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Lunes, 23 de diciembre de 2013

CONTRATAPA › EL úLTIMO GRAN ACONTECIMIENTO DEPORTIVO DEL AñO

Sidra, pan dulce y Narváez

El chubutense defendió con éxito, por novena vez, su corona supermosca de la OMB, ante un débil rival en una noche bochornosa. Su boxeo notable se recorta contra la endeblez de los adversarios que ha venido enfrentando.

 Por Daniel Guiñazú

Como si se tratara de un argumento escrito de antemano, la novena defensa del título supermosca de la Organización Mundial que hizo Omar Narváez en la madrugada del domingo, no le hizo concesión alguna a la sorpresa. Se sabía que el retador mexicano David Carmona tenía escasas (por no decir nulas) chances de victoria. Y que había sido traído para posibilitar el lucimiento del gran campeón chubutense y un triunfo sin contratiempos. Y todo se dio tal cual. Narváez ganó por nocaut técnico en el 7º asalto, después de haber dado otra exhibición boxística que, sin embargo, no pudo hacer olvidar el calor a quienes fueron al Villa La Ñata Sporting Club, la institución deportiva que el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, fundó en ese paraje de la localidad de Benavídez.

En medio de un profuso cotillón anaranjado de fondo y con un ringside repleto de famosos amigos del gobernador y su esposa, Karina Rabolini, Narváez (52,100 kg) hizo lo que quiso. Presionó a base de piernas a Carmona (52,100 kg) y lo fue carcomiendo con un exquisito reparto de golpes a la cabeza y a los planos bajos. Sin prisa, pero sin pausa, el campeón chubutense demolió a su desafiante, hasta que en el 6º round lo derribó con una seca izquierda al plexo. En el 7º fue tal el bombardeo que José Luis Bueno, el segundo principal de Carmona, se trepó al ring y lanzó la toalla en señal de abandono, cuando hacía rato que al mexicano, de sólo 22 años, la pelea y la oportunidad por el título del mundo le habían quedado inmensamente grandes.

Resulta elogiable la actitud con la que Narváez asume sus peleas. A los 38 años y con 29 combates por títulos del mundo sobre 44 disputados, no sube al ring a zafar sino a dar lo mejor de sí, con generosidad y sin mezquindades. Pero la pobreza de la gran mayoría de sus últimos rivales obliga a ser cautos. Está bien que se proteja a un campeón ya grande y que recorre el último tramo de una carrera estupenda. No se puede pelear siempre con los mejores. Pero tampoco se puede pelear siempre o casi siempre con adversarios tan inferiores. Eso es lo que ha venido haciendo Narváez en los últimos tiempos. Y eso mismo es que lo desluce actuaciones que, con otra exigencia más elevada, serían notables. Porque notable es el boxeo de Narváez.

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Imagen: Télam
 
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