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Lunes, 2 de febrero de 2009

TENIS › EL ESPAñOL SE IMPUSO EN CINCO SETS A ROGER FEDERER Y SE ADJUDICó EL ABIERTO DE AUSTRALIA

La leyenda de Sampras descansa con Nadal

Con su épica victoria, el número uno del mundo impidió que el suizo alcanzara la marca de 14 títulos de Grand Slam. Ahora Rafa ya cosechó seis, en tres superficies diferentes, y le ganó cinco finales seguidas a su tradicional rival.

 Por Ignacio Naya

Desde Melbourne

El español Rafael Nadal impidió ayer que el suizo Roger Federer igualara el mítico record de 14 títulos de Grand Slam del estadounidense Pete Sampras, al derrotarlo en otro vibrante partido en la final del Abierto de Australia. El número uno del mundo se impuso por 7-5, 3-6, 7-6 (7-3), 3-6, 6-2, en un duelo que recordó al que disputaron en julio en la final de Wimbledon, considerado por muchos como el mejor partido de la historia.

Nadal y Federer pelearon sobre la cancha del Rod Laver Arena durante cuatro horas y 23 minutos de enorme tensión. El español se jugaba su primer título en Australia y el primero de un hombre de su país en un Grand Slam sobre cancha rápida, pero el suizo buscaba entrar en la leyenda. Y, una vez más, Nadal pudo con Federer. El español le ha ganado las últimas cinco finales que han disputado, y de las 19 veces en las que se enfrentaron se impuso ya en 13.

No es fácil jugar contra la historia, pero aún lo es menos si enfrente se tiene a Nadal. El número uno del mundo demostró ayer por qué ocupa la posición que ocupa y se adjudicó su sexto título del Grand Slam. Desde el estadounidense Andre Agassi, nadie había ganado torneos grandes en tres superficies diferentes.

A las 19.50 de Melbourne (6.50 de Buenos Aires), con una temperatura de 28 grados en el Rod Laver Arena, arrancó la decimonovena edición del gran clásico del tenis moderno, la séptima en una final de Grand Slam. Sólo Bill Tilden y William Johnston se enfrentaron tantas veces por un título grande allá por los años ‘20, pero ellos lo hicieron siempre en el US Open.

Después de sus peleas sobre el polvo de ladrillo de Roland Garros y el césped de Wimbledon, Federer y Nadal se enfrentaban ayer por primera vez en el Abierto de Australia, por primera vez en una final de Grand Slam sobre cancha dura. Como si ambos se encontraran extraños, los dos primeros juegos acabaron con rotura de servicio: 1-1 y casi había transcurrido el mismo tiempo que duró el primer set de la final femenina el sábado.

La batalla pareció inclinarse a favor de Federer cuando rompió para 4-2 con una devolución mortífera. Pero algo pasa en la cabeza del suizo cuando se enfrenta al español. Su “mayor rival”, según lo calificó poco antes de caminar con la mirada en el suelo, concentrado, tal vez preocupado, por el túnel que conduce a la cancha principal del Melbourne Park.

Nadal ganó los dos siguientes juegos, rompió en el undécimo y se llevó el primer set en poco menos de una hora. Algo similar sucedió en las finales de Montecarlo y Hamburgo en 2008, y el suizo acabó perdiendo en ambas ocasiones. “¿La ventaja psicológica?”, le preguntaron antes de Roland Garros. “Nada de eso”, respondió Federer, que sin embargo cayó luego por paliza en París y más tarde en su feudo de Wimbledon.

Federer no ganaba a Nadal desde el Masters de Shanghai de 2007, y no parecía en el mejor camino de hacerlo cuando perdió su servicio dando a la pelota con el mango de su raqueta. No es de extrañar que gritara con fuerza uno de sus “come on” cuando recuperó el break un juego después para el 3-3. Incluso su novia, la impasible Mirka Vavrinec, resopló de alivio.

Poco después, el suizo empataba el partido a un set y el tiempo corría a su favor. Antes de llegar a la final, Federer y Nadal ganaron 18 sets cada uno y perdieron dos. Ambos ganaron 123 juegos y perdieron casi los mismos. Sin embargo, Nadal estuvo dos horas más sobre la cancha. Y principalmente por culpa del extenuante partido de semifinales ante su compatriota Fernando Verdasco, el más largo de la historia del torneo, con cinco horas y 14 minutos. Un partido que además se jugó un día después del de Federer.

El reloj marcaba 1 hora 47’ tras el segundo set y se fue a las 3 horas 05’ tras el tercero, en el que Nadal requirió en un par de ocasiones la asistencia del trainer. Aun así, el número uno del mundo llevó al suizo hasta el tie-break y hasta el límite de sus nervios, porque no tiene otra explicación que cediera el set con una doble falta.

“Pasemos página”, debió pensar Federer, que rompió el servicio de su rival para 2-0 en el cuarto set. Sin embargo, Nadal es de los que no dan tregua. Recuperó su saque en el tercer juego y obligó a librar una auténtica batalla por la supervivencia en el quinto. El número dos sabía que mucho se jugaba ahí. Ganó. El suizo seguía vivo. El partido seguía vivo.

Un público más ruidoso, una cancha azul y el cielo despejado. Nada recordaba ayer a Londres en Melbourne si no fuera por Federer y Nadal. La noche traía aires de Wimbledon. Y como en Wimbledon, Nadal fue quien terminó tirado por el suelo. Otra vez fue él quien levantó el trofeo. Y los más grandes, encabezados por el mítico Rod Laver, pasaron por su silla a rendirle honores.

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Rafael Nadal celebra su sexto título de Grand Slam. Sólo le queda ganar en el US Open.
Imagen: AFP
 
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