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Lunes, 10 de marzo de 2003

AUTOMOVILISMO Y MOTORES › LA FORMULA 1 ARRANCO SU TEMPORADA CON UN CONSEJO EXITOSO

Andá a cambiar las gomas

David Coulthard eligió hacerlo en la primera vuelta, y ganó. Michael Schumacher declinó la oferta en la largada y se cayó del podio. El clima, y no el nuevo reglamento, fue clave para que el Grand Prix
de Australia, la primera carrera del torneo 2003, fuera más entretenida que todo el campeonato pasado.

 Por Pablo Vignone

Las fabulosas alternativas del Grand Prix de Australia, probablemente la carrera más excitante de la Fórmula 1 desde que Michael Schumacher y Ferrari hegemonizan la disciplina, tientan a afirmar temerariamente que el nuevo reglamento que rige a la categoría ha sido un acierto formidable, dado que fue el responsable de una carrera con seis cambios de líder, catarata de sorpassos, y –lo mejor– una completa incertidumbre sobre el ganador hasta el último tramo. No es difícil caer en esa precipitada conclusión cuando la dupla Schumacher-Ferrari caen del podio por primera vez en un año y medio.
Pero la verdad ha pasado por otra calle. La condición fenomenal del GP australiano, que ganó de forma inesperada David Coulthard, fue responsabilidad, fundamentalmente, de las extrañas condiciones climáticas que rodearon a la largada, luego de una mañana tormentosa y una pista mojada en el arranque. Si Ferrari perdió la carrera no se debió -lamentablemente– al nuevo sistema de clasificación que mezcló la grilla de la segunda fila para atrás sino al error que cometieron los hasta ahora infalibles Schumacher y su estratega Ross Brawn: pusieron gomas intermedias (para piso semihúmedo) cuando sus rivales eligieron las cubiertas para piso seco desde la largada (como los Williams) o desde las primeras vueltas (como los McLaren, que pararon pronto para remendar su equivocada elección).
Tras semejante aclaración, es preciso decir que habrá que esperar otra carrera más para comprobar concretamente si el presunto nuevo orden de la Fórmula 1 se debe a la nueva reglamentación, aunque es probable que haya que aguardar inclusive otra quincena, ya que Malasia, en dos semanas, puede prometer más tiempo húmedo y condiciones inestables.
De todas maneras, lo que no puede obviarse es el deleite que los fanáticos han experimentado tras una carrera que atrajo del principio al fin y que, a diferencia de la mayoría de las pruebas del 2002, no estaba definida a la décima vuelta. Aún si Schumacher hubiera ganado el Grand Prix –estuvo muy cerca y, mecánicamente, habría sido lo más lógico–, la victoria no habría sido cierta sino hasta los giros finales, después de una pelea inédita con el finés Raikkonen, la estrella de la carrera. Y, efectivamente, la “derrota” del alemán se debió más a la zancadilla que le tendió el clima que al nuevo orden.
Australia ha sido la primera etapa de un campeonato que puede ser apasionante, una condición que nadie puede predecir aún. Porque, se dijo, no está claro cómo influye este nuevo sistema, y porque desde el punto de vista técnico se mantienen ciertos interrogantes. En Melbourne corrieron el Williams flamante contra una Ferrari vieja y un McLaren de transición. Es muy tentador señalar que los coches italianos ya no gozan de tanta ventaja, pero no se puede afirmar que sea efectivamente así.
Aunque eso, precisamente, es de lo más interesante que ha dejado esta carrera. La presunción de que el atractivo puede volver a ser parte esencial del circo más rápido del mundo.

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David Coulthard, vencedor, cruza la meta. Fue su 13ª victoria.
 
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