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Lunes, 29 de abril de 2002

DIEZ IMAGENES DE UN FINAL ELECTRIZANTE

Algo para recordar

River-Racing estaba conceptuado como el partido del campeonato, y terminó siéndolo, aunque sólo gracias a sus últimos cinco minutos, que condensaron toda la emotividad y la pasión del fútbol.

 Por Juan José Panno

1 El gol de Cuevas. Fue el momento sublime de un final increíble, cargado de emoción y de suspenso. ¿Cuántos minutos pasaron desde que recibió la pelota cerca de la mitad de la cancha hasta que la mandó al fondo del arco? ¿Cuántos meses? ¿Cuántos años? Fueron siete u ocho segundos, parecieron siete siglos, siete toneladas de tensión acumulada. Cuevas encaró hacia Campagnuolo solo, impulsado por la sed de gol y por el murmullo creciente que caía de las tribunas de River. El foco quedó en Cuevas, Campagnuolo y nadie más para definir un partido, seguramente un campeonato. Fue todo muy rápido y el delantero casi no tuvo tiempo para preguntarse si lo mejor era mandarla de emboquillada o patear de lejos a un costado del arquero o gambetearlo, que fue lo que finalmente hizo. Lo demás fue correr y festejar en el medio de la locura pintada de rojiblanco.

2 El gol de Cuevas desde el ángulo invertido. Deténgase la imagen en Campagnuolo, en el momento en que advierte azorado que se le viene solo Cuevas, sin nadie que lo persiga. Imagínese todas las cosas que se le pueden pasar por la cabeza: salir a tapar y robar la pelota; hacerle un tackle y evitar el gol, aunque cueste la expulsión; desear que Cuevas pise una cáscara de banana y se caiga; rogar que el pibe se asuste; desear que ojalá pase algo que lo borre de pronto. Pero no pasa nada de eso y Cuevas sigue y mete la gambeta en el momento justo y se abre hacia su derecha y los hinchas de Racing se quieren morir y Cuevas adelanta la pelota lo suficiente como para quedarse solo y a Campagnuolo no le queda otro remedio que cerrar los ojos y morderse de impotencia.

3El tiro libre del final. Desde el gol de Cuevas hágase rewind y deténgase la imagen en la pelota acomodada en las cercanías de la línea del área, con Bedoya, Estévez y Ubeda cerca, con seis jugadores de River en la barrera, con el pibe Demichelis enfundado en la buzo de Comizzo, muerto de miedo. Imagínese al hincha de Racing recordando que antes de esta jugada Bedoya había pateado dos tiros libres y que en ambos Comizzo mandó la pelota al corner con bastante dificultad. Obsérvese cómo, sin que nadie lo esperara, pasa de largo Estévez y Bedoya la toca para Ubeda que patea y la pelota se choca contra la barrera y después remata de nuevo hacia adelante y no puede evitar que lo tapen y que salga el contraataque y Cuevas parta como un rayo y defina como ya se sabe.

4El tiro libre del final desde otro ángulo. Hágase un primer plano en la cara pálida del pibe Demichelis, arquero por obligación, pobre víctima de las circunstancias, que tiembla de sólo pensar que la pelota le vaya a las manos y se le escape, y con ese gol se esfume también el partido y el campeonato. Obsérveselo parado en la mitad del arco, sospechando con bastante lógica que si Bedoya le pega a cualquiera de los palos no va a llegar para impedir el gol. Míreselo ahora, levantando la vista al cielo porque los de Racing decidieron el suicidio, la pelota rebotó en la barrera y Cuevas se escapó hacia la gloria.

5La expulsión de Comizzo. Retrocédase desde el gol de Cuevas hasta el foul casi ingenuo que le hace el chico Raponi a Estévez llevándoselo por delante. Sígase la secuencia cuadro por cuadro. Comizzo con la pelota haciendo tiempo para que se forme bien la barrera, Arano reclamando la pelota, Comizzo diciendo que º’xç.l*-*/, Maciel respondiendo que %&%*/&( al cuadrado, Comizzo, hombre grande, jugador de mucha experiencia, tirándole una patadita a Maciel, casi todos juntándose en son de guerra en torno de los más belicosos, el juez de línea corriendo para separar y avisarle a Giménez de la ira de Comizzo, Giménez sacándole la tarjeta roja al arquero, los jugadores de River discutiendo quién va al arco porque no hay más cambios.

6Las caras de Ramón Díaz. Canchero: cuando el equipo en el primer tiempo, con Coudet y D’Alessandro como ejes, manejó el juego, tocó con elegancia, llegó por distintas vías, creó media docena de situaciones de gol y no marcó porque Campagnuolo anda fenómeno y porque tuvo mala suerte.Embroncado: cuando en el segundo tiempo su equipo perdió precisión, potencia física y consistencia, y se arrinconó cerca de su propio arco. Caliente: cuando Comizzo se hizo expulsar. Asustado: cuando se pateó el tiro libre. Canchero, de nuevo: cuando se fue Cuevas en el contraataque hacia el gol.

7Las caras de Merlo. Cara de poker en el primer tiempo, pese al baile que se comía su equipo; cara de satisfacción en el segundo porque el juego se fue inclinando y en el mismísimo Monumental sus jugadores fueron a buscar la victoria; cara de gran expectativa en el tiro libre; cara de odio cuando en lugar de tirar directamente al arco regalaron la contra; cara de satisfacción después, en el balance, porque Racing cumplió una actuación digna.

8La gilada de Comizzo. Con el partido ya terminado, véase al arquero regresando a la cancha, a gozar del triunfo y más que eso a gozar a los hinchas de Racing con gestos aparatosos, que en realidad estaban desnudando el desahogo por no haber quedado como el culpable de una eventual derrota; obsérvese a los jugadores de Racing que lo descubren en su gesto antideportivo y corren hacia Comizzo y en la última y patética escena al arquero corriendo/huyendo hacia los vestuarios.

9La locura de River. Había que estar ahí para dominar todo el panorama, toda la locura desatada en la Almirante Brown, en las populares, en la San Martín y en la Belgrano. El festejo por la victoria fue el punto más alto de cinco minutos apasionantes que quedaran anotados en la historia.

10Pasión y muerte según La Academia. Los hinchas de Racing eran muchos menos, pero durante un rato larguísimo, en el segundo tiempo, condenaron al silencio a los de la tribuna de enfrente. Eso sí, en el final de infarto, cuando llegó el gol, no les quedó aire para nada: Pipino Cuevas les había metido una mano de nocaut.

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