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Lunes, 2 de agosto de 2010

Crimen y castigo

Corea del Norte era la selección peor rankeada del Mundial y cumplió un papel acorde. Sus futbolistas sufrieron el escarnio y al técnico lo convirtieron en albañil.

 Por Sebastián Fest

Envuelta en una densa humareda y alejada de todo en un deprimido suburbio, Corea del Norte fue durante el Mundial de fútbol el más profundo de los enigmas. Un mes después de la eliminación, la humareda y el enigma continúan en forma de fuertes dudas sobre la suerte de los integrantes de la selección.

Radio Free Asia, un medio especializado en contarle al mundo lo que regímenes dictatoriales como el de Corea del Norte o Myanmar buscan ocultar, lanzó el alerta esta semana. Según la radio con sede en Estados Unidos, el 2 de julio, mientras el mundo vibraba con el pase de Uruguay a semifinales por primera vez en 40 años, los integrantes de la selección norcoreana fueron sometidos a castigo y humillación públicos.

El Palacio de la Cultura del Pueblo, en Pyongyang, vio desfilar durante seis horas a los jugadores y a su entrenador, Kim Jong-hun. Sólo se salvaron del castigo Jong Tae-se y An Yong-hak, ambos nacidos en Corea del Sur. Ninguno de los dos estaba en la capital norcoreana aquel día. Jong, conocido por su estilo de vida occidental, que combina iPod y Hummer, prepara su temporada como nuevo jugador del Bochum de Alemania.

El “gran debate” se centró entonces en los jugadores menos afortunados, incluso en Jin Yun Nam, que a sus 33 años debería ser considerado un héroe en su país. Jin fue el hombre que en la gélida noche del 13 de julio en Johannesburgo amagó en el área, midió a Julio César y, como si no fuera un veterano defensor del ignoto 25 de Abril, uno de los equipos de la Liga norcoreana, cruzó el tiro sobre el arquero del Inter.

Aquel gol para cerrar en el minuto 89 una derrota 2-1 ante Brasil en el debut en Sudáfrica 2010 cambió la percepción interna y externa acerca de los norcoreanos. Tras guardarse por temor a una debacle las imágenes televisivas del choque con Brasil, el régimen de Kim Jong Il decidió que el siguiente partido, ante Portugal, se transmitiría en vivo.

“El partido fue un feroz intercambio entre juego ofensivo y defensivo desde el comienzo”, se entusiasmó la agencia oficial de noticias KCNA tras el choque ante Brasil.

Una vez consumada la goleada de 7-0 que les propinó Portugal, el ambiente cambió para los norcoreanos: la televisión oficial cerró la transmisión sin una sola palabra, y el panorama se tornó negro para una selección que, tras el 3-0 de Costa de Marfil, se fue del Mundial última, con 12 goles en contra y uno a favor.

Que la noche se les viniera encima a los norcoreanos tras caer ante Portugal fue toda una señal de la historia. Cuarenta y cuatro años atrás, en Inglaterra 1966, los asiáticos sorprendieron al mundo con el gol de Pak Do-ik para un inesperado 1-0 ante Italia. Pak fue apodado desde entonces “el Dentista”, por el dolor que les generó a los italianos. Con un 3-0 sobre Portugal en el minuto 24, las semifinales estaban en la mano de los norcoreanos. Pero entonces llegó Eusebio, marcó cuatro goles, su compañero José Augusto aportó otro, y Portugal se llevó un triunfo 5-3.

Aquel tropiezo no fue perdonado por el “querido líder” Kim Il-sung, padre de Kim Jong-il. De eso puede dar fe Pak Seung-jin, autor del empate 1-1 ante Chile en Inglaterra 1966, el primer tanto de un equipo asiático en la historia de los mundiales.

Pak pasó años en lo que en Corea del Norte se conoce como “Yoduk”, un campo de concentración. Se dice que fue el castigo por desperdiciar la ventaja ante Portugal. Quienes estuvieron en aquella prisión dicen que para sobrevivir había que comer “cualquier cosa que se arrastre o vuele”.

El fútbol es, no hay duda posible, un asunto de Estado para Pyongyang. “A mediados de los ’90, Corea del Norte importó carne de ‘vaca loca’ para alimentar a su gente, y la prioridad se les daba a los futbolistas”, relató hace tiempo Moon Gyung-min, hijo de Moon Ki-nam, ex seleccionador norcoreano que desertó con su familia al sur en 2004.

Es difícil saber si algo de esa “vaca loca” llegó a los actuales jugadores norcoreanos, muy jóvenes por entonces, pero la pesadilla se perfila hoy por otras vías para ellos.

Park Myung-chul, ministro de Deportes del país, estaba entre los asistentes a la “catarsis” pública a la que fue convocada la selección el mes pasado. Los jugadores, según Radio Free Asia y Chosun Ilbo surcoreano, fueron inducidos a culpar a su entrenador por lo sucedido.

El seleccionador Kim Jung-hun, que en Sudáfrica vivió cada segundo de su contacto con la prensa controlado por un ominoso acompañante que estaba lejos de ser su asistente técnico, fue expulsado del Partido de los Trabajadores y reconvertido en obrero de la construcción. ¿La acusación? “Traicionar a Kim Jong-un”, hijo de Kim Jong-il y su sucesor designado.

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