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Lunes, 6 de junio de 2005

TENIS › CRONICA DE UNA FINAL INTENSA Y ARDOROSA

Rafael Nadal, el nuevo rey de París, va camino a ser el mejor tenista del mundo

Por Sebastian Fest
Desde París

El español Rafael Nadal cerró dos inolvidables semanas conquistando el Abierto de Francia en una intensa final sobre Mariano Puerta. Nadal, de 19 años y desde hoy el número tres del mundo, derrotó a Puerta, undécimo del ranking a partir de mañana, 6-7 (6-8), 6-3, 6-1, 7-5, en una final con puntos excepcionales y de enorme desgaste físico, tensa y disputada antes que brillante, pero altamente emotiva en sus últimos compases.
El español cumple así en su primera participación en Roland Garros con lo que todos le exigían tras su brillante inicio del 2005: el primer título de Grand Slam. El éxito le reportó un premio de 880 mil euros (1,1 millón de dólares), exactamente el doble que a Puerta, que jugó a los 26 años el mejor torneo de su vida.
Observado por los reyes de España, el alcalde de París, Bertrand Delanoe, el ex presidente del Comité Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch, y una nutrida delegación española, Nadal abrió el partido con su especialidad: quebrar el servicio del adversario en la primera oportunidad que se le presentara. Furiosa derecha paralela que Puerta no logra controlar y 1-0 con su saque en menos de cinco minutos.
El cielo cubierto, el viento fresco que cruzaba la cancha y el aparente nerviosismo de Puerta configuraron un partido sin atractivo para los más de 15 mil espectadores, un tenis soporífero hasta el 3-1 de Nadal con 15-40 sobre el saque del argentino. Fue cuando el outsider de la final decidió llamar al fisioterapeuta para ser atendido de una molestia en el muslo.
Puerta, que hasta entonces no dejaba de enganchar reveses que se iban muy lejos de los límites de la cancha, se transformó, en la misma medida en que Nadal pareció quedar descolocado con el inesperado cambio de situación. El argentino quebró, defendió luego su saque y, por primera vez en 40 minutos, dispuso de una ventaja importante, 4-3. El público comenzó a vibrar con el juego de Puerta y Nadal. Uno golpeaba con el alma dominando con su derecha sin renunciar a sorprender con el revés. El otro defendía como un león y alternaba certeros drops para sacar de ritmo a su rival.
Llegó el tie-break tras 58 minutos de lucha sin cuartel, y la final ya era un hervidero de pasiones. Nadal dispuso allí de una ventaja de 5-4 y su servicio, pero Puerta, ya olvidadas sus dificultades físicas, estaba dispuesto a jugar el tie-break de su vida.
Y lo hizo, porque tras no poder aprovechar un set-point en 6-5, insistió en su ofensiva sin tregua hasta que Nadal lanzó un globo que se fue por poco y el desempate se fue 8-6 para el argentino, que se embolsaba el set tras 72 minutos de juego.
Tanta intensidad y emotividad no eran sostenibles y el segundo parcial acabó en 40 minutos con un claro 6-3 para Nadal, que también se llevaría el tercero 6-1.
La clave de la final estaba en el cuarto parcial. ¿Tenía Puerta físico para renacer tal como lo había hecho en cuartos y semifinales en idénticas situaciones? ¿Mantendría Nadal la sangre fría para rematar un partido que tenía controlado?
La primera respuesta fue un “no” para Nadal, porque Puerta abrió el cuarto set quebrando el servicio de su rival gracias a la reaparición de su más explosivo tenis. Pudo ubicarse 2-0 pero, en un gran juego, Nadal recuperó la desventaja.
Puerta tuvo a Nadal 3-3 y 0-40 con su servicio, pero se equivocó en algún punto y dudó en otro para dejar pasar la oportunidad. El público acababa de alentarlo con un ruidoso “¡Puerta, Puerta!”, y luego interrumpiría el partido haciendo “la ola”.
La oportunidad de llevar la definición a un quinto e impredecible set estuvo en las manos de Puerta, que quebró el servicio de Nadal para 5-4 y dispuso de tres set-points a continuación. Pero ciertas dudas en la definición, y sobre todo la impactante reacción del español, le impidieron seguir soñando.
Nadal se adelantó 6-5, siguió apretando el puño y gritando su “¡vamos!” habitual, y cuando se llevaban tres horas y 23 minutos de juego dispuso de su primer match-point. Fue el único que necesitó. Derecha larga de Puerta y Nadal de espaldas sobre el piso, ebrio de felicidad en el polvo naranja del que ahora es más dueño que nadie.

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