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Lunes, 2 de junio de 2003

AUTOMOVILISMO Y MOTORES › F-1: MONTOYA GANO EN MONACO

Carrera perfecta

No hubo cambios en la pista, no hubo abandonos, casi no hubo errores, y pese a ello salió un Grand Prix interesante entre los cordones.

Por P.V.

Este de Mónaco ha sido, seguramente, uno de los Grands Prix más perfectos de la historia, que en el rocoso Principado se remonta, automovilísticamente hablando, a 1929. La perfección, a no dudarlo, puede adjudicársele en base a:
- No se recuerda carrera alguna de la F-1 en el pasado inmediato ni, mucho menos, en el remoto, que hubiera tenido cero sorpassos en los puestos de vanguardia, que en las dulzonas callecitas de Montecarlo fueron ocho, apilados los dos autos de las cuatro escuderías –Ferrari, McLaren, Williams, Renault–. Exasperación de la Fórmula 1 que nació en 1994, con la manguera y los tanques semivacíos, los movimientos en el marcador se produjeron exclusivamente por gracia de las paradas en boxes para reabastecimientos.
- No se recuerda una carrera monegasca con tan incipiente grado de debilidad mecánica como lo fue ésta. Si los cordones y los serruchos, inclusive las líneas blancas en el pavimento –que, aunque parezca mentira, corrompe lentamente las transmisiones de los autos– normalmente se cobran un alto precio en abandonos, no fue éste el caso.
- A una y a otra característica contribuyó, además, una labor general prácticamente libre de errores tan comunes en esta pista. Del primero al octavo, no se advirtió ninguna grosera equivocación, salvo en el caso de Ralf Schumacher, que se pasó en una frenada y –ya perdida la victoria– hirió de muerte su aspiración a colarse en el podio.
- Pese a todas estas características, que sumadas daban como resultado la más alta posibilidad de aburrimiento, el Grand Prix de Mónaco resultó, a lo largo de sus 78 giros y en el balance, una carrera con un grado de interés superior al normal.
Ese plus de atractivo, sin duda, lo aportó el particular trazado mediterráneo, que ganó en velocidad con los cambios realizados, y por tanto en fluidez: en un circuito standard, como Barcelona o Magny-Cours, esta carrera habría sido insoportable.
Pero, también es cierto, ese plus lo constituyeron un par de datos de la carrera poco frecuentes: Michael Schumacher no viajaba en la punta, ni mucho menos; el que lideraba era el colombiano Juan Pablo Montoya.
¿Por qué ganó Montoya, que largaba tercero? Ganó un puesto en la largada, cuando se equivocó la cátedra: en los papeles, Kimi Raikkonen debía llegar adelante a la primera curva, porque el control electrónico del McLaren es superior al de los Williams, y porque el finés largaba en la zona rápida, menos sucia, de la pista.
Pero Raikkonen palmó, y cuando luego Ralf Schumacher demostró no estar a la altura de las circunstancias –aunque también lo perjudicó el safety-car que salió pronto cuando se estrelló el Sauber de Frentzen– Montoya se tomó el trabajo de quebrar la negativa racha de Williams, de 21 carreras sin victorias.
¿Por qué anduvo tan mal la Ferrari? Las condiciones de la pista, engomada por el tránsito cotidiano y algodonada por el calor, favorecieron notablemente a las Michelin francesas, que ocuparon ocho de las diez posiciones finales. Las Bridgestone japonesas que equiparon a los dos coches italianos no eran, sencillamente, competitivas. Un gran sentido táctico y unas vueltas brillantemente conducidas antes de su primera parada le dieron a Michael Schumacher el tercer puesto.

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Montoya exhibe el trofeo. Fue su segunda victoria.
 
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