–¿Qué fue lo que lo llevó a dejar el vóleibol para ser director general en la Lazio y luego manager en el Inter?

–Venía de estar ocho años en la Selección Italiana masculina, y no quería seguir porque había sido mucho tiempo. Fui a la femenina y no lograba ser sólo entrenador. Mi nombre había adquirido tal importancia que no me ponían sólo en el rol de entrenador, y yo estoy convencido de que cuando uno sale de su rol es un problema. Entonces tenía ganas de alejarme del vóleibol, tomarme una pausa. Y llegó esta propuesta que era muy interesante, ya sea por conocer el fútbol profesional italiano de adentro, y también en materia económica. Aprendí muchas cosas.

–Habrá sido en una noche que durmió mal, ja. Al día siguiente que lo dijo me llamó todo el periodismo italiano. Pero no, creo que hay que saber mucho de algo para dirigir. El carisma, cuando uno empieza a hablar de cosas que no sabe, se cae en dos minutos. Existe carisma en base a la conciencia, al conocimiento, a la experiencia. Sé de fútbol como cualquier hincha de fútbol, la diferencia es que sé más de vóley que cualquier hincha de vóley. No creo en eso de que un gran escritor pueda dirigir un diario, por ejemplo. Creo en las capacidades individuales, pero se necesita un tiempo para aprender lo nuevo. Nunca se me pasó por la cabeza, pero sí ser dirigente porque creo que un entrenador tiene experiencias que pueden servir para ser dirigente.

–No, yo lo admiro más. El fútbol es mucho más difícil que el vóley y lo que hizo él fue enorme. A mí no me gusta solamente cuando gana, también me gusta cómo enfrenta y analiza las cosas. No sólo cómo hace jugar a un equipo, eso es muy democrático, y yo creo en la diversidad. Democracia es la convivencia de gente que piensa muy distinto, y en el deporte, que no es una ciencia, es bueno que convivan diferentes modos. No es que a mí me gusta el fútbol de Guardiola, a mí me gusta Guardiola.

–Por supuesto. Habrá más o menos diez entrenadores de primer nivel mundial, entre los cuales está Mourinho, que se han criado en los primeros niveles internacionales. Yo soy consciente que esto va muy en contra de nuestra cultura nacional. Ese es uno de los males de la Argentina, porque acá si no se toma partido definitivo por cualquier cosa, no sólo en la política, uno es un débil. Acá es Menotti o Bilardo, en todo hay que tomar posición, y yo creo que es una limitación. A veces me pregunto porqué pasa esto, y quizás es que nosotros somos mucho más inseguros de lo que creemos ser. Y tomar posición y ponerse una camiseta da seguridad. Pero tomar posición a, según lo que te ocurre, es mucha más responsabilidad. En política uno puede explicarlo más correctamente, ahora que si estás con Astor Piazzolla o en contra de Piazzolla, es llamativo desde nuestra cultura popular. En este tiempo he venido a la Argentina muchas veces, y siempre me llamó la atención eso. Yo no acepto un promilitar en el ’76, ahí no soy amplio, pero no lo acepto en cosas banales: es chocolate blanco o chocolate negro, y eso no hace pensar, sino que hace encerrarse en cuarteles de invierno.

–El me la pidió cuando estaba jugando en la Roma, y como pensaba ser entrenador y me había visto por televisión quiso hablarme. Después lo volví a encontrar cuando yo entrené a España, que nos vimos en Cataluña, y él ya dirigía al Barcelona. Nos vemos poco, pero hablo con él como con otros entrenadores. Yo trato de ver a técnicos de otros deportes para cambiar información. Es interesante, hay muchas cosas en común, uno aprende. Yo leo las entrevistas a los entrenadores en los diarios, eso lo sigo mucho. No leo la crónica de un partido porque me aburre.