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Lunes, 2 de diciembre de 2013

CONTRATAPA › PROPUESTAS PARA UN JUEGO MAS COHERENTE E INTEGRO

El fútbol no puede ser más feo

 Por César R. Torres *

Juan Sasturain es un perspicaz observador y comentarista de lo que considera, con razón y honrosamente, un aspecto clave de nuestra cultura: el fútbol. Y además, como dirían en el barrio, es un maestro de la escritura. Las reflexiones futbolísticas de Sasturain, que a menudo constituyen el eje central de la contratapa de los lunes que escribe para este diario, son una delicia.

El mes pasado, en una de esas contratapas, reiteró su hartazgo de la mediocridad, e incuestionable decadencia, del fútbol doméstico. Según Sasturain, “cada vez se juega peor, mal y más feo”, y no se percibe voluntad, esfuerzo o capacidad para encauzar al juego “por el sendero del buen gusto y de la buena leche”. Sasturain es partidario del fútbol ofensivo en el que prima la posesión de la pelota, y la búsqueda ordenada y sistemática de la progresión en el terreno de juego a través del pase y la asociación continua. También reivindica la gambeta como expresión de creatividad y posibilidad de desequilibrio. En su libro Wing de metegol. De qué hablamos cuando hablamos de fútbol expone más acabadamente su visión del fútbol, que sintetiza diciendo que éste “se cuenta en goles, pero para hacerlos hay que tener la pelota. Es la idea primera, el concepto fundante”. La sencillez del postulado no le quita valor... piénsese en el impío culto al revoleo de la pelota.

La visión futbolística propuesta por Sasturain se encuadra dentro de lo que en el argot de la filosofía del deporte se conoce como interpretivismo. Esta teoría del deporte, inspirada en la filosofía del derecho de Ronald Dworkin, mantiene que el mismo excede las reglas escritas y su ethos (las convenciones vigentes), alegando la necesidad de apelar a principios y valores que proveen de sentido a la práctica deportiva. Dichos principios y valores no están explicitados en los reglamentos, pero pueden ser pensados como la mejor explicación de su sentido. La “interpretación” de estos principios y valores intenta articular la versión más coherente del deporte. A su vez, esta articulación tiene aristas estéticas y éticas que frecuentemente están interrelacionadas.

De esta manera, no sorprende que Sasturain repudie tanto la “fealdad” (dimensión estética) como la “mezquindad” (dimensión ética) del fútbol doméstico, y promueva un encauzamiento hacia el “buen gusto” (dimensión estética) y la “buena leche” (dimensión ética), elementos centrales en su interpretación del juego. De la misma manera, argumenta que la preocupación por mantener el resultado en cero contraría “la esencia misma de la competencia”. Esta también forma parte de su interpretación del juego y requiere que los equipos, usando la jerga futbolera, “busquen el arco contrario” activamente. Como dice en el libro mencionado, cree que el “resultadismo” (la obsesión por el resultado favorable independientemente de cómo se logra) tiene efectos devastadores: un juego cauteloso, predecible y cerril en el que sobresale el infausto “vale todo” (trampa, deslealtad, corrupción, etcétera).

Para neutralizar la mediocridad futbolística doméstica, y por ende los efectos del resultadismo, Sasturain propuso en la nota mencionada que los partidos comiencen 1-0 por sorteo y que el primer gol del equipo que perdió el sorteo valga 2. Con este formato, como lo explica él mismo, “no existen la posibilidad del 0-0 ni del 1-1. El primer empate hay que laburarlo: sólo se consigue con el 2-2”. La idea es que los equipos implementen tácticas audaces que pongan a prueba fehacientemente sus habilidades mientras orientan sus esfuerzos a lograr aquello con lo que se cuenta el fútbol: goles. Dicho de otra manera, la propuesta supone que “los va a obligar [a jugadores y técnicos] a ir al frente, con lo que se cumpliría al menos una de las premisas de la noble competencia”. Interpretivismo puro.

Sasturain admite que su propuesta es fruto de la desesperación futbolística y que está apoyada en la arbitrariedad del azar. Pero niega que sea injusta. Y tiene algo de razón si uno se atiene a un modelo formal o procedimental de justicia. Sin embargo, en el deporte existe un criterio independiente o principio distributivo para determinar si la distribución de las ventajas competitivas es justa: el mérito. El mismo está presupuesto en la visión interpretivista del fútbol articulada por Sasturain. El sabe que su “modesta proposición” es improcedente (de hecho, la califica de estúpida), pero su intención primordial es, a mi entender, debatir sobre la mediocridad futbolística, pensar bajo qué condiciones prospera el juego e identificar estrategias para mejorarlo. Por algo cierra con una invitación: “Queda abierta la cuestión y se escuchan sugerencias superadoras”.

En ese espíritu, y compartiendo la interpretación sasturiana del fútbol, se listan abajo una serie de propuestas para que jugadores y técnicos se predispongan a ir al frente. Las mismas no son novedosas ni exhaustivas, pero quizá sirvan para continuar la conversación que plantea Sasturain.

1. Otorgar medio punto extra al equipo que gane por dos goles de diferencia.

2. Otorgar un punto extra al equipo que gane por tres o más goles de diferencia.

3. Otorgar medio punto extra al equipo que gane de visitante.

4. Reducir el número de jugadores por equipo a diez.

5. Agrandar el arco.

6. Implementar expulsiones temporales por infracciones a las reglas del juego sancionables con amonestación.

7. Implementar expulsiones temporales por repetidas infracciones menores a las reglas del juego.

8. Modificar o eliminar la regla del fuera de juego.

9. Implementar el sistema de tiempo neto de juego.

10. Permitir que los saques de banda se ejecuten con el pie.

Estas propuestas, como dice el maestro Sasturain, no van a “mejorar [necesariamente] la calidad del juego ni neutralizar la posible corrupción”, pero acaso redunden en algún golcito más por partido. Teniendo en cuenta el estado del fútbol doméstico, no sería poca cosa. Además, junto con otras propuestas posibles y atendibles, nos permiten debatir e imaginar interpretativamente cómo sería un fútbol más coherente e íntegro.

* Doctor en Filosofía e Historia del Deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).

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Imagen: DyN
 
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