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Lunes, 7 de mayo de 2007

CONTRATAPA › FLOYD MAYWEATHER SE QUEDO CON EL TRIUNFO ANTE OSCAR DE LA HOYA

Padre justeza

La pelea del año, la de los 100 millones de dólares, mostró las dos caras opuestas del boxeo. En un fallo dividido y ajustado, los jueces despojaron de la corona superwelter de la CMB al Golden Boy, quien fue al frente aunque sin tanta efectividad, y se la otorgaron al Pretty Boy, que con un planteo más liviano pero inteligente logró inclinar la balanza a su favor.

 Por Daniel Guiñazú

La ajustada victoria por puntos en fallo dividido de Floyd Mayweather ante Oscar de la Hoya sobre el ring del MGM Grand Hotel de Las Vegas repone una discusión que el boxeo no zanjará nunca. ¿Quién gana una pelea? ¿El que avanza, el que tira mayor cantidad de golpes, el que sólo va al frente? ¿O aquel que sin plantarse, muchas veces retrocediendo o saliendo a los costados, conecta pocas manos, pero más netas, más claras y más precisas? Aquellos que suponen lo primero, a estas horas están que trinan con la decisión de los jurados que despojó al Golden Boy del título superwelter del Consejo Mundial y le permitió al Pretty Boy ganar su quinta corona en otras tantas categorías y estirar su invicto a 38 peleas. Dicen que De la Hoya fue víctima de un atraco en su propio patio (él era el promotor del combate) y que tocar y salir como hizo Mayweather no es la mejor manera de conseguir un campeonato del mundo. Y aquellos que sostienen que es la eficacia, y no el ataque porque sí, la llave que abre el paso rumbo a las victorias, simplemente sonríen satisfechos. Creen que se ha hecho estricta justicia.

Es cierto: en dos terceras partes de la pelea más lucrativa de la historia (de ninguna manera la más emotiva) fue De la Hoya (69,916 kg) quien atacó más y lanzó más golpes. Pero esos golpes rara vez le acertaron al movedizo y especulativo Mayweather (68,100 kg), quien hizo un extraordinario trabajo de bloqueo, parando las manos con sus puños, antebrazos y hombros que tejieron una invulnerable malla de contención. El Golden Boy gobernó estratégicamente los primeros ocho asaltos. Llevó a Mayweather a pelear de la media a la corta distancia a partir del avance de sus piernas y le quitó casi toda posibilidad de contraataque. Pero ese dominio no tuvo correlato efectivo. De la Hoya lanzaba mucho, pero llegaba poco. En cambio, Mayweather tiraba menos, pero lo que tiraba, llegaba claro. Eso sí, con más justeza que poder.

La tendencia se consolidó en las cuatro vueltas finales. Con el plus de que la fatiga que se apoderó de De la Hoya le restó rapidez y presión y ya no estuvo en condiciones de acosar a Mayweather como antes. En esos doce últimos minutos, Mayweather sintió que si afirmaba su tarea, podía llevarse la pelea y el título. Y así lo hizo. Le dio salida reiterada a su izquierda en jab, pegó varias veces una buena derecha caída con dibujo de cross, y con eso, hizo la diferencia que necesitaba para imponerse por ventaja mínima. Chuck Giampa lo vio arriba en su tarjeta por 116 a 112 y Jerry Roth le reconoció un 115-113 a su favor. Tom Kaczmarek se inclinó por De la Hoya, 115 a 113. Para Líbero hubo empate salomónico en 114, luego de que Mayweather ganara de corrido del 9º al 12º asalto. Para las incomprobables estadísticas de Compubox, el sistema que cuenta los golpes que se tiran y los que se pegan, De la Hoya conectó apenas el 20,78% de sus envíos (122 de 587) y Mayweather, el 43,03% (207 de 481).

El fallo a punto estuvo de ser modificado. Casi 40 minutos después de que el anunciador Michael Bu-ffer lo diera a conocer al mundo (176 países tomaron la transmisión en vivo de la pelea), la Comisión Atlética del estado de Nevada se percató de que en la planilla donde se vuelca el cómputo que entregan los jurados round a round estaba cambiado el nombre de los boxeadores. Ante la posibilidad de que los puntos de De la Hoya hubieran ido a parar a Mayweather y viceversa, se procedió a un minucioso control en el que se descubrió que todo estaba en orden y que el error se había cometido sólo en el detalle que se le había entregado a la cadena televisiva HBO y al resto de la prensa acreditada. De ese punteo surgió un dato que refuerza lo parejo que resultó todo. El veterano juez Jerry Roth fue el único que le dio el último asalto a Mayweather. Si, al igual que sus colegas Giampa y Kaczmarek, se lo hubiera concedido a De la Hoya, su tarjeta habría arribado a una igualdad en 114, el combate habría finalizado empatado con tres tarjetas diferentes (una para cada boxeador y una igualada), De la Hoya habría retenido la corona y no habría habido margen para tanta polémica, como cada vez que al Golden Boy le tocó perder.

Sólo Bernard Hopkins lo superó sin atenuantes, haciéndole morder sobre la lona el polvo del nocaut. Después, ante Trinidad, las dos veces ante Mosley y ahora ante Mayweather, cayó por poco en decisiones cerradas, que bien pudieron haberlo favorecido. En todos los casos, le pasó lo mismo: a su mejor comienzo le faltó un final adecuado que se lo hicieron pagar con creces, exageradamente.

Está claro que De la Hoya no volverá a ser el mismo que tuvo el boxeo del mundo en sus puños durante la década del ’90. A los 34 años, es más un empresario próspero y exitoso que un boxeador excitante, y seguirá en esa senda. Su empresa, la Golden Boy Promotions, ha ganado una fortuna con este megaemprendimiento, y cuando se cierren las cuentas del pay per view, podrá decirse que este combate fue el más taquillero de todos los tiempos. De la Hoya sabe que sólo él sobre el ring asegura semejantes rendimientos. Por eso y porque dice que todavía tiene ganas de dedicarle tres meses de su vida a la preparación de una pelea, habrá de continuar activo, no se sabe hasta cuándo y ante quién.

Lo que sí es seguro es que, por ahora y nada más que por ahora, no habrá revancha. En la conferencia de prensa posterior a la pelea, Mayweather anunció su retiro para dedicarse a sus hijos y a su propia empresa promotora, la Floyd Mayweather Promotions. “Hice todo lo que se puede hacer en este deporte”, declaró. La duda es que hará si De la Hoya le ofrece otro negocio así de suculento. Si por desafiarlo le cobró 10 millones, ahora, por ser el campeón, está en condiciones de exigir el doble. No está nada mal para volver hacer lo mismo de siempre. Bailar como una mariposa y picar como una avispa, al estilo del viejo Alí.

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