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Lunes, 25 de noviembre de 2002

FUE LUMINOSA LA ACTUACION DEL MEJOR JUGADOR DE INDEPENDIENTE

Milito, con las luces prendidas

El número 6 de Independiente cumplió otro trabajo sobresaliente, cortando varios contraataques de Boca que parecían llevar destino de gol. Para rematar su gran tarde inició el ataque que terminó con el cabezazo de Pusineri, que le dio el valioso empate a su equipo. Se convirtió así en el mejor de la cancha.

 Por Juan José Panno

Un día de éstos algún busca se va a avivar y va a recorrer las calles de Avellaneda con un tachito mangando para el monumento a Gabriel Milito y va a decir que no alcanza con chirolas y que hay que poner más porque la estatua tiene que ser más grande y más linda que la que le hicieron a Merlo los de Racing cuando salió campeón. Se va a llenar de guita el tipo porque el agradecimiento de los hinchas es enorme y todos reconocen que un gran porcentaje del título –si es que finalmente Independiente lo consigue– le corresponde al jugador de la camiseta número 6.
Milito fue ayer, una vez más, el mejor de su equipo, el más sólido en el fondo, el que arregló las macanas de los demás, el que llegó justo, con noción de tiempo y distancia para frenar los contraataques de Boca que casi invariablemente amenazaban con terminar en la red. Es cierto que en más de una de esas llegadas masivas y en velocidad fueron los propios delanteros de Boca los que fallaron en el último toque para que alguno quedara mano a mano con Díaz y liquidar el pleito. Pero también es cierto que por lo menos tres de esos ataques punzantes fallaron en la última puntada cuando Delgado o Guillermo Barros Schelotto lo encararon a Milito y perdieron. Dicho de otro modo, cuando se enfrentaron cara a cara con el eficiente defensor de Independiente los delanteros de Boca no pudieron; cuando quisieron evitarlo se complicaron y perdieron segundos vitales.
A su capacidad para cruzar a tiempo, para anticiparse, para ganar de arriba y para no comerse ningún amague, Milito le agrega su calidad para tocar con elegancia sobre los laterales y su precisión cuando se anima con algún pelotazo de treinta metros. En el primer tiempo se desprendió del fondo con gran categoría y le metió un pase excelente a Montenegro, que como juega en una sola pierna, no pudo hacer demasiado; en el segundo, casi sobre la hora fue el iniciador del ataque que terminó con el gol de Pusineri.
Con cuatro amarillas como guillotina sobre las espaldas, Milito jugó en silencio y muy limpiamente, aunque nunca escondió la pierna y arriesgó metiendo fuerte, sintiéndose seguro de llegar a tiempo, aunque el rival llegara con la pelota dominada. Se llevaron la amarilla Franco y Castagno Suárez pero no Milito. Si lo hubieran amonestado ayer, las posibilidades del cuadro de Gallego en su partido de la semana próxima contra San Lorenzo se hubieran reducido. Milito terminó golpeado, revolcándose en el piso, destruido tal vez de tanto hacer de héroe, que ya se sabe que es un trabajo agotador. A la hora del balance, los de Independiente podrán decir felices que no perdieron el partido y que tampoco perderán a su jugador más importante porque no lo amonestaron. Y por eso hay muchos que ya festejan a cuenta.

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Gol de Boca. Franco lo palpita desde el suelo. Barros Schelotto completa una gran jugada.
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