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Lunes, 28 de septiembre de 2015

A PROPóSITO DE LA FRACTURA DE HAM Y DEL MENSAJE QUE DIEGO LE ENVIó AL VOLANTE DE ARGENTINOS

La mala hora de Maradona

La semana que pasó se cumplieron 32 años de la fractura que sufrió el ex capitán de la Selección campeona del mundo en 1986. El artículo que aquí se reproduce fue escrito entonces por el periodista Guillermo Blanco y publicado en la revista Don Balón. La polémica que encierra, tanto como las reflexiones no han perdido actualidad.

 Por Guillermo Blanco

Los libros son buena compañía en momentos en que hay que quedarse quietos. Si no se puede volar, dar rienda suelta a la libertad de caminar, pisar el acelerador o juguetear con esa amante fiel que es la pelota, bien vale una historia encerrada entre cien páginas. Diego Armando Maradona recibió varios libros desde aquella noche amarga del 24 de septiembre de 1983, cuando terminó con su tobillo destrozado y su ilusión hecha añicos. Quienes lo visitaron le llevaron su calor humano y muchos de ellos lo hicieron con un buen libro bajo el brazo. Tal el caso del entrenador españolista, el vasco Azkargorta, quien con gusto preciso le obsequió La mala hora, del Premio Nobel 1982, Gabriel García Márquez.

La dedicatoria le da al presente un aire intimista, sentido, especial. Azkargorta escribió en la primera página: “Leyendo la contraportada del libro, me doy cuenta en sus interrogantes, que en ‘mala hora’ te lesionaste. 27-9-83.”

¿Y qué dice la contraportada? Leámosla: “Los personajes de La mala hora constituyen una especie de conciencia colectiva de signo maligno que convierte a Macondo en un hervidero de rencor. El odio, la envidia y el resentimiento atraen a la muerte.”

Por esa razón, para escaparle a la autodestrucción, Diego Armando Maradona debe regatear la desidia ambiental y refugiarse en su caparazón familiar, en su fortaleza del barrio de Pedralbes, morder los dientes y superar el momento. Que Goicoechea siga considerándose la víctima, que el comité de competición le de dieciocho encuentros y luego el de apelación rebaje a diez, que lentamente se vaya cumpliendo el vaticinio de Julio Alberto cuando ya se insinuaba esa “conciencia colectiva” a la que hacia referencia Azkargorta. Ironizaba el lateral del Barcelona: “Resulta que al final Diego va ser el culpable de todo...”.

Damos fe que no le es fácil. Hurgamos en el hombre que vive bajo el jugador de fútbol y lamentablemente más allá del dolor del tobillo, está sintiendo una amarga sensación en el costado izquierdo de su pecho. Está pasando por una “mala hora”, sin duda. Superaba los primeros momentos de convalecencia con un optimismo elogiable. Era la imagen del deportista Ideal, luchando contra la adversidad, descomponiéndose al verse las heridas pero cerrando los ojos y accionando la pierna hacia arriba y hacia abajo para realizar los ejercicios necesarios. Desde su lecho mostraba un envidiable estado de ánimo. Hoy, aunque pensamos que todo será pasajero y que volverá a mirar hacia el horizonte con fe y esperanza, todo es distinto.

–Ya no creo más en nada, lo he pensado estos días luego de que rebajaran la sanción a Goicoechea y yo pregunto; ¿a mí quién me rebaja la lesión? ¿Por qué no mantuvieron lo que decidieron primero? ¿Qué me queda por hacer a mí? ¿Acaso está bien que cuando vuelva a jugar, entre a un campo, rompa una cabeza y después me rebajen la sanción de tal forma? Si esto es la justicia, no sé, tenía muchas ilusiones en jugar en España, pero me están haciendo perder las ganas y esto me pone mal. Estoy dolorido, pero de algo estoy seguro, nadie más va a usar a Maradona.

La realidad supera la ficción. Alguien rompe a otro, lo manda al quirófano, es sancionado rigurosamente, el mundo entero entiende que la justicia funciona con firmeza en el fútbol español, pasa el tiempo, el lesionado con muletas, la vida que sigue, la sanción que se achica considerablemente para quien posibilitó la lesión...

¿Cómo explicarle a Maradona que la ley es la ley, y que si ahora se encuentra algún otro artículo es probable que le achiquen aún más ta pena a Goicoechea? Se ha dicho tanto, se ha escrito tanto, se ha opinado tanto, se ha confundido tanto el ambiente, que todo ese cúmulo de factores ha incidido negativamente en el ánimo de la víctima. Escarbar en este tema ya no tiene sentido. Demasiado tomadas están las posiciones. Acaso sea necesario ahondar en el aspecto humano de la victima centra], el propio Diego Maradona, ese “pibe” que hasta hace poco convocaba multitudes, desbordaba boleterías, asombraba con ese pie izquierdo y era reconocido más allá de banderas partidistas.

El está ahí. Hace una semana el doctor Rubén Oliva te coloca un vendaje especial, descartando la bota que había sido traída especialmente desde Estados Unidos, sobre la cual había informado el médico del Barcelona, Rafael González Adrio.

Los dolores de la venda apretada no eran tan agudos como el de la decepción. Proclive a cambiar de ánimo y pasar de un optimismo inmenso a depresiones profundas, Maradona lucha ahora más para superar este bajón provocado que los aún vigentes dolores posoperatorios.

Llegar a decir que está perdiendo motivación para jugar en España no es común. Nunca lo había dicho, ni siquiera pensado. “Estaba pasando por un gran momento tanto a nivel particular como futbolístico. Me encontraba con fuerzas, notaba que definitivamente había logrado una adaptación y un conocimiento totales de este fútbol. Y no hablo sólo del español, ya en el Gamper había comprobado que físicamente estaba a tope y que incluso ganaba en el mano a mano a los alemanes y a los ingleses. Era feliz, en serio. Aunque siempre tenía en la mente que alguna vez pudieran lesionarme así, era algo que no me preocupaba. Además el Barcelona había conseguido un equipo temible, psicológicamente éramos los “cucos” de España, estaban dadas las condiciones para ser campeones aunque no era fácil. Pero de pronto ocurre esto y es como si se hubiera levantado un telón sorpresivamente y cada uno se descubriera como es”.

–Diego, tú perdonaste a Goicoechea. y durante la conferencia de prensa, al dejar la clínica, afirmaste que los mayores culpables de la violencia son los árbitros. Pero a ti no te pegó un arbitro...

–Yo dije eso y sigo afirmándolo, en la medida que los árbitros no sancionen como deben, esto no cambiará. Yo en mi dolor encontré cosas positivas. Pensé que a partir de mi caso, por el hecho de llamarme Maradona y ser conocido en todo el mundo, iban a aprovechar esto para terminar de una buena vez con la violencia, para que nunca más le ocurra lo que a mí a ningún jugador, se llame como se llame y juegue en el equipo y división que sea. Pero ya no creo que cambie algo, si primero cuando está todo el mundo pendiente aplican el rigor y a los dos días cambian de idea. Me duele no ver personalidad, firmeza, noto tantos Intereses creados que me llevan a no creer más en nada. Tan sólo creo en mis compañeros, en ta gente que le gusta el fútbol de verdad, y en los jugadores. Aún estoy muy “caliente”, creo que la batalla contra la violencia se ganará poniendo valentía, y no con cobardía.

–La reflexión anterior sigue en pie. ¿No crees que a nivel de compañeros tendría que haber más respeto?

–Sí, seguro. Pero el jugador de fútbol en general es un tipo noble, yo no voy a ser tan cínico de afirmar que no hay jugadores violentos, porque me miro el tobillo y me doy cuenta que no es así. Pero creo que aunque debiera haber más respeto entre nosotros, somos lo más noble de este medio. De eso no me cabe duda alguna. Y más luego de comprobar en carne propia todo lo que se mueve alrededor. Yo trato de buscarle una explicación a todo lo que se ha dicho, a todo lo que ha pasado luego de mi lesión y no la encuentro.

Si incluimos estas palabras de Maradona es para que se tenga una idea clara de su estado de ánimo. El fútbol es un juego, al que lo practican seres humanos, y uno de ellos hoy es otra victima más de la degeneración –que no es nueva ni mucho menos– en la que navega el fútbol español. Recorremos al azar portadas de Don Balón de épocas pasadas, y leemos algunas, con un dejo de tristeza porque nada ha cambiado: “Año III, número 101, septiembre de 1977. “Atención árbitros: ¡VIOLENCIA!”. “Año III, número 117, enero de 1978. “Recrudece la violencia. ¿FUTBOLISTAS O BESTIAS?”. Y antes aún, en el número 56, de octubre de 1976: “Violencia, OTRO CANCER DE NUESTRO FUTBOL”. Las habrá más, seguro, pero con ello basta para refrescar testimonios escritos, alarmas vanas para proteger la especie.

Diego, quizas ingenuamente, pensó que luego de su lesión se podría revertir la historia. Máxime cuando el mundo entero fijaba con dureza sus ojos sobre el fútbol español. De ahí que hoy esté evaluando el futuro tomando como referencia este presente nada grato.

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Maradona, acostado en el piso tras la patada criminal de Goicochea.
 
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