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Lunes, 22 de julio de 2013

CONTRATAPA

Fútbol, cine y wines

Metegol, la película record del momento, está inspirada en un cuento futbolero de Roberto Fontanarrosa. “Es una reivindicación romántica de cierto modo de encarar el fútbol y la vida misma”, asegura Eduardo Sacheri, uno de los guionistas.

 Por Juan José Panno

“... y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me lo enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son los wines. No me vengan con eso de wing ‘ventilador’, o wing ‘mentiroso’, o las pelotas. Arriba y contra la raya. Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta, ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él, ¿para qué mierda juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso te sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego, o te viene con la ‘holandesa’ o la brasileña y otras estupideces.”

Así empieza “Memorias de un wing derecho”, el fenomenal cuento de Roberto Fontanarrosa convertido en un clásico de la literatura futbolera, que sirvió de inspiración a Juan José Campanella para la película sensación del momento: Metegol.

Uno de los guionistas del film, el escritor Eduardo Sacheri, entrevistado por el sitio 11w.sports.com, resalta lo que llama “algo terrible”, y es que “el protagonista de la película es wing izquierdo” (y no derecho, como el que había imaginado Fontanarrosa en su cuento), para que diera mejor en cámara. “Lo que sí hay –siguió Sacheri– es una reivindicación romántica de cierto modo de encarar el fútbol y la vida misma. Un modo de situarse no de espaldas al progreso, o al futuro, sino tratando de construir un vistazo crítico a lo que nos venden como maravillas.”

Sacheri aclara que su historia con el metegol “es parecida a la de muchos: en el club de barrio, en el bar o en algún lado nos topamos con un metegol para jugar con nuestros amigos. No soy un buen jugador, ni tengo uno en mi casa”.

Otro escritor que se metió con el metegol, al menos desde el título de una serie de cuentos futboleros, es Juan Sasturain, autor de “Wing de metegol”. Sasturain sí tiene un metegol en su casa, pero no es tan crack jugando como escribiendo.

En los cuentos de Fontanarrosa, en los de Sasturain, en los de Sacheri y en la película de Campanella, los jugadores se humanizan respetando la esencia del juego, trascendiendo el fútbol, para dejar ejemplos de compañerismo y solidaridad.

“Memorias de un wing derecho” se cierra con una referencia a las maquinitas electrónicas (no era todavía el tiempo de la Play Station, ni de las Wii) y el regreso a las fuentes de los muchachos del club:

“(...) Siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad. ¡Por favor!”.

Hay que ver la película, hay que leer a estos monstruos y, de vez en cuando, hay que jugarse un partidito de metegol para darle sentido al fútbol.

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