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Lunes, 29 de diciembre de 2008

BOXEO › OMAR NARVáEZ IGUALó EL RECORD DE DEFENSAS DE MONZóN

Dos puños para la historia

Las tres defensas exitosas de su cinturón mosca de la OMB que realizó durante 2008 lo pusieron al nivel del recordado santafesino, y quedó a un paso de batir esa marca, lo que puede suceder ya en febrero en su provincia.

 Por Daniel Guiñazú

A la hora de elevar las copas para el brindis de fin de año, el boxeo argentino ha dividido sus preferencias. Están los que creen que la consagración de Hugo Garay como campeón de los mediopesados de la Asociación Mundial y, sobre todo, su defensa exitosa en Alemania ante el local Jurgen Brahmer, le conceden al tigrense la condición de boxeador top de 2008. Están, también, aquellos que no pueden borrar de sus retinas la exquisita exhibición de talento y contundencia que ofreció Sergio “Maravilla” Martínez, la noche en la que batió por nocaut técnico al congoleño Alex Bunema y se alzó con el título interino mediano junior del Consejo. Y también son muchos los que, al momento de los balances inevitables, se quedan con Omar Narváez. El zurdo chubutense expuso tres veces su corona de los moscas de la OMB y, en la última de ellas igualó el record de 14 defensas que acumuló la gloria de Carlos Monzón.

Es una señal de buena salud para una actividad a menudo tan vapuleada que tres pugilistas se disputen entre sí el primer peldaño del podio de los mejores. Podrían ser cuatro si se tomaran en cuenta las tres victorias contundentes que el santafesino Marcos René Maidana que recogió en Europa en su camino rumbo al campeonato welter junior de la Asociación. Pero fue otro el nivel de la exigencia competitiva. Por eso, entre Garay, Martínez y Narváez se condensa lo más saliente de los últimos 365 días.

De todas maneras y por lo que implica para la historia haber alcanzado una marca que databa de hace 30 años, se hace necesario destacarlo otra vez a Narváez. En verdad, el chubutense tuvo un año sereno. El 25 de enero derrotó al colombiano Carlos Támara en Puerto Madryn, el 9 de mayo venció por nocaut técnico en ocho asaltos al español Iván Pozo en Galicia, y el 20 de septiembre se impuso al mexicano Alejandro Hernández, también en Puerto Madryn. Y en ninguno de esos combates atravesó más riesgos que los que le provocaron sus manos, siempre resentidas, siempre necesitadas de infiltraciones. A cada paso sobre los rings, Narváez puso en claro su talento, sus variantes, su velocidad de piernas, brazos y mente, su inteligencia estratégica. En suma, todo aquello que lo ha convertido, sin discusiones, en el mejor boxeador argentino del siglo 21.

Que en una época de reinados fugaces, Narváez lleve seis años y catorce defensas como campeón habla de la solidez de su carrera, que, además, sostiene un invicto de 30 peleas, con 28 victorias (17 antes del límite) y dos empates. Y es esa solidez y la confianza ciega en sus condiciones lo que repone esta pregunta aún sin respuesta: ¿llegará en 2009 el tiempo de verlo al chubutense unificando su título ante los campeones mosca de las otras entidades? Ese reto de enfrentar a los mejores y no a rivales cuidadosamente escogidos para la ocasión es el paso que le falta dar para poder considerarlo, definitivamente, entre los más grandes de todos los tiempos del boxeo argentino.

Fue dicho, pero no está de más reiterarlo. Mientras Monzón fue el único campeón de los medianos entre 1970 y 1974, compartió su corona con Rodrigo Valdez entre el ’74 y el ’76 cuando el Consejo Mundial decidió desconocerlo, y la unificó en 1976, ganándole al colombiano en Montecarlo. Narváez, a lo largo de todo su ciclo de campeón, sólo fue el dueño de una porción de título, la de la Organización Mundial, y nunca ha intentado, siquiera, conseguir las versiones de la Asociación, el Consejo y la Federación. Y en tanto Monzón hizo tres defensas en el Luna Park, diez en Europa ante rivales por lo general muy calificados y sólo una en los Estados Unidos, Narváez ha centrado su campaña en la Argentina, donde expuso ocho veces su corona, en algunos casos ante desafiantes de bajo nivel, y en Europa donde realizó seis defensas ante adversarios algo mejores.

La conclusión es evidente: no son lo mismo las catorce defensas exitosas de Monzón que las catorce de Narváez. Monzón fue único campeón durante la mayor parte de su reinado y tuvo un grado de oposición infinitamente superior al de Narváez, que jamás ha enfrentado a los japoneses, coreanos, filipinos y tailandeses que componen el corazón de los pesos chicos. Pero mientras Monzón ya tiene su puesto en la historia, a los 33 años Narváez todavía puede mejorarlo. Por lo pronto, el 7 de febrero próximo hará una defensa obligatoria en Puerto Madryn ante el primer clasificado, el estadounidense Rayonta Whitfield. Después, habrá que ver que eligen tanto él como su manager Osvaldo Rivero.

Quedan muchas marcas por batir. Y, hasta aquí, Narváez y Rivero han parecido más seducidos por los logros estadísticos que por los brillos y el dinero de las grandes peleas. Estaría bueno superar la línea de las 18 defensas exitosas del tailandés Pongsaklek Wongjomkam, el campeón mosca más activo de todos los tiempos, y hasta arrimarse a las 25 de Joe Louis, el campeón mundial que más veces expuso su título en la historia. Pero lo único que le dará mayor lustre aún a una carrera inmaculada, será una gran parada, una noche de esas que dividen una campaña en un antes y un después. Narváez es un crack al que siguen esperando Takefumi Sakata, el japonés campeón mosca de la AMB, Daisuke Naito, otro japonés que reina en el Consejo, y Nonito Donaire, el filipino que manda en la FIB. Sería un desperdicio no verlo en 2009 ante uno de ellos.

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