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Lunes, 24 de junio de 2002

OPINION

El que gana es el que pierde

Por Daniel Guiñazú

La derrota (inmerecida) de Erik Morales ante Marco Antonio Barrera y la conquista por parte de Barrera del título mundial pluma del Consejo que hasta la madrugada del domingo ostentaba Morales ratificaron la vigencia de un dogma en lo más alto del boxeo internacional: nunca podrá resultar ganador el boxeador que pelee en retroceso, aunque retrocediendo sea capaz de aplicar los mejores golpes y gobernar las distintas variables del desarrollo. Desde De la Hoya-Trinidad y De la Hoya-Mosley en adelante, la norma se aplica a rajatabla y nadie parece dispuesto a discutirla demasiado. Nadie. Ni aun los propios y directos perjudicados.
El duelo mexicano sostenido en el ring del MGM Grand Hotel de Las Vegas fue otro capítulo en esta larga e insoportable historia de injusticias. Morales (57,152 kg) acumuló ventajas en la primera mitad caminando el ring del medio hacia atrás y hacia los costados. En ese segmento, el ahora ex campeón se mostró más suelto y agresivo, aprovechó el desconcierto del ahora campeón e impuso la media distancia como sitio de pelea a partir de su jab de izquierda y su derecha en directo. Hizo casi todo bien Morales. Pero como lo hizo de la manera que los jurados estadounidenses se niegan a reconocer de un tiempo a esta parte, su superioridad no tuvo correlato en las tarjetas.
Repuntó Barrera (57,152 kg) en la segunda mitad. Su ataque ganó en efectividad, le llegó más a Morales y hasta le cerró el ojo derecho. Pero fue un flash, un punto y aparte que duró del 7º al 9º asalto. Morales se despertó del bajón y en los tres rounds finales volvió a mandar, aunque sin apartarse demasiado de un libreto mucho más conservador que el que mostró hace dos años en la primera edición del pleito. Esa noche ganó Morales en fallo dividido cuando todo el mundo había visto ganador a Barrera. Ahora se dio a la inversa: Barrera terminó levantando los brazos y llevándose el cinturón de campeón cuando no había hecho más que Morales y, para la mayoría, había hecho menos.
Es curioso lo que sucede con este clásico de los plumas del tercer milenio: siempre el que gana es el que pierde. Y seguirá siendo así en la medida en que los jurados evalúen las peleas en forma tan sesgada y simplista. No es nuevo este criterio equivocado de dar ganador de un round a aquel que va al frente, independientemente de si coloca o no las mejores manos y domina la estrategia del combate. Lo peor es que se repite, corregido y aumentado, en cada pelea más o menos importante. Y ya resulta demasiado peligroso dejar los vaivenes del boxeo mundial en manos de gente como ésta, que mira lo que mira con un ojo tapado.

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