baratas costaran diez dólares puede explicar en parte la sorpresa de estadios semivacíos en un país en donde el fútbol es una pasión completa entre la población negra, que representa el 85 por ciento del total. Es precisamente esa población la que paradójicamente más lejos está del deporte que más la apasiona. “Los más pobres entre los pobres están realmente sufriendo. Piense que el 48 por ciento de la población gana menos de 800 rands (unos 100 dólares) al mes, tenga en cuenta que en algunas zonas del país el desempleo es del 70 u 80 por ciento”, dijo a este diario el obispo metodista Paul Veryn, que sigue el camino del Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu.

La división “rugby para blancos, fútbol para negros” se está diluyendo, y entre las nuevas generaciones es cada vez más común que ambos sectores se relacionen y que los blancos jueguen al fútbol. “Eso está cambiando, y se verá ya en las tribunas en el Mundial del año próximo. Los niños blancos, en las escuelas, ya no juegan cricket, juegan al fútbol”, aseguró el brasileño Jairo Leal, “número dos” de la selección sudafricana que dirige Joel Santana.

Con el fútbol encaminado como pasión, el esfuerzo está puesto en la falta de infraestructura adecuada y la escasez de hoteles en condiciones, con un fuerte programa de obras que se espera que genere 500 mil puestos de trabajo. “Se están creando puestos de trabajo, y es bueno para la moral del país ver que somos capaces de organizar algo tan grande”, dijo a este cronista la escritora Anna Trapido, autora de Hambre de libertad: la historia de la comida en la vida de Nelson Mandela.

Trapido se enoja cuando se le pregunta por la imagen en el exterior del presidente Jacob Zuma, absuelto de una acusación de violación. Zuma tiene cuatro esposas y 18 hijos, y en un país como Sudáfrica, con un grave problema de sida, hizo declaraciones polémicas sobre la enfermedad. La escritora defiende a su país. “Superamos los problemas de nuestro pasado en forma mucho más contundente que cualquier otro país en la historia reciente, y la economía crece. Así y todo, se sigue hablando sin sentido en el exterior. Es una forma de racismo”, concluye.

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