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Lunes, 6 de septiembre de 2010

FúTBOL › EL DESAHOGO DE BUONANOTTE

Un gol para emocionarse

 Por Juan José Panno

La pelota se le había ido un poquito larga y parecía que no llegaba y que ahí donde estaba, en el borde del área, iba a terminar despatarrado entre los grandotes de Vélez que habían salido a taparlo. Pero no. El enanito les ganó a los gigantones y metió el empeine. Derechazo fuerte, bien colocado sobre la derecha de Barovero, que voló para darle más espectacularidad a la jugada y convertir el gol en golazo. Ya antes de que la pelota entrara se sacó la camiseta como quien se saca la mufa para dejarla tirada atrás y trepó el alambrado con la boca llena de gol. Era el empate de River, un gol importante para el partido, para su equipo, para lo que viene viviendo desde la Navidad pasada, cuando ocurrió aquel fatídico accidente en el que perdieron la vida tres amigos de la infancia.

Emocionó el festejo a cualquier mortal con media neurona y dos gramos de sensibilidad; a cualquiera que haya imaginado por un instante en las cosas que deben haber pasado por la cabeza del pibe. Pero la insensibilidad tiene bastantes adeptos y había tipos en la platea (acaso para confirmar la idea generalizada entre los periodistas de que la de Vélez es la peor platea de la Argentina) que le gritaron “asesino”, “vos tendrías que estar preso” y otras barbaridades por el estilo.

Cuando Buonanotte volvió hacia la mitad de la cancha, Baldassi, respetuoso del reglamento, le sacó tarjeta amarilla. Algunos jugadores de Vélez, colegas de Buonanotte, tipos de similar edad que practican el mismo deporte, querían más: le pedían dos tarjetas amarillas, uno por sacarse la camiseta y otra por treparse al alambrado.

Angel Cappa también gritó mucho el gol. El técnico de River es en general un hombre de festejos módicos, medidos; no suele salir corriendo tirarse de panza, ni nada de eso. Pero esta vez también se descargó acompañando el desahogo del jugador. Un ratito antes había hecho entrar a Buonanotte en reemplazo del pibe Lanzini, quien había sufrido un desgarro. Metiéndolo de titular o guardándolo en el banco, Cappa lo apoya, lo protege y lo respalda por razones humanas y futbolísticas. Y tal vez por eso celebró con intensidad. Seguramente no le deben haber faltado ganas de hacerles un corte de manga a los hinchas que lo recibieron con silbidos y cantaron aquello “de la mano de Cappa se van a la B / para nunca / para nunca más volver”.

El gol de Buonanotte no sirvió para que River sumara algún punto porque Martínez antes y Silva después marcaron los tantos que le dieron la victoria a Vélez.

Sirvió, sí, para emocionar a más de uno, hincha o no de River. No es poco.

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Buonanotte desata la emoción con su empate pasajero.
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