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Lunes, 1 de febrero de 2010

CONTRATAPA

Cien años no es nada

Excursionistas, histórico club del Ascenso y actual líder de la C, festeja su primer centenario de vida, más ligado a los sinsabores que al éxito. Pero para el próximo siglo promete revancha y hasta copar el Bernabeu...

 Por Fernando D´addario

Era miércoles a la tarde. Jugaban Midland y Excursionistas (mi equipo) en Libertad, partido de Merlo, y yo tenía franco. ¿Qué más le podía pedir a la vida? Mi propensión patológica a la impuntualidad y la pérdida fortuita de un tren con cartelito “A G. Catán” hicieron que llegara recién para el segundo tiempo. La había llevado a mi novia, con la promesa de hacerle conocer un pintoresco barrio del Oeste bonaerense. Como en el Ascenso no se permite el ingreso de público visitante, hubo que tramitar la entrada a la tribuna local. Pero Midland exigía una credencial identificatoria o, en su defecto, una fotocopia del DNI más una foto carnet por duplicado. Una rápida mirada a los alrededores confirmó que los requisitos, de ribetes kafkianos, eran imposibles de cumplir. Después de rogarles a un suboficial de Infantería y a un jefe de control con pinta de haber superado con éxito unas cuantas trifulcas futboleras, sindicales y barriales, pudimos entrar a ver sólo los últimos 15 minutos del partido. Camuflado entre los hinchas locales, que odian profundamente a Excursionistas, debí refinar mis ejercicios de control mental para no gritar el gol de Fede Díaz que selló la victoria 3 a 1. Ni los jugadores nuestros se animaron a festejar demasiado. Tuve tiempo para recorrer las caras de los barrabravas locales, que amenazaban con matar a sus futbolistas (yo, en lugar de ellos, no desatendería el aviso) y hasta me permití un fastidiado “y qué querés, con la defensa que tenemos, nos vamos al descenso...”, para acercarme, con oportuna perversidad, a un atribulado hincha de Midland. Nos volvimos contentos en el tren. La excursión había valido la pena.

Algo así es “el Ascenso” en el fútbol argentino. La anécdota, seguramente insignificante, sirve para pensar sobre los valores que se le adjudican a esta vieja pasión, que antes era de día sábado y ahora puede ser de domingo a la mañana, o de lunes a la tarde, sin público visitante, a puertas cerradas, en cancha neutral, a treinta kilómetros del barrio, etcétera. Se habla de estoicismo, de sacrificio, hasta se menciona la palabra “masoquismo”. ¡Qué sabrán! Si no hay nada más natural y espontáneo –tal vez mi novia no opine lo mismo– que ir a ver a Excursionistas. Que además va puntero en el campeonato de Primera División C. Y, como si esto fuera poco, hoy festeja sus primeros 100 años de vida con una fiesta para más de mil personas en su cancha de Pampa y Miñones. ¿De qué sacrificio están hablando? Si el sábado, después de un triunfo heroico contra Berazategui (se sufrió, claro, si parecía que se venía la tormenta, no se veía nada y confluían sobre el Bajo Belgrano todos los fantasmas de los 100 años), se jugó un partido homenaje entre viejas glorias y pudimos volver a ver al Beto Horvath, a Mazariche, a Fonseca, al Loco Seria. Y al Hueso Houseman, que al minuto y medio ya estaba acalambrado, o contracturado, o agotado, y se recostó sobre los límites de su puesto natural (la punta derecha) exclusivamente para sacarse fotos con los hinchas que se metían a la cancha.

Es cierto: para la gran mayoría de los aficionados al fútbol, todo esto es chino básico. Al fútbol de la “C” no lo televisa ni Canal 7. La única vez que aparecimos en las pantallas de aire fue cuando un grupo de la barra, en pleno partido, entró a la cancha para pegarles a los jugadores de Comunicaciones. Podía haber sido un episodio más de violencia. Pero ese día no hubo fútbol de Primera y al día siguiente, sin nada para mostrar, todos los canales repararon en la existencia de Excursionistas. Se suspendió el fútbol y sufrimos una “sanción ejemplar”: nos sacaron 21 puntos y chau campeonato. A los diez días ya habíamos vuelto cómodamente al anonimato. Pero, más allá (o más acá) de la indiferencia generalizada, hay una minoría ilustrada que conoce las mañas y las chicanas de este fútbol. Esta suerte de “aristocracia del Ascenso” tampoco nos favorece. Conocedora de las estadísticas y erudita en historia (sobre todo de las desgracias ajenas), podría hacer suya la frase del estadista paraguayo José Luis Félix Chilavert: “Tú no has ganado nada”. Bueno, es que los astros no han sido generosos con Excursionistas. La palabra “campeón” casi siempre se nos quedó atragantada. En 2001 la gritamos, de la mano del gran Néstor Rapa, pero el modo japonés en que se definían los torneos nos dejó sin el ascenso. En el ’94 subimos a la B, después de 22 años. Pero la alegría enorme estaba atada, al parecer, a la promesa de una desgracia mayor: en la temporada siguiente, Defensores de Belgrano, nuestro histórico rival (al que siempre tuvimos de hijo, valga el consuelo), nos mandó al descenso en el último partido. Ya nos volveremos a encontrar.

En función de estas historias podrá decirse, siguiendo el lugar común, que lo de Excursio “es un sentimiento inexplicable”. Pero no. Tiene una lógica, reconoce una racionalidad interna e intransferible. Responde al apego a un fútbol jugado y vivido a escala humana, con ídolos de ayer (el Pata Dotto, que no llegué a ver) y de hoy (el eterno Polaco Della Marchesina) que no cambiaríamos por un, digamos... Cristiano Ronaldo. Apela a nuestras contradicciones más profundas: somos hinchas de un club pobre, enclavado en una de las zonas más privilegiadas de Belgrano. A veces decimos que queremos insertarnos en el barrio, pero nos gana la mística que identifica a Excursionistas con la vieja villa del Bajo Belgrano, la de Houseman, la que sacaron los milicos con las topadoras antes del Mundial ’78.

Tal vez nada de esto sea verdad en términos absolutos. Quizá todos estos “códigos del Ascenso”, tan férreamente defendidos, no sean más que variantes de un autoengaño forzoso. Asumimos el sueño pragmático de subir a la B, pero en algún lugar de nuestro espíritu anida la utopía de estar “del otro lado”, de jugar la Copa, ganarle a River en el Monumental y cagar a patadas a Cristiano Ronaldo en el Bernabeu (es que “el Ascenso” te acompaña a todos lados). A partir de hoy tenemos otros 100 años para intentarlo.

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