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Lunes, 12 de octubre de 2015

BOXEO

Futuro inmediato

 Por Daniel Guiñazú

Se sabía de antemano que Omar Narváez iba a ganarle al dominicano Diego Pichardo. Y que lo haría por una amplia diferencia de puntos (diez puntos en dos tarjetas y ocho en la restante). Lo que todavía no se sabe (y acaso no se sepa hasta que llegue el momento) es si el notable bagaje técnico que exhibió el ex bicampeón mundial chubutense en la madrugada del domingo en Caseros, le será suficiente para reconquistar en 2016 el título supermosca de la Organización Mundial de Boxeo, que perdiera a fines de 2014 bajo los puños del formidable japonés Naoya Inoue.

Con 40 años cumplidos hace cinco días, Narváez hizo un repaso de lo mejor de su boxeo. Hábil, veloz, decidido y creativo, apabulló con muy buenas combinaciones a un buen boxeador como Pichardo al que ni siquiera sus piernas veloces y su estilo vistoso pudieron salvar de la paliza que, de a ratos, recibió y que su rincón o el árbitro Jorge Basile tal vez pudieron haberle evitado. A simple vista, Narváez parece intacto, listo para intentar la reconquista de la corona de las 115 libras y pasar a la historia del boxeo nacional como el boxeador que logró un campeonato del mundo a mayor edad.

Pero una cosa es la exigencia a nivel local para la que el chubutense hace rato que está sobrado. Y otra muy diferente es el salto de calidad hacia el nivel mundial. Mucho más si el campeón es un fenómeno de 22 años como Inoue que, en el penúltimo día del año pasado, hizo lo que quiso con Narváez y lo humilló derribándolo cuatro veces en poco más de cinco minutos de pelea.

Deberá estar muy afiliado el chubutense, mucho más que de costumbre, para recuperar el título. Inoue alegó lesiones en sus manos y no volvió a pelear desde aquella noche fatídica en Tokio. Reaparecerá en el penúltimo día de este año defendiendo su cinturón ante el filipino Warlito Parrenas. Si gana (como todo parece indicarlo) el desquite quedará servido para el primer semestre de 2016. Recién ahí se sabrá si Narváez está para la hazaña de volver a ser campeón del mundo a los 40 años. O para convertirse en un recuerdo glorioso.

Por eso, y más allá de la satisfacción que provoca su regreso, habría que tomar con pinzas la exhibición de Narváez ante Pichardo. Fue un recital de boxeo de alta gama, más un entrenamiento televisado que una pelea hecha y derecha. Lo verdaderamente importante, todavía espera una respuesta.

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