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Lunes, 3 de noviembre de 2014

CONTRATAPA

El espíritu del ascenso

Es una novela de pasiones, de más de un siglo de sentimientos. Maldita B, de Ediciones B Grupo Zeta, de Ariel Greco, uno de los editores de Líbero), repasa la historia del fútbol de Ascenso en la Argentina, y los textos que se reproducen a continuación forman parte del capítulo final.

Ayer pasé por tu cancha y me tiraste con...

“¿Qué es eso? ¡Cuidado!” A pesar del grito y el aviso, el jeep no pudo esquivar aquel bulto, lo impactó y se fue de cola en plena ruta 8. Aquella tarde del sábado 26 de septiembre de 1986 llovía con intensidad y apenas se veía en ese tramo del camino, entre Colón y Pergamino. Con el vehículo en la banquina, los amigos bajaron a ver lo que había sucedido y levantaron el cuerpo de aquel bicho que se había cruzado. “Vamos a llevarlo”, dijo uno, y cargaron al animal en el auto.

El destino final de la excursión era la cancha de Douglas Haig, donde el local recibía a Banfield por la duodécima fecha del flamante Torneo Nacional B. Y los amigos no entraron solos. “Los muchachos habían atropellado a una iguana cuando iban a la cancha. El bicho quedó muerto en la ruta y se les dio por levantarlo. Lo envolvieron en una bandera y lo metieron en la cancha. Es que no había tanta seguridad. Era el primer año del Nacional B y Douglas estaba recién ascendido. Todo era muy nuevo. Demasiado”, contó Carlos, un hincha del conjunto rojinegro que prefirió no dar su apellido.

En el campo de juego, todo transcurría de manera normal y los visitantes se imponían 1-0 con un gol de Daniel Toribio Aquino. Hasta que el juez de línea Daniel Haro marcó un offside y, casi de inmediato, corrió shockeado hacia el centro del campo. Algo le había impactado en la cabeza. Y no se trataba de un objeto contundente de los que se podría considerar habituales, como una botella o una piedra. Era otra cosa. Mareado por el golpe, a Haro le costó identificar el proyectil. Pero miró bien y no tuvo dudas: se trataba de una iguana. Los jugadores de ambos equipos no salían de su asombro. El árbitro Rubén Padilla, tampoco. El que reaccionó fue el arquero de Douglas Juan Carlos Delménico, aquel que había sido campeón con el Estudiantes de Carlos Bilardo. Y como si fuera un lanzador de martillo, arrojó el animal para la tribuna. Pero para sorpresa de todos, los hinchas lo volvieron a tirar, aunque esta vez sin tanta puntería. Entonces intervino un policía, que tomó al bicho y lo custodió durante el resto del partido. El empate de Mario Finarolli terminó de calmar los ánimos.

Diez años más tarde, el diario Olé recordó la historia y, además del testigo Carlos, contactó a Haro, el involuntario protagonista. “Los hinchas de Douglas estaban nerviosos porque perdían 1-0. Me gritaban algo de una iguana. Yo no entendía. ¿Qué me iba a imaginar? En una de esas marco un offside y siento un golpe tremendo en la cabeza. Salgo corriendo y, cuando me doy vuelta, veo un terrible bicho tirado a un costado. Era impresionante, tendría unos 70 u 80 centímetros. Y el que la tiró tuvo tanta puntería que me la puso justo en la cabeza. Ahí vinieron a ver el árbitro, los jugadores, todos... Claro, era algo nunca visto”, indicó el juez de línea. Padilla, su compañero aquella tarde, también lo recordó con una sonrisa. “La segunda vez que se la tiraron, yo estaba al lado. Vi venir algo enorme que giraba en el aire como un helicóptero: era la iguana.” Lo cierto es que Haro nunca más olvidó aquella tarde en Pergamino: “Yo estaba acostumbrado a los encendedores, a una radio portátil... ¡Pero a una iguana!”.

Un médico a la derecha... de la defensa

En el último Torneo Final, Rafaela y Colón disputaron un desempate que mandó al conjunto santafesino a la B Nacional, luego de que los rafaelinos se impusieran 1-0 en Rosario. Lo llamativo es que dos décadas antes habían protagonizado un encuentro que terminó en escándalo por un hecho protagonizado por Eduardo Vega, el actual presidente sabalero.

El 8 de mayo de 1993 se jugó la fecha 37 del Nacional B y Rafaela recibió a Colón, que llegaba peleando palmo a palmo el torneo con Banfield. Los visitantes se colocaron en ventaja con tantos de Roberto Mamani y Adolfino Cañete, pero la Crema alcanzó el empate a través de un penal convertido por Horacio Pucheta y un golazo de Víctor Grillo. Por eso, los últimos minutos resultaron emocionantes, con los dos equipos buscando el triunfo. Cuando se acercaba el final, el juez de línea que marcaba el ataque de Colón levantó su bandera para señalar un offside. Guillermo Marconi, el secretario general del Sadra y que era el árbitro, estuvo casi un minuto sin mirar a su asistente, por lo que el juego continuó con otro ataque sabalero, hasta que el defensor rafaelino Mario Vera tomó la pelota con sus manos para frenar las acciones. Sin percatarse de lo que le indicaba el línea, Marconi marcó el penal para Colón, ante la protesta de todos los jugadores locales.

Tan convincentes eran los reclamos que el mediático árbitro por fin consultó al juez de línea, que efectivamente le confirmó que había señalado la posición adelantada anterior. Entonces, de penal en contra, Rafaela pasó a tener un tiro libre indirecto a favor. Carlos Goyén, el experimentado arquero uruguayo que había sido campeón con Independiente diez años antes, aprovechó la confusión para meter un pelotazo larguísimo en busca de Pucheta, que corría sin marcas hacia el arco de Perassi. Sin embargo, un quite oportuno le privó de la chance de gol. El gran problema es que el cierre no lo había hecho un zaguero, sino que, recordando sus épocas como futbolista profesional en el club santafesino, el cruce lo realizó Eduardo Lalo Vega, el médico de Colón, que se percató de que los defensores de su equipo no se encontraban tan concentrados en el juego como lo estaba él. Molesto por lo sucedido, el delantero de Rafaela le pegó un tremendo topetazo que lo levantó por los aires. Pero Vega había logrado su objetivo. “Cuando Goyén jugó para Pucheta, me metí sin dudarlo”, le contó a la revista de Internet Augol.

No es difícil imaginarse la trifulca que se armó en la mitad de la cancha. Pero Lalo, con su mejor cara de “yo no fui”, se fue caminando despacito hacia los vesturarios. “Me querían pegar todos, je. Yo lo primero que hice una vez que me metí, consciente de la gravedad del hecho, me fui solo para el vestuario. Si me quedaba en la cancha hubiese sido peor, porque no entendían mi reacción”, comentó el médico. Por la pelea entre los futbolistas, Marconi expulsó a Pucheta y al defensor de Colón Marcelo Enrique.

Mientras los ánimos se calmaban y el partido terminaba, Vega se cambió rápido la campera y esperó lo inevitable, que lo fueran a buscar. “Soy juez y vengo a buscar al médico de Colón para llevarlo detenido. ¿Sabe dónde está?”, le preguntó un magistrado de los tribunales rafaelinos. “Creo que recién se fue”, respondió Lalo, que luego fue voluntariamente a declarar a la Jefatura Policial. “Estuve con arresto domiciliario por dos días y fui suspendido por un año para ingresar a la cancha”, contó el médico, que a pesar de aquella sanción siguió cumpliendo sus funciones en el club durante los siguientes 20 años. Y no sólo eso, en las elecciones desarrolladas en diciembre de 2013, tras la renuncia de Germán Lerche, comandó la lista “Resurgir Sabalero”, que se impuso con el 68 por ciento de los votos.

Como una mueca del destino, en su primer campeonato como presidente y a pesar de la excelente campaña que cumplió el equipo, a Vega y Colón se les cruzó Rafaela en el desempate para mandarlos a la B luego de 19 años ininterrumpidos en la máxima categoría.

(El libro se presentará mañana, a las 18.30, en DeporTEA, Lavalle 2083.)

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Gentileza página oficial de Chacarita
 
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