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Domingo, 9 de mayo de 2004

DIARIO DE UNA ADICCIóN

Ultimas imágenes de la Feria

Por Martín De Ambrosio

Viernes 30, 20 hs.: Tres versiones de Viñas El diálogo abierto con el escritor, ensayista y crítico literario David Viñas resultó algo así como un homenaje a sus más de 50 años de trabajo en el campo cultural. En su diálogo con María Gabriela Mizraje habló desde tres lugares diferentes: como homenajeado, como escritor y finalmente como ensayista.
En tanto que imprevisto homenajeado, no pudo sino sorprenderse por la cantidad de gente que fue a verlo y lo aplaudió largamente. “Tengo que agradecerlo –dijo–, yo pensé que no iba a haber nadie.” Luego, hasta se permitió alguna referencia autobiográfica. “Mis padres se conocieron jóvenes, él era criollo y ella una judía rusa exiliada. Mi madre era ‘esa judía’ incluso para mis propias hermanas. Imaginen Río Gallegos en la década del ‘20: para todos mi madre fue siempre la judía perversa que fumaba e iba al cine.”
En tanto que escritor, se refirió a la novela que está escribiendo en estos días, que “no es amena ni divertida como gustan decir ahora”, que se llamará Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX y cuyo protagonista remite a la novela La bolsa de Julián Martel, de fines del siglo XIX. Mizraje señaló que Tartabul llenará el vacío de casi una década sin novelas de Viñas (las últimas habían sido Prontuario de 1993 y Claudia conversa de 1995).
En tanto que crítico no pudo evitar referirse a ciertas taras de la literatura argentina. Como la que denominó “borgismo”, es decir, la canonización indiscriminada de Borges, que “en definitiva es un negocio, cierta mercantilización que flaco favor le hace al mismo Borges”. Mizraje le preguntó si le parecía que ahora él mismo formaba parte del canon de la literatura argentina y Viñas dijo que, desde luego, la canonización es un instrumento del poder: “Veamos los canonizados: Borges, Bioy, Mujica Láinez y, de manera condescendiente, Soriano. Hay algo de cementerio en esta lista; parece afirmarse que no hay mejor escritor que el escritor muerto. Ése es el poder y lo que llamo borgismo. Pero, vamos, hay ciertos cuentos de Rodolfo Walsh que superan a Borges. ‘Esa mujer’ es superior a ‘El aleph’”.

Sábado 1, 20.30 hs: David versus Goliat El llamado Café del Encuentro, cuyo tema fue “Escritores, editores y marketing: decisiones peligrosas”, dejó bien claras las diferencias de escala entre las pequeñas editoriales, esforzadas, artesanales, y las grandes multinacionales con toda su ingeniería detrás. Representando a David estaba Leopoldo Kulesz (Ediciones del Zorzal) y, en el papel de Goliat, Annamaría Muchnik (jefa de prensa de Editorial Sudamericana, filial de la alemana Bertelsmann).
Muchnik contó que proviene de una familia de editores independientes, con padres, tíos y primos dedicados al objeto libro, y que hace sólo 5 años que trabaja para Sudamericana, que antes era una editorial chica que no se vendía, publicaba lo que quería y cuidaba hasta el último detalle de calidad. Ahora es un gran grupo que saca 15 nuevos títulos por mes. “Trabajamos con el área de marketing y tenemos que ajustarnos a lo que nos indican; los títulos tienen que estar en los rankings, tenemos que trabajar para imponer cada libro. Muchas veces, y esto es una confidencia, me pregunto qué pensarían mi padre o mi tío.”
Para Kulesz la historia es diferente: “No provengo de una familia de editores ni tengo mayor experiencia más allá de estos 4 años del Zorzal. Resulta que soy matemático y cuando vivía en Francia cayó en mis manos Leyendo a Euclides de Beppo Levy, en una fotocopia ajada. Y un día se me ocurrió que sería bueno editarlo. Le planteé la idea a mi hermano Octavio, que es filósofo, y estuvimos un año tratando de aprender cómo se hacía”. Leyendo a Euclides salió el 7 de septiembre de 2000, reunió 250 personasen la presentación y se agotó rápidamente. “Lo cual hizo que nos agrandáramos”, confesó Kulesz. “Y ahí empezaron los fracasos, que fueron varios consecutivos. En cuanto al marketing, imaginen, entre un filósofo y un matemático no hacemos uno. Pero aún así la idea es simple: maximizar los recursos y estar en cada uno de los detalles. Pero buscamos que el mercado se adapte a lo que creemos que son productos de calidad y no al revés”. También se complementaron en cuanto al rol que el Estado debería tener en la cuestión. Mientras para Kulesz debe hacerse como en Francia, donde se busca “exportar” a los autores, aunando las cuestiones culturales y comerciales, para Muchnik el Estado debe estimular la lectura (o, en otras palabras, ampliar el mercado). Y, para finalizar, Kulesz tiró una idea para terminar con la inacción estatal: “Nuestra embajada en París en vez de hacer las empanadas del 25 de mayo, podría reunirse con las editoriales francesas y contarles qué se escribe en la Argentina y brindar ayuda logística sin gastar un peso”.

Domingo 2, 17 hs.: El triunfo del espíritu Entre actos y stands de rutina (de librerías, editoriales, países y organismos oficiales) este año la Feria mostró una proliferación de sitios dedicados a la espiritualidad. Entre religiones establecidas, cultores varios de la new age y algún que otro conferencista que dice “hablar al corazón de las personas, al niño que todos llevamos dentro” se ha tornado casi imposible dar cinco pasos seguidos por la Rural sin tropezar con uno de ellos o ser interceptado por los profesionales entregadores de folletos. No menos de una docena de stands se disponen de manera artera para que los desprevenidos no puedan sino sucumbir a los encantos de liberar la mente de confusas racionalizaciones y, a cambio, adquirir una sonrisa beatífica. Como la que muestra la Hermana Bernarda, quien a través de una inquietante gigantografía intenta vender su libro de recetas para la cocina, o los no menos impasibles practicantes de Reiki en vivo detrás de una pecera. Todo esto, ciertamente, conforma un panorama como para atribular al más tolerante de los escépticos.

Martes 4, 19.30 hs: Recuerdos de Manucho Ariel Schettini, uno de los integrantes de la mesa redonda “20 años de Mujica Lainez” convocada por la Fundación El Libro, recordó antes de sentarse a hablar del insigne Manucho un episodio premonitorio. “En la Feria viví mi primer encuentro con la egregia literatura ‘cara a cara’. Luego de una prolija fila, el autor me recibió. No me miró, lo que me pareció adecuado para el momento, porque semejante cumbre de la cultura no tenía motivos para hacerlo (pensé). Su aspecto de calculada celebridad y sus demasiados anillos me dejaron impávido. Apenas dijo con la mirada sobre el libro que había sido comprado con el único propósito de atesorar su letra manuscrita: ‘¿Para quién?’. Dije mi nombre y, como era un niño escolarizado, empecé a deletrear mi apellido, que es difícil. El hombre se sacudió y cuando llegué a la ‘ce, hache’ me detuvo impaciente y gritó, siempre mirando la hoja en blanco: ‘No. Dígalo, nada más’. Creo que me quiso mostrar su habilidad para escribir nombres italianos o algo así. Pero la indiferencia del trato y la falta de amor en el diálogo fueron más poderosas que la revelación filológica. Salí corriendo de ese escritorio y jamás leí ese libro. Y ahora que estoy por hablar de él yo querría hacer un viaje en el tiempo y decirle: ‘Manucho, Manucho, no lo hagas... tratalo bien al pibito ése... un día de éstos, quién te dice... es el encargado de hablar, en tu querida Feria, de vos’”.

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