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Lunes, 20 de agosto de 2012

CONTRATAPA › A PROPóSITO DEL EPISODIO MáS REPROBABLE DE LOS JJ.OO.

Un olímpico desprecio por la competencia

 Por César R. Torres *

Durante la primera semana de los recientemente culminados Juegos Olímpicos, cuatro parejas femeninas de bádminton fueron descalificadas por haber “perdido a propósito” para lograr cruces más favorables en la instancia final del torneo. Según la Federación Mundial de Bádminton (FMB), lo reprobable la conducta de las dos parejas surcoreanas, la indonesia, y la china, última campeona del mundo, residió en “no poner en práctica todo su esfuerzo para ganar el partido” y “comportarse de una manera claramente abusiva en detrimento del deporte”.

La decisión de la FMB fue mayormente celebrada, pero también fue objeto de serias críticas. Sam Borden, periodista del New York Times, ofreció una defensa de las jugadoras, argumentando que el objetivo es conquistar la medalla de oro y no ganar todos los partidos. Borden cree que “perder a propósito” es ocasionalmente una táctica oportuna conducente al logro de dicho objetivo. Aunque Borden admite que la conducta de las jugadoras no fue “bonita” y que el público no debe celebrar el “perder para ganar”, afirma que tampoco debemos ser tan tontos de fingir que esta actitud no forma parte del deporte.

Si bien considero que la defensa de Borden es inadecuada, también considero que la FMB no explicó debidamente las razones por las cuales la conducta de las jugadores es abusiva y menoscaba al deporte. Estas razones no son evidentes, tal como señala el cuestionamiento de Borden. Responderle implica tanto clarificar como robustecer la posición de la FMB.

El deporte es un problema artificial establecido y regulado a través de reglas que pone a prueba principalmente un conjunto de habilidades físicas específicas. Las mismas no sólo caracterizan a los diferentes deportes sino que también conforman sus estándares de excelencia. Mientras el deporte pone a prueba la capacidad para lograr su objetivo por medio de las habilidades físicas específicas requeridas, el deporte competitivo compara la capacidad de los competidores para realizar tal logro y determina superioridad deportiva. Como dice el filósofo Robert L. Simon, esta interpretación del propósito del deporte y de la competencia deportiva no está explicitada en los reglamentos, pero puede ser pensada como la mejor explicación del sentido de los mismos. Dicha explicación sugiere que los competidores fomenten los estándares de excelencia de su deporte y promuevan un contexto competitivo genuino.

En primer lugar, “perder a propósito” subvierte el sentido del deporte competitivo: ni se compara fehacientemente la capacidad de los competidores, ni se determina quién es superior. Es decir, “ir para atrás”, tal como se llama a esta actitud en la tribuna, representa un simulacro de competencia. Al no haber esfuerzo por parte de los competidores por ponerse a prueba mutuamente, los resultados establecidos son inválidos. Subvertirlos también tiene implicancias epistemológicas: renunciamos a conocer fehacientemente nuestro potencial deportivo.

Vale aclarar que, en esta concepción de la competencia deportiva, el resultado no deja de tener importancia. Sin embargo, a diferencia de la postura de Borden, y más precisamente de la de todos los “resultadistas”, que lo ven como el fin último de la competencia, el mismo es importante en función del parámetro de excelencia relativa que establece. En otras palabras, el resultado, con sus imprecisiones, diferencia superioridad deportiva.

En segundo lugar, “perder a propósito” supone una falta de compromiso con los estándares de excelencia del deporte. Esto quedó en evidencia en el partido entre las parejas china y una de las surcoreanas en el torneo olímpico de bádminton. Como reza una crónica publicada en este periódico: “En apariencia, los mejores exponentes que tiene la disciplina se cansaron de tirar saques a la red o fallar en la devolución de tiros simples”. Los errores fueron tan bastos que el árbitro les pidió a las jugadoras, infructuosamente, que tomasen seriamente el partido. A su vez, el público, descontento, las abucheó. No todos los casos de “perder a propósito” son tan groseros, pero todos priorizan metas ulteriores en detrimento de la excelencia deportiva, aspiración que los deportistas supuestamente acogen y que les permite destacarse. “Perder a propósito” es un contrasentido. Así, las tácticas que minan la excelencia deportiva, aunque sean a menudo conducentes al logro de resultados favorables, son inapropiadas. La fidelidad primaria debería ser, como demostró el público del bádminton olímpico, a los estándares de excelencia del deporte.

También cabe mencionar que la vigencia de una conducta no debe confundirse con su validez. Que una conducta prevalezca no significa que deba prevalecer. Los argumentos aquí presentados señalan que, más allá de la extensión y la aceptación de su práctica, el “perder a propósito” no debería formar parte del deporte. Y esto justifica tanto el desaliento de dicha conducta como su sanción cuando es detectada. Detallar la extensión y la aceptación de una conducta es un ejercicio empírico interesante que grafica un estado de situación, pero esto no le confiere peso normativo.

Finalmente, se puede argumentar que “perder a propósito”, aunque sea para lograr cruces más favorables en la instancia final de un torneo, genera un clima de desconfianza general. Piénsese en los escandalosos arreglos de partidos en el tenis internacional o en el fútbol profesional de varios países. Probablemente no todas las formas de “perder a propósito” tengan la misma gravedad. No obstante, son susceptibles de desconfianza porque los resultados, que deberían ser indicadores fiables de la capacidad relativa de los competidores, pasan a reflejar una confabulación para manipularlos. Así, la integridad de los competidores y de la competencia es sospechada.

En resumen, los competidores tienen la responsabilidad de intentar ganar todos los partidos en los que participan, en los Juegos Olímpicos y en todo torneo. De esta manera se honra a la excelencia deportiva, a la comunidad de practicantes y al público. Los competidores que “pierden a propósito” ponen en jaque la legitimidad del deporte.

* Doctor en Filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).

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