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Lunes, 30 de mayo de 2016

EL ENTRENADOR PORTUGUéS ES EL NUEVO CONDUCTOR DEL MANCHESTER UNITED

El tío Mou, en su hora más difícil

La misión más compleja será hacer olvidar a sir Alex Ferguson, el técnico más exitoso en esa entidad. La ciudad tendrá un duelo particular desde el banco de suplentes, debido a que Josep Guardiola dirigirá al City.

 Por Marcelo Justo

Página/12 En Gran Bretaña

Desde Londres

El nombramiento de José Mourinho es la apuesta más fuerte del Manchester United para salir de la sombra de su entrenador más exitoso: sir Alex Ferguson. Entre 1986 y 2013 Ferguson ganó 38 trofeos, entre ellos 13 títulos de la Premier League, cinco FA Cups y dos UEFA Champions League. El lunes pasado, solo dos días después de ganar la FA Cup, el holandés Louis Van Gaal, se convirtió en el segundo técnico despedido por los directivos en estos tres años de páramo futbolístico de la era post-Ferguson. El ex director técnico del Porto, Chelsea, Inter y Real Madrid tiene el carisma que faltó a sus dos predecesores, pero muchos dudan que pueda superar la pegajosa herencia de Ferguson.

Mourinho ganó 22 trofeos con los mejores equipos de cuatro ligas diferentes: Portugal, Inglaterra, Italia y España. En 2004 consiguió lo que parecía imposible (que el Porto saltara de campeón portugués a campeón de la Champions). En su primera temporada en el fútbol inglés, su equipo, el Chelsea, ganó un campeonato después de medio siglo en el desierto, hazaña que repitió el año siguiente. Entre 2008-2010 llevó a un Inter por el que nadie daba gran cosa a ganar el triplete –Scudetto, Supercopa italiana y la Champions–,eliminando en la semifinal al Barcelona de Guardiola y Messi. Javier Zanetti, Esteban Cambiasso y Diego Milito brillaron con el portugués como en sus mejores épocas.

Enamorado de la polémica y el desafío, de la arrogancia y los juegos psicológicos, Mourinho se ha peleado con todo el mundo en todas las ligas. La rivalidad con el Barcelona de Pep Guardiola fue tan envenenada que terminó contaminando a la Selección Española y precisó de los buenos oficios del entonces arquero del Madrid Iker Casillas, y del histórico Xavi Hernández, del Barca, para que no desarmara en una guerra interna al equipo nacional que había ganado la Eurocopa de 2008 y la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Una guerra sin cuartel similar tuvo en Inglaterra con el técnico del Arsenal Arsene Wenger, y en Italia con Carlo Ancelotti, del Milan y Claudio Ranieri, de Juventus. A Wenger lo llamó “especialista en fracasos” y “voyeur”, a los italianos los incluyó en su guerra declarada contra la “prostitución intelectual” de la prensa italiana. Con el mismo Ferguson tuvo una feroz trifulca cuando el Porto eliminó al Manchester en los cuartos de final, pero la relación se estabilizó durante la respetuosa rivalidad que los dos mantuvieron cuando Mourinho defendía al Chelsea.

¿Es el portugués el técnico que precisa el Manchester United para volver a sus horas de gloria? Muchos señalan que la carrera de Mourinho alcanzó su pináculo con el Inter. La realidad es que su paso por el Real Madrid fue más que discreto. Dejó su marca registrada. Encendió pasiones y polarizó al país, pero la cosecha fue pobre. La Copa del Rey en la final de 2011 con el Barcelona, fue eclipasada por su eliminación dos semanas después en las semifinales por el equipo del Pep y Messi que terminó alzándose nuevamente con la Champions, para desesperación de los madridistas que debieron contemplar como el Barcelona mantenía su hegemonía a nivel nacional (campeones de liga) y europeo. Mourinho ganó la liga española en 2012, pero no consiguió la “décima” conquista de la copa europea que obsesionaba a los merengues (algo que sí conquistó uno de sus históricos rivales y reemplazante al frente del Madrid, Carlo Ancelotti) y terminó sin ningún título en 2013, su última campaña.

En su regreso al Chelsea para la temporada 2013-2014 no pasó del tercer lugar en la liga, pero un año más tarde el portugués parecía otra vez el rey del mambo al conseguir el título tres partidos antes de que finalizara la liga. Cuando todo sugería un nuevo ciclo del futbol inglés dominado por Mourinho, el Chelsea descoló espectacularmente. En los primeros 12 partidos de la temporada 2015-2016 solo sacó 11 puntos, fue eliminado en octubre de la FA Cup por el rústico Stoke City y no sacó cabeza en los partidos siguientes. En diciembre, con nueve derrotas en 16 partidos, el Chelsea decidió despedirlo por segunda vez y Mourinho se convirtió en un codiciado técnico que, sin embargo, empezaba a generar serias dudas sobre si efectivamente era -como él se autoproclamó- “the special one” (el especial, el único: el mesías del fútbol).

Las dudas se concentran en dos planos: el táctico y el psicológico. A nivel táctico muchos piensan que Mourinho no ha evolucionado a la par de otros técnicos europeos y de los nuevos desafíos que imponen las dos grandes revelaciones de esta temporada: Claudio Ranieri que llevó al Leicester a conquistar por primera vez el título en Inglaterra, y Diego Simeone que enterró con su estilo guerrero al Barcelona y el Bayern, dos equipos de impronta netamente ofensiva y estética. “Hay muchas teorías sobre por qué la temporada 2014-2015 fue tan mala. Pero sea el síndrome de la tercera temporada que parece tener Mourinho en sus equipos, sea por un vestuario dividido o por pobres adquisiciones de verano, está claro que no evolucionó tácticamente desde que asumió como técnico del Real Madrid en 2010. En todo este período usó su favorito 4-2-3-1, un sistema que toda la élite europea, desde el Barcelona al Bayern, pasando por el Atlético Madrid, el Real o el París Saint-Germain, han abandonado”, señala Carlo Garganese en el portal internacional goal.com.

La controversia que acompaña a Mourinho es tal que ya ha dividido a los ingleses, y ha provocado la intervención de ese fanático del fútbol y de Diego Armando Maradona, que es el ex jefe de prensa de Tony Blair, y co-cerebro de la invasión a Irak, Alistair Campbell. “Mourinho tiene una tendencia a quemar en tres años las naves y a sus jugadores. Como descubrió el mismo Van Gaal se necesita la colaboración del vestuario. Si esta no existe, es imposible. Habrá que ver si el Manchester post-Ferguson es misión posible o imposible para Mourinho”, señala Campbell.

Respecto a su manejo psicológico del vestuario Mourinho tiene antecedentes para todos los gustos. El portugués sacó lo mejor de jugadores que algunos consideraban como terminados para las grandes ligas. Diego Milito, goleador del Inter, clave en la semifinal y final de la Champions 2010, es uno de los tantos ejemplos. Pero con Iker Casillas la enemistad fue tal, que consiguió que la hinchada del Madrid se dividiera en dos grandes grupos con un arquero que, hasta su llegada, había sido “San Iker” para los madridistas.

El caso Casillas no es una excepción. Mourinho dirigió a Ricardo Carvalho en el Porto, el Chelsea y el Real Madrid y, sin embargo, no tuvo empacho en humillarlo públicamente. “Carvalho tiene problemas de entendimiento, no sé si tiene que hacer un Test de Inteligencia o ir a un psiquiátrico para ver qué le pasa”, dijo. El mensaje es claro. A Mourinho hay que obedecerlo ciegamente: la alternativa es convertirse en un enemigo. El vestuario del Chelsea terminó profundamente dividido las dos veces que Mourinho fue su técnico.

Más allá de la polémica, no cabe duda que con Mourinho al frente del Manchester la Premier League va a ganar una invalorable inyección de eso que los españoles llaman “morbo”. El clásico contra el Manchester City lo volverá a enfrentar a Pep Guardiola, nuevo técnico del equipo de Sergio Agüero y Pablo Zabaleta, en una reencarnación de las batallas campales entre el Barcelona y el Real Madrid, que ya tiene excitadísima a la prensa deportiva inglesa. Los partidos que disputará con el Arsenal de Wenger son otro plato fuerte: en más de una ocasión los técnicos no se dieron la mano al final del partido, especie de pecado capital de la etiqueta futbolera nacional. Pero quizás el morbo más morbo de todos los morbos será si Mourinho fracasa o tiene éxito en uno de los retos más difíciles de su carrera: hacer olvidar la pesada sombra de sir Alex Ferguson.

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Imagen: AFP
 
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